“Las nuevas tecnologías le dieron voz a todos los idiotas y a las almas podridas” declaraba a principios de mes el expresidente José “Pepe” Mujica, en otro de sus despliegues de holgado desprecio a la democracia y al público general. Y algo de razón tiene. Las “nuevas tecnologías” dieron voz al ciudadano de a pie (idiota o no; las apreciaciones del exmandatario corren por su cuenta) y esto, lejos de ser una amenaza, es una poderosa herramienta en favor de la democracia.
Claro que no todos lo pueden ver así. Para muchos, que todos tengamos “voz” es una aberración, no sea que alguno diga lo que no deba. No estoy hablando, evidentemente, de los agravios gratuitos (como, por ejemplo, que un expresidente nos tilde de “idiotas”) ni de acoso en redes sociales, sino del simple hecho, parafraseando a Mujica, de “tener una voz”, un espacio en el cual seamos capaces de expresarnos libremente sin temor a represalias de ningún tipo.
Hace solo veinte años, la “voz” pertenecía de manera casi exclusiva a la casta política – con su probada capacidad para al menos sonar idiota. De repente, todo cambió y ese cambio generó resistencias por parte de grupos conservadores, autoritarios y pseudo-intelectuales que creen que solo los doctos o los poderosos deben tener un micrófono y que únicamente algunas ideas (previamente seleccionadas) deben ser difundidas. La opinión del electorado es mediocre y carente de fundamentos. O idiota, como afirma Mujica. Quizás lo que moleste, en realidad, sea el fin de la monopolización de la supuesta idiotez.
El acceso a la información es fundamental a la hora de formarnos una opinión crítica, no sesgada de los hechos . La información, ese aparente abstracto que aparece siempre en singular, rara vez proviene exclusivamente de uno o dos medios. La cantidad de medios a la que un individuo se expone es directamente proporcional a la objetividad con la que éste interpretará la realidad – y actuará consecuentemente.
Lo mismo aplica para las opiniones – no todo en esta vida es periodismo de investigación. Éste es un ejercicio de tolerancia y civismo, atacar la pluralidad de voces es un ataque a la libertad gravísimo, que no debe pasar desapercibido por el simple hecho de que estamos acostumbrados a declaraciones polémicas hechas con el único objetivo de llamar la atención.
No es causalidad que los autoritarios se muestren incómodos ante la revolución generada por las redes sociales y las “nuevas tecnologías”; las atacan en cada oportunidad que se les presenta y, casi sin excepción, las intentan regular bajo el pretexto del bien común.
Que todos estemos expresando nuestras ideas es indiscutiblemente positivo, a pesar del desubicado de siempre que usa las redes para el insulto fácil e inmerecido. El intercambio respetuoso de opiniones debe ser fomentado, jamás censurado o castigado.
O se está del lado de la libertad o se está en su contra. Mujica – y no solo por estas declaraciones – hace rato ya que dejó muy en claro de qué lado está.