El domingo pasado iniciaron las campañas para gobernador en los estados de Coahuila, Nayarit y el estado de México. Esta última elección siempre genera mucha expectativa por el gran peso político que tiene la entidad a nivel nacional y por los casi 12 millones de votantes que tienen la oportunidad de participar con el ejercicio del voto.
Entre los siete candidatos que se presentan a competir se destacan tres con posibilidades reales de ganar: Josefina Vázquez Mota del Partido Acción Nacional (PAN), Delfina Gómez del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) y Alfredo del Mazo del Partido Revolucionario Institucional (PRI).
- Lea más: “Al diablo las instituciones”: la peligrosa candidatura de AMLO en México
- Lea más: El alto costo de la violencia en México: 18 % del PIB
Josefina Vázquez Mota
Tiene mucha experiencia política e incluso ya fue candidata a la presidencia de la república, sin embargo, no deja de percibirse como una candidata sin carisma y un tanto débil en cuanto a carácter. Recientemente se ha filtrado información que presuntamente liga a familiares cercanos suyos con asuntos de corrupción y su partido históricamente no ha figurado en el Estado de México desde hace mucho tiempo. Hoy sus números tienen una tendencia a la baja y son cercanos al 26 % de la intención electoral.
Delfina Gómez
Hace cinco años que no tenía nada que ver con política y su perfil “ciudadano” es su principal estandarte de batalla. Tras una carrera en el magisterio de más de treinta años incursionó en política siendo electoralmente exitosa y convirtiéndose en alcaldesa de Texcoco. Su discurso, como el de todo su partido en general, se basa en una supuesta lucha al establishment y en la promesa de mayores apoyos para los más pobres. La candidata izquierdista está surgiendo como el caballo negro de la contienda y se encuentra empatada con su homóloga del PAN en cuanto intención del voto con 26 % y sus números van claramente al alza.
Alfredo del Mazo
Representa todo lo que el PRI oficialista de siempre puede representar. Su abuelo y su padre ya fueron gobernadores del Estado y pareciera que era cuestión de tiempo que llegará su oportunidad para competir, aunque ahora los tiempos han cambiado y las presentes elecciones se asoman como un reto muchísimo más grande al que tuvieron que enfrentarse sus ancestros. Del Mazo tiene una gran desventaja y es la posición actual de su partido: los constantes casos de corrupción, los recientes gasolinazos y la golpeada figura del presidente Peña Nieto hacen que una gran parte del electorado no se atreva siquiera a considerar darle un voto al PRI. Con todo y esto, actualmente lidera la intención del voto con un 32 %.
Del otrora partido máximo representante del ala progresista de México, el Partido de la Revolución Democractica (PRD) no hay mucho que decir, más que una posible claudicación de su candidato podría definir la elección en favor de MORENA.
La percepción ciudadana de los tres candidatos refleja mucho lo que se percibe a nivel nacional sobre sus partidos: a Josefina y al PAN se les relaciona con trabajo honesto, a Delfina y a MORENA con una mayor cercanía y empatía ciudadana y a del Mazo y al PRI como a los que mayor experiencia tienen cuando se trata de gobernar.
Esto toma relevancia porque lo que se juega en esta elección es mucho más que la gubernatura del Estado más importante de México, sino que podría ser el hit previo y oficial que determine las posiciones de arranque en la carrera presidencial del 2018.
Los escenarios rumbo a las elecciones de 2018 pueden variar drásticamente dependiendo quién resulte ganador este cuatro de junio. Si el PAN llegará a lograr lo que hoy por hoy parece imposible y hacerse con la victoria consolidaría una racha electoral muy positiva e histórica para su partido que comenzó desde el 2015.
Si el PRI se alza con la victoria sería un mensaje claro de que el PRI sigue tan irreductible como siempre y de que el aparato estatista y oficialista sigue siendo un arma prácticamente invencible en términos electorales.
Por último, si MORENA se alza con la victoria sería su total consolidación en la política nacional, su primera victoria de real trascendencia a nacional y una campanada para los partidos de siempre de que AMLO viene con posibilidades reales de esta vez sí lograr su anhelado sueño de convertirse en presidente.
Como cada año, nos esperan dos meses de una batalla encarnizada basada en proselitismo y demagogia. Llevamos dos días apenas y las denuncias de entregas de despensas, tinacos, sillas de ruedas, hornos, lavadoras, útiles escolares y hasta gallinas y otros animales por parte de todos los partidos están saliendo a la luz.
Las campañas nos recuerdan que el gran problema con la democracia de nuestro país es la idea que impera en la conciencia de una inmensa mayoría de mexicanos de que el Estado “está para ayudarnos” y no para dejarnos vivir en paz, que es lo que realmente debería ser su función.
No es casualidad de que la mayor carencia en el Estado de México sea la seguridad. El Estado está concentrado en redistribuir la riqueza y en hacer obras inservibles, mal hechas y caras pero que son más rentables políticamente hablando que hacer lo único que les toca hacer bien.
Se vienen momentos cruciales para la vida política del país y sigue sin vislumbrarse alguna opción real que alcance a comprender que los gobiernos entre más limitados y acotados mejor. Todos los políticos en México, en mayor o menor medida, se sienten como los salvadores de un pueblo del que en realidad son los verdugos.
Sería buen momento de plantearse la consolidación de una opción política seria que se atreva a defender abiertamente los derechos de vida, propiedad y libertad.