¿Debe el Estado meterse en su intimidad más profunda y celada? ¿Debe el Estado dictarle a quién amar y a quién no? ¿Debe el Estado meterse en su cama? Y una última pregunta ¿Debe el Estado meterse en la cama de (y con) sus hijos?
Algún progresista contestará un firme “no” a la primera interrogante. Algún conservador se inclinará al “sí” al término de la segunda pregunta. Ahora bien, el mundo real no obedece a los extremismos propios del fanatismo de tiempos que ya fueron. Si apostamos por un futuro en el que la libertad sea el único estándar deseable, en el que nada se me impone y nada impongo yo, la respuesta será siempre “no”, a cualquiera de estas incógnitas.
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El Estado nos viene diciendo por siglos qué fe adoptar y qué fe jurar como enemiga. Nos dice si podemos tomar alcohol o si no, si debemos ir a una guerra o no, qué comer y qué no, cuáles autos son aconsejables y cuáles no, con quién hacer un negocio y con quién… en fin, nos regula. Hay una falsa creencia de que el Estado regula acciones viles y oscuras de malvados grupos o compañías que representan, por cualquier conveniente motivo, una amenaza. Lo cierto es que el Estado nos regula a nosotros, a los individuos.
Y cuando no nos regula, nos adoctrina.
La semana pasada, el Consejo de Educación Inicial y Primaria (CEIP) presentó la “Propuesta didáctica para el abordaje de la Educación Sexual en educación inicial y primaria”, que dista de ser una instancia en la que se promueva la aceptación del otro tal cual es; que dista incluso de ser un espacio en el que los niños puedan, sin vergüenza, plantear dudas que jamás plantearían en sus hogares. No es tampoco una guía que se concentre en la educación para prevención de embarazos no deseados y enfermedades venéreas.
Es, en cambio, un manual de actividades que motiva a docentes y alumnos a realizar prácticas ajenas a las costumbres uruguayas, y son, por lo tanto, chocantes para muchos miembros de la sociedad.
En esta guía de sexualidad figura, a modo de ejemplo, un juego llamado “Cosquillas, besos y abrazos” en el que se invita a los niños a acariciarse el pelo, realizarse masajes y hacerse cosquillas.
Para que al lector le quede claro, hablamos de niños de 4 a 11 años. Son ellos los que participarán en el “juego”, orientados por el docente a cargo.
Otra de las actividades de la polémica guía se llama “Sinónimos”, y tiene por objetivo instar a los alumnos a inventar sinónimos para “pene”, “vagina”, “calentura”, etc.
La última instancia en la que repararé es aquella que “sugiere evitar los personajes que parezcan estereotipados” como princesas y superhéroes —vale recordar— que la guía afirma que los humanos pueden ser “machos, hembras e intersexuales” y que el género es una construcción cultural que puede ser modificada a antojo.
En Uruguay somos muy buenos a la hora de llevar cualquier cosa al extremo, de ir siempre más allá. Debe ser, siendo un país chico y con poco más de tres millones de habitantes, una necesidad de sobresalir, de destacarnos.
Que el lector no me malinterprete. No veo amenaza alguna en que un niño practique ballet o que una niña juegue al fútbol. La amenaza es que se desmotive al niño de querer jugar al fútbol y a la niña de bailar ballet. La amenaza es que esta desmotivación venga del Estado y que utilice como medio a escuelas, con un panfleto que pagó el pueblo desangrándose en impuestos.
Por otra parte, no logro ver el objetivo de tal guía. Trabajé muchos años con niños y me consta que, siempre y cuando quieran, se tocan: se abrazan, se dan la mano, se besan. No deben ni necesitan ser institucionalmente obligados a hacerlo. El Gobierno ve a los niños como un colectivo más, ignorando que a muchos les costará (y traumará) tocar y ser tocados como actividad de clase.
Los niños ya inventan sinónimos para “pene” y “vagina”, los niños ya están superando cualquier límite que los “roles de género tradicionales” les haya impuesto. Es doloroso ver cómo quienes escribieron esta guía, no tienen conocimiento alguno de cómo es un niño.
No hay que confundirse: el Estado no le está diciendo a una niña que jugar con una pelota está bien; le está diciendo que jugar con muñecas está mal. No le está ampliando sus posibilidades, se las está quitando. No es una guía, es un adoctrinamiento sesgado que carga consigo simpatías ideológicas.
Al momento, la distribución de la dichosa guía está suspendida por la polémica que generó en padres y otros agentes de la comunidad.