
En general, las cosas no van bien en América Latina: estancamiento económico, rezago educativo, conflictos sociales, levantamientos armados, crimen organizado, nepotismo, desprestigio en la clase política e incontables casos de corrupción forman parte de nuestro día a día.
En general, la sociedad percibe a los entes gubernamentales como ineficientes y la credibilidad de los funcionarios públicos y la participación ciudadana en los partidos políticos, va decreciendo en consecuencia de aquello.
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Una manera muy simplista y común de entender el problema de desconfianza e ineficiencia gubernamental al que nos enfrentamos, es pensar que cambiando a los funcionarios públicos actuales por gente más honesta y preparada se remediará la situación. En realidad, el problema es mucho más complejo y responde a un sistema económico basado en incentivos y recompensas.
Los gobiernos suelen estar compuestos por individuos con deseos y necesidades como las de cualquier ser humano. Sin importar que nos quieran hacer creer lo contrario, la verdad es que no son ángeles ni seres iluminados para guiar los destinos de una nación.
Mientras se sigan concentrando enormes cantidades de poder y presupuesto en los aparatos gubernamentales latinoamericanos, estos seguirán funcionando como máquinas corruptoras, incluso para aquellos políticos que genuinamente tengan intenciones puras y honestas. El sistema actual es un círculo vicioso sin fin, en el que hace falta corromperse o de menos dejar pasar muchas cosas para poder sobrevivir y crecer políticamente.
La solución no vendrá simplemente cambiando a los funcionarios. Si queremos mejorar el funcionamiento de las instituciones públicas en la región, será necesario entender que el problema es del sistema, y por lo tanto las soluciones también deben ser del mismo corte.
El primer y más importante punto a reflexionar es que el Estado no es un ente productivo, sino redistributivo. Cada centavo y peso que necesitan para funcionar proviene de alguien más que sí ha sido productivo y se ha visto obligado, mediante la fuerza, a ceder una parte de su riqueza al Gobierno a través de impuestos.
Una forma de ejemplificar la secuencia lógica de la función pública y el tamaño gubernamental en una sencilla ecuación es la siguiente:
+ PROMESAS DE CAMPAÑA = + PROYECTOS GUBERNAMENTALES = + IMPUESTOS = + PRESUPUESTO ESTATAL = + PODER POLÍTICO = + POLITIZACIÓN DE APOYOS = + CORRUPCIÓN
Necesitamos dejar de exigir tantos supuestos apoyos y proyectos gubernamentales para que, en consecuencia, podamos exigir con argumentos sólidos una disminución en la carga fiscal, menos corrupción y menos abusos estatales. Mientras más pidamos, más nos van a pedir.
La cuestión cultural y educativa no es algo menor, sino que debe ser central en los procesos de reingeniería de las sociedades que muchos deseamos.
Por un lado, es muy común escuchar comentarios peyorativos descalificando a gobernantes de turno en pláticas casuales, redes sociales, noticias, memes, programas de radio y televisión, etc. El sentimiento generalizado de la sociedad, resumido en una sola frase, sería “el Gobierno es ineficiente, no cumple sus funciones y siempre es deshonesto”.
Sin embargo, es la misma gente que opina así quien cree firmemente que ese mismo instituto, ineficiente y deshonesto, debe ser quien le proporcione servicios primordiales para el desarrollo integral de una vida humana digna como lo son los referentes a la salud, economía, educación o empleo, por mencionar algunos de los más relevantes.
Existe una evidente brecha lógica que no nos hemos detenido a analizar; si estamos conscientes de que las entidades gubernamentales no son eficientes y además nunca o muy raramente lo han sido, ¿por qué seguimos confiándoles responsabilidades tan importantes de nuestras vidas?
Resulta una paradoja de dimensiones gigantescas que, mientras por un lado estamos inconformes con nuestro sistema, por otro seguimos esperando que funcione bien de la noche a la mañana sin siquiera atrevernos a cuestionar sus más elementales fundamentos.
Basta con mirar a nuestro alrededor. Tomemos como ejemplo la situación de México, que no difiere mucho de la del resto de América Latina:
- Las instituciones de salud pública no dan abasto, faltan materiales y medicinas y muchos profesionales de la medicina no pueden dar un buen servicio debido a la sobredemanda o por falta de incentivos suficientes.
- La educación pública lejos de formar profesionales productivos y empoderarlos con herramientas para ser autosuficientes, genera adoctrinamiento y personas que crecen pensando que son víctimas de sus circunstancias, listos para culpar al sistema de todas sus desgracias.
- Año tras año, el crecimiento económico permanece estancado y ninguna de las políticas fiscales y monetarias del Gobierno está orientada hacia la liberación de mercados, que se vería reflejada en incentivos para emprender, sino que por el contrario, pretenden regular cada aspecto de la actividad económica generando trabas y complicando las cadenas de suministro de las empresas en general.
- La creación de empleos por parte del Estado no cumple una función generadora de riquezas, sino solamente redistributiva porque, como hemos señalado previamente, el Estado no puede hacerse de recursos si no es a través de la recaudación de impuestos y diversas cuotas. La creación de empleos gubernamentales no es más que una simulación insostenible de crecimiento laboral y generadora de burocracia.
El común denominador: grandes responsabilidades con resultados ineficientes.
Si queremos dar respuestas a las problemáticas sociales que enfrentamos hoy en día, tenemos que ser creativos y aprender a mirar los problemas desde una perspectiva diferente; no podemos seguir haciendo lo mismo y esperar nuevos resultados confiándole tanto al Gobierno.
La respuesta más cercana y evidente es el empoderamiento de la sociedad civil. Se pueden lograr grandes avances y proyectos sin la necesidad de la intervención del Gobierno y todo lo que ello implica. Existen varios ejemplos de fundaciones y organizaciones que trabajan a favor de la educación, la salud o la economía de los países de manera privada y exitosa. Hacen falta muchos más.
Tenemos que replantear el camino, si seguimos los mismos caminos estatistas no vamos a llegar a ningún lado, necesitamos soluciones privadas para los problemas públicos si realmente queremos solucionarlos.