El caso de Javier Duarte, exgobernador de Veracruz y ahora prófugo de la justica en México, marcará sin duda un precedente difícil de superar en cuanto a nivel de impacto entre los inmensamente numerosos casos de corrupción en nuestro país.
De Duarte es absolutamente reprobable todo: su gestión llena de corrupción, la deuda estratosférica en la que deja sumergido a Veracruz, sus escandalosos niveles de populismo y demagogia, el silenciamiento a reporteros “incomodos” durante su gobierno, su doble discurso ante la democracia, su nulo espíritu de servicio público y sobre todo, su cinismo.
La última noticia respecto al caso de Duarte tiene tintes de dramatismo que rozan en lo absurdo y lo inverosímil hasta el punto en el que pareciera que hubiera sida extraída de una película dirigida por Luis Estrada (director de “la Ley de Herodes” o “el Infierno”).
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El descubrimiento de una bodega donde Duarte y su esposa, Karime Macías, guardaban pertenencias de altísimo valor, como autorretratos, palos de golf, vajillas, balones, plumas, una barrica, agendas, réplicas de barcos a escala, obras de arte, una silla para montar caballos, muebles y libros demuestran el hedonismo y el lujo con el que vivieron su tiempo de poder e impunidad absolutos.
Sin embargo lo más llamativo del reciente descubrimiento es sin duda un diario personal de la ahora exprimera dama en el que, entre otras cosas, se encontraban planas completas de una conocida frase motivacional o mantra que reza “SÍ MEREZCO ABUNDANCIA” una y otra vez escrito en letra manuscrita.
Es imposible sacar conclusiones exactas de que fue lo que llevó a la sra. Karime a escribir dichas planas en su diario, pero es presumible que, una vez conocidas sus redes de corrupción que llegan al insultante nivel de haber suministrado agua en lugar de tratamientos del cáncer para menores, pareciera que estaba buscando una justificar sus acciones y las de su esposo o eran un intento de lavar su conciencia para poder seguir actuando como lo hicieron durante seis años, con total desfachatez.
El caso de lo vivido en Veracruz no solo es consecuencia de las malas decisiones y de la corrupción de todos los involucrados en sus negocios fantasmas y demás artimañas políticas, sino que es sobre todo un síntoma de un problema sistémico mucho más profundo: el gran empoderamiento que concedemos a nuestros políticos y funcionarios en turno que hace que terminen por perder todo contacto con la realidad.
Duarte y su esposa, al igual que miles de políticos en nuestro país, vivían siendo adulados, rodeados de sirvientes, choferes y camionetas blindadas, empresarios solicitando favores especiales o contratos inflados, gente agradeciendo despensas pagadas con sus mismos impuestos y en general en un ambiente de poder absoluto.
Si queremos abdicar este tipo de comportamientos y corruptelas de parte de nuestros políticos el primer paso debería ser el dejar de empoderarlos tanto. Entre más servicios y favores les pidamos, más impuestos nos cobraran y más poder para afectarnos les vamos a entregar.
Imaginemos por un segundo que una sola persona tuviera el poder de decidir sobre nuestra educación, salud, empleo, vivienda y en que gastar nuestro dinero. Seguramente que buscaría la forma de vivir a costa nuestra y perpetuar su posición de poder, ¿por qué entonces no aplicamos la misma lógica hacia el Estado y seguimos exigiendo tanto de funcionarios como Duarte?
Vivimos en una cultura estatista en el que se justifican atracos a la propiedad de terceros en pro de una supuesta “justicia social” que no es más que una ilusión. La única manera de merecer y obtener “abundancia” es mediante el esfuerzo, el ahorro, el trabajo duro y la productividad. Mientras sigamos pensando que vivir de terceros no es moralmente inaceptable y una violación a los derechos de propiedad, poca autoridad moral tendremos para quejarnos de gobiernos como los de Duarte.
El gobierno entre más acotado y delimitado funcionará mejor, mientras que entre más funciones y empoderado esté los casos de corrupción serán más propensos a surgir.
Personajes como Duarte y sus secuaces son deleznables a la mirada de un país como México que requiere mucho menos “salvadores” políticos y vividores del Estado y mucho más emprendedores y trabajadores dispuestos a ganarse la vida de forma honesta y productiva.
Dejemos de confiar tanto en los políticos y comencemos a confiar en nuestros propios medios para construir un entorno mejor para todos. Del gobierno no necesitamos más que la garantía de poder contar con tres derechos básicos inalienables para todo ser humano y que deberían ser el único mantra válido en una sociedad prospera: “propiedad, vida y libertad”.
Mucho podríamos aprenderle al gran escritor del siglo de oro español Lope de Vega, que en su casa mandó gravar una inscripción que reza: “PARVA PROPIA MAGNA / MAGNA ALIENA PARVA”, que se podría traducir como que “Lo pequeño, siendo propio, es grande y lo grande, siendo ajeno, es pequeño”.