Ante todo, es menester enfatizar que, como defensora de la libertad, mi recomendación primera es que vote a quien le plazca. Y si ningún candidato es de su agradado, no sienta que traiciona altos valores democráticos y a toda la civilización occidental por preferir no hacerlo. La no acción es, después de todo, un producto de la libertad.
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Habiendo dicho esto, no está de más aprender a detectar mentiras, exageraciones o convenientes tergiversaciones comunes a la mayoría de los candidatos en boga, tanto de izquierda como de derecha.
A continuación, tres sugerencias para el votante desprevenido.
Huya de los discursos proteccionistas
Puede que a más de uno se le haya pasado por alto, pero estamos en el siglo XXI. Las economías aisladas pueden funcionar… a inmediato plazo, pero caen luego por su propio peso. Vivimos en un mundo globalizado, en constante evolución, que ha experimentado inmensos cambios en los últimos 30 años.
Le duela o no, nada será igual que en los 70. Ni que en los 80 o 90. Volver es simplemente imposible.
Realizamos trabajos inimaginables hasta hace solamente 20 años. Internet fue un game changer que mucha gente aún subestima
El proteccionismo tiene varias caras. La más conocida son los impuestos a importaciones, ahora llamado “patriotismo económico” – alguien por ahí se dio cuenta de que el término “proteccionismo” causa antipatía. Los productores locales bailan en una sola pierna: los consumidores finalmente tendrán que comprar sus productos.
Los más ingenuos se consuelan creyendo que, por lo menos, si las empresas locales producen más, necesitarán más trabajadores y bajará por lo tanto el desempleo. De nuevo, olvidan que estamos en el siglo XXI. Los distintos avances tecnológicos, muy particularmente la robotización, son hoy el verdadero competidor del trabajador, no los productos extranjeros en sí. The Guardian calcula que sólo en Estados Unidos, el 6 % de los trabajos será hecho por robots para 2021.
No importa cuántos impuestos a la importación haya, la robotización es inminente y será, en muchos casos, bienvenida.
¿Quién es la verdadera víctima del proteccionismo? La de siempre: Juan Pueblo. El que puede, hará un sacrificio para seguir accediendo a productos que provienen del exterior. El que no puede, debe resignarse con la tantas veces fallada producción doméstica.
El proteccionismo puede venir también en formato “permiso gubernamental”. En Uruguay, por ejemplo, sólo está permitido hacer cierta cantidad de compras al exterior vía internet: únicamente tres por persona física en un período de un año. Un país que no fabrica un motor digno de ser usado, priva a toda su población de artículos que sería improbable (cuando no carísimo) conseguir en comercios locales.
El proteccionismo es el opuesto de la libertad. Quien defienda postulados proteccionistas, no aboga por la libertad.
Desconfíe de un repentino acceso gratuito a todo
Esta es quizás la promesa más común entre los distintos candidatos. Y la que, de cumplirse, trae consigo más decepciones.
A groso modo, la explicación es la siguiente: ningún país tiene dinero propio. El dinero que el Estado recibe procede de sus ciudadanos, que se lo facilita en formato impuesto. Los impuestos son muchos y todos ostentan un valor distinto: desde un aparentemente inofensivo 1 % a el IVA, que suele estar alrededor del 20 % en la mayoría de los países occidentales.
Con este dinero el Estado paga a una siempre innecesaria cantidad de empleados públicos, obras públicas, asistencia social, jubilaciones, subvenciones, etc. Si agrego más gastos (al igual que en cualquier casa) deberé tener más ingresos. No es una lógica inasequible al cerebro humano.
El candidato que prometa más viviendas sociales, más empleo en el sector público, más y mejores escuelas, disparatados aumentos de pensiones e incluso más ministerios, le está diciendo a usted, votante, que deberá pagar más impuestos.
Y ni se le ocurra preguntarse “¿pero de dónde más me van a sacar plata?”. No subestime jamás la creatividad política. Ya existe en varios países el impuesto al sol, por lo que siempre habrá algo más que gravar.
“Lucharemos de forma incansable contra el flagelo de las drogas”
¡Tantas veces lo hemos escuchado que parece mentira que sigamos cayendo en el mismo cuento!
Estimados lectores, me entristece el alma comunicarles que quien se quiera drogar, lo seguirá haciendo. Incluso en países como Estados Unidos, que llevan décadas “luchando” contra el narcotráfico, destinando miles de millones de dólares para tal fin y donde en buena parte de los estados la sola posesión de narcóticos es ilegal, y donde, asimismo, la “mano dura” está al orden del día, los crímenes relacionados con consumo de drogas no hacen más que aumentar.
¿Y de dónde sale el dinero para financiar tantas “luchas”? ¿Adivinó?: ¡de usted!
Siempre hay una forma de hacer que absolutamente todo, atrocidades incluidas, suene bello en un principio. Pero detrás de tanta elocuencia hay una intención, y es responsabilidad del individuo, más allá de cualquier bandera político-partidaria, saberlo.