Sí. La izquierda tiene históricamente modismos que coquetean con la agresividad más directa entre individuos o grupos. Por supuesto que estas tristes formas no le son exclusivas, pero podemos asegurar que la izquierda sí es más propensa a la violencia que muchas otras colectividades institucionalizadas.
Cuando hablo de violencia, no me refiero a la máxima expresión de ésta – la guerra – puesto que son más excepcionales. Es decir que, para sufrir sus consecuencias, hay que estar en determinado momento, en determinado lugar del globo. El fenómeno que describo está en nuestra cotidianeidad; en las noticias que leemos a diario, en los insultos en redes sociales, en ciudadanos de a pie pagando consecuencias de eventos totalmente ajenos. En todas estas áreas hay violencia, y no hace más que crecer.
El caso del joven artesano argentino Santiago Maldonado (cuyo paradero es desconocido desde el 1 de agosto) ilustra muy bien mi punto. La izquierda argentina (a la cual el grupo de defensa mapuche RAM -Resistencia Ancestral Mapuche – se siente ideológicamente, al menos, cercano) acusó a Gendarmería de haber desaparecido a Maldonado de forma “forzosa”. En otras palabras, la izquierda plantea que es el Estado, a través del gobierno de Mauricio Macri, el responsable material de la desaparición del artesano.
Hasta aquí el panorama no es tan negativo. Es de cierta manera normal que los gobiernos deban rendir explicaciones. Supongo que estamos todos de acuerdo en que todavía nos queda esclarecer casos como el del fiscal Alberto Nisman, y es el gobierno el que debe responder. Todos queremos saber qué hay realmente detrás del atentado a la AMIA, y nuevamente es el gobierno el que seguramente más certezas tiene. Claro, no es el gobierno de Mauricio Macri, sino “un” gobierno.
Lo que la izquierda argentina no quiere ver – porque desde el punto de vista intelectual es perfectamente capaz de comprenderlo, lo que hay aquí es un problema de ausencia de voluntad – es que sus acusaciones no tienen pies ni cabeza. No hay forma de probar que Maldonado sí se encontraba en el lugar de los hechos; y es incluso más difícil dar evidencia a la participación de Gendarmería. Pareciera casi que la izquierda argentina – sobre todo, los más cercanos a la exmandataria Cristina Fernández de Kirchner – quisiera un muerto.
Debido a la gravedad de esta afirmación, hay que decirla de la manera más fácil de hilvanar posible: la izquierda argentina quiere un muerto que oficie de gran mancha en el gobierno de Macri.
La izquierda argentina muestra su hilacha violenta cuando amenaza de muerte a Antonia Macri, la hija de cuatro años del presidente. Habrá quien intervendrá afirmando que es una excepción; que se trata de un individuo desquiciado que no representa bajo ningún concepto a toda la izquierda. ¿Quiénes fueron, entonces, los autores de los disturbios en Plaza de Mayo la semana pasada? ¿Fueron acaso un montón de excepciones, todas juntas, agrediendo a varios efectivos policiales y causando destrozos?
¿No es violenta la caricaturista Maitena al dibujar a un gato con los ojos de Macri y el característico bigote de Hitler? ¿Por qué no es eso violencia para algunos? Los millones de víctimas del nacionalsocialismo encontrarían al mencionado dibujo inmensamente perturbador. Esta “manifestación artística” no sólo busca provocar, sino que es además una muestra de ignorancia infinita.
¿Cuál sería el interés del actual gobierno argentino en desaparecer (o asesinar) a un artesano desconocido hasta el incidente? ¿Cree el Kirchnerismo que Mauricio Macri no sólo sería capaz de tal acto de perversidad, sino que, además, lo creería conveniente u oportuno? Incluso en el muy hipotético caso de que algún gendarme haya actuado de manera inaceptable hacia Santiago ¿no maneja el Kirchnerismo la posibilidad de que haya sido un impulso individual y no una orden de Estado?
En el mundo real, ese que el autodenominado progresismo no frecuenta, la desaparición de Maldonado es muy funcional a los intereses de la izquierda… y una calamidad para Macri. Forzar la desaparición de Santiago no tiene sentido para el gobierno.
Reitero que el caso Maldonado es apenas una muestra (muy reciente) del grado de agresividad que maneja la izquierda; pero naturalmente no está aislado. Una ideología que alimenta y promueve el resentimiento, la envidia y el odio sólo puede derivar en violencia. ¿No es eso, acaso, la dictadura del proletariado que proponía Marx? ¿O cómo se llegaba a tal estado? ¿Con debates pacíficos en una plaza pública y después eran todos amigos? ¿Acaso no tienen los seguidores de izquierda el “facho” a fácil alcance de lengua en cualquier intercambio de ideas? ¿Un insulto no es una agresión?
La hipocresía es también una forma de violencia. Rasgarse las vestiduras por un determinado presunto desaparecido y no decir nada sobre los miles de estudiantes venezolanos reprimidos por Maduro ni llorar sus muertos, es una patada a la moral.
Esperemos que Santiago esté a salvo. Eso es lo que todas las personas decentes honestamente deseamos.
Es posible adivinar, sin embargo, que se buscará otra excusa para la violencia, otro espacio, otro chivo expiatorio.
La violencia se manifiesta de formas varias. La izquierda no duda en adueñarse de todas ellas.