EnglishTrascendió en los últimos días una foto de un texto de sexto año de primaria que muestra la triste comparación de la autora entre el comunismo y los Pitufos. Hablamos de UY siglo XX, de la profesora Silvana Pera con la edición de Índice Grupo Editorial.
En dicho texto –que, a efectos de no desestimar su importancia, es usado actualmente en escuelas– se lee, luego de una corta y sesgada introducción a la ideología comunista, lo siguiente:
“Quizá te ayude el siguiente ejemplo para acercarte a la idea de la sociedad comunista. ¿Conoces a los Pitufos? Son una comunidad que vive en una aldea. Todos tienen acceso a la vivienda. Nadie pasa hambre. El pozo de agua es para uso colectivo, no es de nadie y es de todos. Todos tienen obligaciones con la comunidad, por ejemplo ocuparse de aquello que saben hacer, Pitufo cocinero cocinará, Pitufo carpintero arreglará lo que se rompa, y así cada uno de la comunidad aporta con su trabajo y recibe del trabajo de los demás. El comunismo podría ser una situación similar a eso”.
- Lea más: Comunismo: primer fracaso y engaño del socialismo soviético
- Lea más: Alemania Oriental floreció gracias al fin del comunismo
Esto pasa en el Uruguay hoy, no hablamos de locos textos de otrora, en los que Evita era la única madre concebible en Argentina, su “jefa espiritual”. Este es el Uruguay del siglo XXI, el Uruguay de la “izquierda moderada” que tantos elogian sin haber pasado más de quince días en suelo oriental.
Queda más que claro, por lo tanto, que la izquierda no ha conocido jamás el significado del término “moderación”, y que de hecho “izquierda” (sea en su versión comunista, socialista, emepepista –corriente del expresidente José Mujica, MPP– o afrancesada) y “moderación” se contradicen y anulan mutuamente.
Como si fuera una especie de atenuante, y acorralado ante la polémica generada, el consejero de Educación Inicial y Primaria, Héctor Florit, manifestó que el texto es utilizado solo en escuelas privadas, agregando que “los textos que utilicen instituciones privadas no tienen ni censura ni control”. Admitió, sin embargo, que la comparación es “desafortunada”.
Me cuesta creerle al señor Florit. Me es casi imposible considerar la mera posibilidad de que las escuelas privadas tienen tanta libertad, particularmente porque trabajé en instituciones privadas buena parte de mi carrera como docente y sé que las estas deben cumplir a rajatabla –quizás más que sus pares públicas– cualquier tipo de regulación.
Pero incluso si Florit es honesto, el caso no nos debe dejar de alarmar. Se sigue tratando de un clarísimo lavado de cerebros que afecta a un grupo de nuestros niños, sin importar a qué clase de institución concurran.
Quizás quien más asuste –después de Pera, evidentemente– sea la directora de la editorial, Adriana Fernández, que se refirió al libro como “excelente” y “súper objetivo”.
Es menester recordar que no es la primera vez que en Uruguay hacemos frente a tales barrabasadas –sepa disculparme el lector por el término, pero sostengo mi indignación, es más que justificada–.
Con Historia económica y social del Uruguay 1870-2000, editado en 2015 por Santillana (madre de las editoriales escolares) vimos un episodio similar. Este texto, cuyo público eran alumnos de secundaria, afirma que el “neoliberalismo” es una “escuela de pensamiento económico” para la cual “no son prioridades ni la justicia, ni la libertad, ni la igualdad”.
“Los neoliberales o neoconservadores retomaron la idea de que el Estado no debe intervenir en la economía”, que el ‘gran agente regulador’ es el mercado, ‘la mano invisible’ y ‘la iniciativa privada’”, afirman los autores, con total liviandad. Los nombres detrás de esta serie de mentiras descomunales son Leonor Berna, Pablo Lignone y ¡Silvana Pera!
En el mencionado libro se lee, además, que el neoliberalismo (sobre el que se machaca una y otra vez) “fue aplicado en Uruguay, primero por la dictadura militar (1973-1985) y luego por los primeros gobiernos que la sucedieron, dirigidos por los partidos Colorado y Nacional, cuya condición de democráticos está en tela de juicio.”
En otras palabras, desestima la validez de gobiernos completamente democráticos. Me pregunto cuáles son las razones de los autores para extender su “tela de juicio”. ¿Que no eran gobiernos de izquierda?
El Frente Amplio y sus siervos están convencidos de haber inventado al país. Nada existe fuera del Frente Amplio, ni siquiera la democracia misma. El Frente Amplio, podría concluirse, no respeta la institución democrática.
El Frente Amplio desgarra la laicidad tanto como lo hizo la Unión Soviética, y lava tantos cerebros como los Castro. Seamos claros: no es posible, no es ético minimizar la gravedad de este episodio.
No debemos creer que el Frente Amplio no sostiene las ideas que empapan las páginas de estos libros. Basta con leer las declaraciones que el presidente Vázquez hiciese desde Alemania la semana pasada: “en Venezuela hay democracia”.
Uruguayos, basta de creer que somos moderados. Basta de creer que somos la excepción. Basta de mirar para otro lado y creer que no pasa nada cuando tenemos un gobierno cómplice del hambre y de la tortura.
Ninguno de los dos libros menciona las millones de vidas que el comunismo se ha llevado y se sigue llevando consigo, de más está decir. Ninguno de los libros hace la menor referencia a la suerte de la oposición durante el comunismo.
Ojalá el comunismo fuese solamente un cómic.