Mi intención era comenzar estas líneas asegurando que Uruguay es hoy testigo de lo improbable, de lo inimaginable, de lo sin precedentes. Un Uruguay que está muy lejos de lo que pudo haber sido, desgarrando su potencial, tirando a la basura la promesa hacia sí mismo y hacia un continente que lo miraba expectante: aquel país chiquito, con menos habitantes en todo su territorio que en casi cualquier ciudad capital en el mundo bien podía ser ejemplo a imitar.
Hay, sin embargo, una falla garrafal en el párrafo que describe la idea sobre la que pretendo explayarme: en Uruguay no hay testigos. No hay un solo uruguayo que sea hoy testigo de la decadencia. Uruguay es, aunque (me) duela, cómplice.
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Uruguay es cómplice de este periplo (¿sin retorno?) hacia un desconcierto político, social y económico en el que jamás ha estado en democracia.
No me malinterpreten. No soy amiga de las revueltas de otrora, que no hacen más que dañar los estándares democráticos. Sí sostengo, empero, que la república – y los valores envueltos en ésta – no se defienden con comentarios coléricos en redes sociales.
La pasividad es quizás la forma más vil de complicidad. La tolerancia ya no es tolerancia, sino resignación.
Durante su gira europea, Tabaré Vázquez pintó un país de ensueños en el que ya quisiera yo vivir. El Uruguay en el que en sólo un año hubo un homicidio cada treinta y tres horas es desconocido (o ignorado) por el distraído mandatario. Este año, en sólo 48 horas, cuatro personas fueron asesinadas.
El Uruguay seguro que Vázquez vendió no existe, y resulta más que irónico que sea precisamente la izquierda la que salga a mentir con total impunidad y descaro a cambio de inversión extranjera.
Vázquez ensayó dos tipos de mentiras: las totales, como la previamente ilustrada, o parciales. Un ejemplo de la segunda es cuando aseguró a Vladimir Putin en Moscú que Uruguay y Rusia comparten “los mismos valores y principios”, que detalló en “amor por la libertad, la democracia, la justicia social, la solidaridad”.
La idea de compartir valores con un gobierno totalitario, homófobo y patotero no resulta atractiva, en absoluto, para el uruguayo medio. Pero sí lo es para Vázquez y el partido de gobierno, que se alejan cada vez más de la república y coquetean, en cada oportunidad dada, con el autoritarismo. El concepto de liberad que pulula en Rusia es el que Vázquez fácilmente haría suyo.
Pero no sólo desde la ex Unión Soviética causó polémica. Desde Berlín, y en entrevista con la Deutsche Welle, el presidente aseguró que en Venezuela hay democracia porque “funcionan tres poderes”.
Queda más que claro de qué lado está el gobierno y cuáles son sus intenciones. ¿Con qué cara mira Vázquez a sus ciudadanos? Vázquez sabe que miente, y no le importa mentir.
¿Desde qué atril puede un frenteamplista hoy acusar o burlarse de los disparates de Donald Trump mientras apoya y defiende a Vázquez? No hay “ay, no vas a comparar” que valga: Trump y Vázquez se parecen a la hora de deformar al mundo según sus intereses. La democracia en Venezuela y el respeto a las libertades en Rusia son tan inexistentes como el atentado en Suecia que existió solo en la cabeza de Trump.
Mientras tanto, en Uruguay, María de los Ángeles Camiño, fiscal de Crimen Organizado que actuaba en el caso ANCAP (la refinería estatal que el actual vicepresidente, Raúl Sendic, llevara al borde del quiebre) renunció al cargo por razones de salud. El hecho se desata a días del comienzo de las declaraciones de funcionarios y jerarcas.
Vamos a no ser suspicaces. Vamos a creer que Camiño en verdad tiene problemas de salud, como le puede pasar a cualquiera. Ahora le pregunto yo al lector, usted, de tener alguna enfermedad ¿pide traslado o un cese absoluto de actividades por el tiempo pertinente? Me inclino a adivinar lo segundo. Pues bien, Camiño pidió un traslado. Es decir, que está más o menos afectada por su quebranto de salud según caso o tarea.
¿Está Camiño gozando de las mismas libertades que gozaría en Venezuela y Rusia? ¿Hay miedo por parte del gobierno frenteamplista ya que Camiño estuvo al frente de las investigaciones por casos de presunta corrupción de la ex aerolínea uruguaya PLUNA, cerrada por el expresidente José Mujica?
No tengo la respuesta, pero éste es un hecho gravísimo para un gobierno que se saca tanta bandera y se hace tanto autobombo. Me atrevería a decir que es el caso con implicaciones más serias desde el retorno a la democracia en 1985.
Y la pregunta inevitable, si el alejamiento de Camiño es lo que parece, es ¿qué tan lejos está Uruguay de tener a su propio caso Nisman?
Hay dos Uruguay: el que Vázquez vende y aquél en el que viven sus ciudadanos. No son el mismo, no coinciden, no se reconocen entre sí. Es obligación del uruguayo, por lo tanto, traer a Vázquez al plano real.
Es eso, o cargar con el peso de la complicidad.