Contrario a lo que muchos creen, las ideas juegan un papel de vital importancia en nuestra vida diaria. Algunos creen que son solo las acciones, las decisiones o los hechos los que definen nuestro destino dejando totalmente fuera de juego a las ideas.
Miles de personas reducen el término “filosofía” a una materia aburrida o a una carrera que solo los muy aficionados (o los que no le temen al hambre) estudiarían. Esto es un grave error.
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Todos los días de nuestras vidas se conforman por acciones, pensamientos, decisiones sobre qué vestir, qué comer, qué hacer y cómo conducirnos de acuerdo a nuestra escala de prioridades y de valores que son resultado de nuestra filosofía de vida y en consecuencia, de nuestras ideas.
Cuando no definimos claramente cuál es nuestra filosofía, cuando no nos detenemos por un momento a pensar el por qué nos conducimos como lo hacemos y por qué actuamos de determinada manera entonces alguien más lo está decidiendo por nosotros; incluso sin que nos demos cuenta o ese alguien más lo sepa. Esa pequeña gran diferencia entre definir nuestras ideas libre y voluntariamente y no hacerlo, es la misma que existe entre una oveja, que pasta y camina como todos los demás lo hacen; y un tigre, que decide explorar, cazar y valerse por sus propios medios para sobrevivir y ser independiente.
Si llevamos este concepto al terreno político-económico tenemos que la mayoría de las personas ven a nuestros gobernantes y funcionarios públicos como líderes de opinión, capaces de mover masas y de definir si uno u otro camino es el mejor para sus gobernados. No nos detenemos a pensar que los políticos no son líderes sino seguidores, y están condicionados por las ideas de los individuos que juntos conformamos la sociedad. Es decir, si lo que la gente pide es “pan y circo” ellos tendrán que dar “pan y circo” para mantenerse en el poder y ser populares en las elecciones, ¿qué pasaría si la gente pidiera, por ejemplo, menos impuestos y más libertad en lugar de más cosas gratis?
Es necesario precisar que este concepto de la batalla de las ideas está muy bien entendido y dominado por grupos colectivistas y socialistas alrededor del mundo. América Latina no es la excepción; ellos han entendido que conquistando el mundo de las ideas es más fácil llegar y mantenerse en el poder. De ahí que no sorprende el hecho de que casi la totalidad de los países en la región, en mayor o menor medida, tengan gobiernos socialistas o “progresistas”.
Nos han hecho creer que el capitalismo es malo y opresor, que el Che es símbolo de la libertad, que Robin Hood era socialista (en realidad era liberal ya que no robaba a los ricos sino que recuperaba dinero robado por el gobierno a través de impuestos), que la educación pública es la única poseedora de la verdad, que la historia oficial es real o mito según su conveniencia y que absolutamente todos los fracasos del socialismo son productos de una mala implementación o de la avaricia de sus líderes y no de lo perverso de sus raíces filosóficas: la envidia, el robo y la promesa utópica del cielo en la Tierra.
Se han apoderado de símbolos populares como la careta de Guy Fawkes del afamado cómic “V for Vendetta”, haciéndolo símbolo de una ideología de izquierda colectivista, cuando en realidad él estaba a favor de la libertad individual en un marco mucho más cercano al anarquismo. Vamos, hasta el mismo concepto de libertad lo han disfrazado y manipulado confundiéndolo con temas como “soberanía nacional”, “independencia del imperio yanqui”, “no dependencia de bienes materiales”, “amor a la pobreza” y otras miles de falacias peligrosas y muy dañinas para la construcción de una sociedad libre y próspera.
No es coincidencia pues, ver a filósofos, escritores, músicos y artistas en general sosteniendo las banderas del “socialismo, igualdad, justicia y revolución”, todos términos muy ambiguos y utilizados para manipular masas sedientas de algo en qué creer y sentir que están haciendo algo por este mundo.
Enfrentémoslo: la izquierda y el mito del colectivismo tienen ganada la batalla de las ideas, son maestros en el arte de convencer y propagar su mensaje. Como creyentes de la libertad tenemos que igualar las circunstancias, tenemos que generar que cada vez haya más artistas, filósofos, profesores y escritores que hablen sobre la libertad y la responsabilidad bien entendidas.
Es importantísimo pensar por nosotros mismos, reflexionar sobre cuál es nuestra misión en la vida, qué es lo que nos mueve, qué es en realidad lo que más nos conviene como individuos y como sociedad y dejar de depositar nuestra confianza en líderes mesiánicos, promesas insostenibles y discursos políticos ambiguos.
Sin la libertad todo falta. Denunciemos lo que ha salido mal una y otra vez, el único camino para un desarrollo pleno es la toma de decisiones libres, la cooperación voluntaria y el fortalecimiento de la sociedad civil. Todo lo demás es demagogia.
Recordemos que si no tenemos claro qué es lo que nos mueve y cuáles son nuestras motivaciones en la vida, alguien más lo estará decidiendo por nosotros, y vaya peligro que eso representa. Una mala idea puede tener consecuencias fatales, basta con ver las ideas de Karl Marx y la miseria que trajo a los millones de individuos que vivieron o viven en las sociedades que decidieron abrazar sus premisas. Las atrocidades más grandes en la historia de la humanidad y las vidas más tristemente desperdiciadas son aquellas que no tuvieron el valor de definir y defender sus ideas.
Pongámonos juntos la armadura de la libertad y luchemos en esta interminable pero necesaria batalla de las ideas, llamada vida.