Casi la totalidad de la sociedad uruguaya (incluyendo a muchos de quienes votaron por el partido de gobierno) repudia enérgicamente la represión en Venezuela. A pesar de esto, el Frente Amplio, al igual que los organismos que le son funcionales y lacayos, como la central sindical del Uruguay (PIT – CNT) y la federación de estudiantes universitarios (FEUU), no acompañan al pueblo que juran representar en su condena a infames actos propios solamente de una dictadura. De hecho, tanto la FEUU como el PIT-CNT elaboran rebuscadas excusas que justifiquen la brutalidad de Maduro.
La FEUU llamó al secretario general de la OEA, el también uruguayo Luis Almagro, “el más grande cipayo de todos los tiempos”. La central sindical, por su parte, repite cual loro fórmulas obsoletas y vacías, culpando al “imperialismo yanqui” y a la “oligarquía” venezolana de los múltiples e indescriptibles infortunios que sufre el país caribeño.
El Frente Amplio, mientras tanto, se llama al silencio o, en el mejor de los casos, afirma que a Venezuela no se la ayuda excluyéndola del Mercosur. El Frente Amplio, partido de gobierno desde 2005, no ha pronunciado jamás una palabra que, de una buena vez, deje en claro que cualquier dictadura es deplorable. Ha habido algún que otro “rebelde” que califica la situación de “preocupante”, pero sin hacer referencia alguna a la ausencia de libertad de prensa, a los presos políticos, a la represión o al hambre que a tantos venezolanos se ha llevado consigo.
¿A qué se debe la cobardía oficialista? ¿Qué se esconde en el silencio de Vázquez o en el sinsentido de Mujica? Mucho se ha hablado y escrito al respecto; y reduciré esos escenarios a tres.
Primero escenario: negocios sucios
Hay cierta evidencia de que detrás del silencio frenteamplista, haya simplemente intereses económicos traducidos en negocios entre ambos países. Nada nuevo.
La empresa Aire Fresco es cercana al Movimiento de Liberación Nacional (Tupamaros) y fue durante cuatro años (en los que José Mujica fuera presidente) intermediario único de comercio entre Uruguay y Venezuela. Por esta tarea, cobró comisiones del 2 % por cada negocio concretado con la nación caribeña.
Aunque la oposición intentó crear una Comisión Investigadora que ahonde en los hechos, la misma (por supuesto) no fue votada por el oficialismo.
El abogado Gustavo Salle presentó una denuncia contra Aire Fresco ante la Justicia de Crimen Organizado, pero al momento, no se ha avanzado en la misma.
En medio de este panorama, figura también Javier Vázquez, hijo del dos veces presidente Tabaré Vázquez, cuyos negocios informáticos millonarios con Venezuela fueron también objeto de debate en el Parlamento; y cuyo nombre resonara en la filtración conocida como Panama Papers.
Si el motivo por el que el Frente Amplio permanece inalterable con respecto a la crisis política en Venezuela es meramente económico, no se distancia en nada de todo aquello que el oficialismo siempre criticó en los gobiernos del Partido Colorado y el Partido Nacional y que, sobre todas las cosas, prometió jamás hacer.
En el escenario uno, el Frente Amplio es un vil hipócrita.
Segundo escenario: complicidad ideológica
La segunda explicación a la indiferencia frenteamplista es simple sintonía ideológica. Es decir, se resume a un muy burdo “si es de derecha, es malo; si es de izquierda, es bueno”.
En lo personal, creo que el primer escenario es preferible al segundo, puesto que este último no hace más que dejar en evidencia la falta de objetividad del partido que desde hace doce años está en el poder. En criollo: de corroborarse lo segundo, hace doce años Uruguay está en manos de unos inmorales para quienes la definición de bien o de mal depende de la bandera política que ice la mano ejecutora.
En el escenario dos, el Frente Amplio está éticamente en bancarrota.
Tercer escenario: combinación de las anteriores
El escenario tres sea probablemente el más cercano a la realidad. ¿Por qué? Simple: el primer escenario, explica el silencio del gobierno y quizás de la cúpula del PIT-CNT. El segundo explica la ausencia de condena por parte de la FEUU, del PIT-CNT en general y de los frenteamplistas más fanáticos. Solamente el tercer escenario explica que todos en el oficialismo opten por callarse ante atrocidades a las que, tristemente, el pueblo uruguayo conoce bien.
En resumen, Uruguay está gobernado por unos viles hipócritas que están éticamente en bancarrota.