
“Messi es condenado a 21 meses de prisión” fue quizá el encabezado más repetido alrededor del mundo informativo durante la semana pasada. Un supuesto fraude fiscal por ocultar al gobierno español ingresos por concepto de uso de su imagen por más de EUR$ 4 millones de euros, ha puesto al habilidoso jugador en el ojo del huracán.
La opinión pública está dividida: miles de personas alrededor del mundo han tomado una postura anti-Messi, acusándolo de ladrón e inmoral por haber “robado” dinero al Estado. Muchos otros lo defienden por el sentimiento de admiración que genera su capacidad futbolística y alegan que, realmente, él se dedicaba solo a jugar fútbol mientras que eran sus abogados y su padre quienes se encargaban de la parte contractual de los negocios.
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Muy pocos han hecho un ejercicio de reflexión más profundo y creo que es un buen momento para afrontar la pregunta que desencadena todo el escándalo y la aparente encrucijada: ¿es realmente inmoral no querer pagar o evadir impuestos?
El caso de Messi puede resultar mucho más interesante e ilustrativo de lo que a primera vista puede pensarse, a pesar de que no pareciera ser más que solo un escándalo mediático y un triste episodio en la historia del célebre jugador.
Messi nació con un problema congénito de crecimiento que le complicó sus aspiraciones para llegar al fútbol profesional. A lo largo de su carrera ha sufrido lesiones, patadas, presiones mediáticas, noches de desvelo, ha entrenado arduamente, ha cometido errores y seguramente ha sacrificado mucho de su vida personal para convertirse en el jugador que es hoy en día. Dolor, incomprensión, lágrimas, golpes, derrotas. Todas y cada una de estas palabras forman parte del día a día de cualquier personaje que destaca en la magnitud en que Messi lo ha hecho en su ámbito.
Messi, al igual que cualquier otra persona que vive de sus propios medios y no a costa de los demás, es fruto de su esfuerzo, de su talento y, si acaso, del trabajo de acompañamiento de aquellos que lo han alentado y apoyado a lo largo de su trayectoria.
Algunos podrían alegar que vive a costa de sus seguidores y que no es justo que gane 100.000 veces más que un obrero que trabaja a marchas forzadas, en jornadas larguísimas, en una fábrica en alguna región olvidada por el desarrollo.
Económicamente, la ecuación es muy clara: si Messi gana 1 o 1.000 millones de euros, no es decisión suya ni mucho menos de un ente planificador centralizado. Su fortuna es consecuencia de millones de decisiones tomadas por individuos alrededor del mundo que han decidido comprar sus jerseys, entradas a los estadios en donde se presenta, los productos que publicita y también los derechos para ver en TV los partidos en los que participa.
A esto se le llama libre mercado, y en este proceso de asignación y creación de riqueza es necesario señalar puntualmente dos aspectos que no debemos dejar pasar por alto:
1.- Contrario al pago de impuestos, nadie es obligado a comprar sus jerseys ni a ver sus partidos. Cada transacción que se ve reflejada en las cuentas bancarias de Messi, ya sea por gastos de representación o por su salario con el FC Barcelona, son producto de un mutuo acuerdo voluntario entre al menos dos tomadores de decisión.
2.- El gobierno español (o de cualquier país) no juega ningún papel relevante en ninguna de estas transacciones, además de el de encarecer sus productos vía impuestos.
Entonces, ¿qué nos hace pensar que el gobierno debe tener derecho sobre una porción de su riqueza? ¿Obligar a alguien a ceder contra su voluntad parte de lo que ha trabajado toda su vida, no es robo? Viéndolo desde esta óptica, ¿quién es el verdadero ladrón en este caso, Messi o el gobierno?
Creo que la respuesta a este dilema tiene mucho que ver con la cultura. Nos han educado a pensar que las causas gubernamentales o públicas son las mismas que las causas del “bien común” o del “pueblo”; que los impuestos son destinados a los más pobres y que son necesarios para el correcto funcionamiento de una sociedad; que evadir impuestos es un crimen y que es justo, incluso, ir a la cárcel, si decidimos que deberíamos ser nosotros mismos y no el Estado quien decida qué hacer con el fruto de nuestro trabajo.
Se nos olvida ver la realidad y nos quedamos en la teoría que nos han propuesto. Se nos olvida que nuestros impuestos generalmente se destinan a servicios de mala calidad, a generar burocracia inútil, a financiar la vida de magnates de políticos vendedores de humo y a perpetuar una dependencia de los más pobres frente el Estado.
Messi ha hecho más por la niñez y su salud de lo que ha hecho cualquier gobierno del mundo, siendo ejemplo de dedicación y disciplina, cumpliendo sus sueños a pesar de las adversidades y promoviendo el deporte como una forma de vida. Esto sin mencionar los trabajos de la Fundación Leo Messi, que tiene presencia en prácticamente todo el mundo.
Sin embargo, hoy a los ojos de muchos Messi es un criminal por evadir impuestos cuando era apenas un chaval de 19 años. Una persona corrupta por no ceder el fruto de su trabajo a un gobierno que no ha hecho nada por él más que complicarle la vida.
Hoy no me queda darle la razón por completo al FC Barcelona: no importa en qué país vivas, tu estatus social o a qué te dediques, no importa si eres empresario o empleado, estudiante, desempleado o profesionista. Hoy todos somos víctimas de un engaño cultural en el que pasamos de ser víctimas a criminales. Hoy nos vemos obligados, bajo pena de perder nuestra libertad, a ceder una parte importante de nuestro trabajo y nuestro tiempo a causas en las que no creemos y ni siquiera podemos auditar. Hoy no tenemos más opción que pagar multas y recargos sobre un impuesto que jamás autorizamos se nos cobrara. Hoy todos somos víctimas de extorsión gubernamental.
Hoy #TodosSomosMessi y ni siquiera nos habíamos dado cuenta.