EnglishEl pasado 27 de enero, en un fallo con relevancia histórica, la Corte Internacional de Justicia de La Haya puso fin al diferendo marítimo entre Perú y Chile. Lo que es aún más importante, puso fin a más de un siglo de disputas limítrofes entre ambos países, surgidas a raíz de la Guerra del Pacífico. Este fallo debería dar inicio a una nueva era de paz y alianza comercial aún más sólida que la actual.
En lo que respecta al fallo, Perú ha recibido más de 50,000 kilómetros cuadrados de mar; sin embargo, gran parte de éste era considerado por Chile como aguas internacionales. Chile sólo consideraba unos 21,000 kilómetros cuadrados como zona de exclusividad económica, más no como su mar territorial. Por ello, el país también ha visto salvaguardados sus intereses más urgentes, al conservar las primeras 12 millas de mar que considera como parte de su territorio — las mismas que corren en una línea paralela desde el Hito 1. También ha mantenido la zona de pesca más valiosa, al haberse extendido esta línea paralela hasta la milla 80.
Cabe resaltar que los gobiernos de ambos países han demostrado que son capaces de resolver sus diferencias dentro del marco del derecho internacional. Es más, tan sólo días después del fallo, los Presidentes de ambos países se reunieron en La Habana con motivo de la segunda cumbre de la CELAC y emitieron una declaración conjunta estableciendo los pasos para implementar la decisión de la Corte.
Sin embargo, como toda decisión sobre fronteras, este fallo ha despertado diferentes opiniones y emociones. Por un lado, el propio presidente chileno, Sebastián Piñera, haciendo referencia a la zona marítima cedida al Perú, indicó: “Esta cesión constituye una lamentable pérdida para nuestro país”. Por otro, aunque en el Perú se tomó la noticia con mayor optimismo, no faltaron opiniones contrarias al fallo, como la del congresista Jorge Rimarachín que sostuvo una pancarta en el Congreso en la que se leía: “¡¡Alfonso Ugarte, Bolognesi y Grau, los juzguen!!” haciendo referencia a héroes peruanos de la Guerra del Pacífico.
Pero fuera de estos sucesos, lo cierto es que los presidentes de ambos países se comprometieron a cumplir el fallo a la brevedad. En ese sentido ya se ha dado un buen comienzo en Santiago con la primera “Reunión del 2+2”, como se denomina a las reuniones entre los Cancilleres y Ministros de Defensa de ambos países, que tienen por objeto determinar los puntos que serán utilizados para delimitar la frontera marítima y su representación cartográfica.
Con el establecimiento de un cronograma de trabajo, se espera que para fines de marzo, una vez determinados todos los puntos, se sostenga en Lima la segunda reunión. Cabe destacar que Jorge Burgos, ministro de Defensa nombrado por la Presidenta electa Michelle Bachelet, en su calidad de invitado a la reunión, señaló que se trabajó intensamente, dentro de un ambiente serio y cordial.
Aún luego de estos pasos positivos, se ha suscitado en estos últimos días un reclamo por parte de Chile sobre el denominado “triángulo terrestre”. Este terreno de tan sólo 3.7 hectáreas de extensión que se forma considerando el Punto Concordia y el Hito 1 (puntos de delimitación de la frontera terrestre entre ambos países), no ha sido materia de decisión por la Corte ya que esta sólo se limitó a determinar el límite marítimo entre ambos países.
Los límites terrestres ya habían sido definidos por el tratado de 1929. Es así que en el punto 175 de la resolución, el tribunal establece que “la Corte no está llamada a tomar posición respecto a la ubicación del Punto Concordia, donde empieza la frontera terrestre entre ambas partes. La Corte anota que es posible que el mencionado punto no coincida con el punto de inicio del límite marítimo, tal como está definido”. Pese a ello, Chile ha anunciado que enviará una nota de protesta a través de su Cancillería por la impresión de mapas del Perú que incluyen este triángulo como parte del territorio peruano. Esperemos que este tema sea solucionado por la vía diplomática.

Pero más allá de todo lo señalado con anterioridad, lo que realmente debería preocuparnos a ambos países es seguir mejorando nuestras relaciones comerciales y el desarrollo común, y relativizar cada vez más nuestras fronteras. Según cifras de la Cámara de Comercio Peruano Chilena, el intercambio comercial entre ambos países habría sido de aproximadamente US$3,800 millones para el año 2011, US$3,600 millones para el 2012 y a noviembre de 2013, éste ya habría superado los US$3,000 millones nuevamente.
La colonia peruana en Chile, por ejemplo, que cuenta con más de 100 mil personas, es la colonia extranjera más grande en Chile. Asimismo, según estimaciones de la Cámara Nacional de Comercio, Producción, Turismo y Servicios, las inversiones peruanas en Chile sumarían cerca de US$ 10,000 millones, mientras que las chilenas en Perú superarían los US$ 13,600 millones al cierre de 2013. Y no está de más decir que ambos países, además de tener un Tratado de Libre Comercio, son socios en la Alianza del Pacífico, una importante iniciativa de integración regional que reúne a las democracias latinoamericanas que más han progresado en los últimos años.
Ambos países deben procurar que estas relaciones no se vean afectadas por “shocks idiosincráticos”. La decisión de la corte debe ser manejada de la mejor manera posible, política y diplomáticamente, y dentro de un marco de mutuo respeto. Finalmente es cierto, como menciona Alfredo Bullard, que la paz se genera con una interacción inclusiva donde las fronteras no impidan el movimiento de personas, mercancías y capitales porque lo importante para el desarrollo de los países no es qué detenemos en las fronteras, sino qué dejamos pasar.