Las elecciones presidenciales francesas, que se llevarán a cabo el 23 de abril y 7 de mayo (primera y segunda ronda de balotaje respectivamente) serán, en pocas ocasiones en la historia, de tanta importancia para Latinoamérica y para todo el mundo.
Desde la victoria del republicano Donald Trump en Estados Unidos el pasado noviembre, bien podría formarse la alianza Trump – Le Pen – Putin, aunque esta fórmula, en esencia pro-proteccionismo y anti-inmigración, si bien es posible, no es probable.
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Todas las encuestas aseguran que la ya apodada “eterna candidata”, Marine Le Pen, sí llegará a segunda ronda del balotaje, pero los votos que obtendrá no le serán suficientes para pavimentar su camino hacia el Elíseo.
Si bien los medios internacionales han puesto sus ojos en la populista, pocos pueden anticipar quién será su contrincante. Hasta hace solo cuatro días, François Fillon, candidato de Les Républicains y exprimer ministro de Nicolas Sarkozy, era una “ficha segura”.
Es necesario hacer un paréntesis aquí para tener en cuenta que Francia es el único país occidental que ha sido testigo de ataques terroristas en terreno propio una y otra (¡y otra!) vez, por lo que el resultado de estas elecciones puede dar una pista sólida sobre cómo pretende actuar Occidente frente al yihadismo.
Además, la imagen débil de Hollande a nivel internacional ha alejado a los franceses del socialismo, si bien Francia es históricamente un país que hace constantes guiños a la izquierda.
Fillon, quien hace menos de una semana fuera llamado el “candidato de la honestidad” podría haber ganado a Marine Le Pen sin mayores esfuerzos. Sin embargo, ha sido acusado de otorgar a su mujer, Penélope, la suma de 500.000 euros por un empleo ficticio. La Fiscalía Financiera ha abierto la pertinente investigación al respecto, y el francés ha asegurado que se retirará de las elecciones si las acusaciones fuesen dictaminadas como ciertas por la Justicia.
“Mi mujer trabaja para mí desde 1981, cuando gané mis primeras elecciones”, asegura. “Su trabajo es legal, perfectamente transparente y real“, agregó.
François Fillon es quizás demasiado austero para el paladar político francés, pero a pesar de ello contaba con un 61 % de aprobación popular –que, naturalmente, cayó en picada después del bautizado “penelopegate”.
“A río revuelto, ganancia de pescador”, asegura la sabiduría popular. Pero ¿quién se beneficia de este escándalo? Los dudosos ganadores (o pescadores, para seguir el hilo del proverbio) son Marine Le Pen y Emmanuel Macron.
¿Por qué? Porque los socialistas franceses hacen ingeniosas maniobras en la cuerda floja para mantenerse con vida (política). Durante el debate entre los candidatos oficialistas Valls y Hamon, hubo (literalmente) un momento en el que cada uno propuso políticas distintas según su propia interpretación de los cuestionables datos y conclusiones del economista francés Thomas Piketty. Puede el lector entonces imaginar el resto del evento.
El “penelopegate” beneficia a Marine Le Pen porque para muchos franceses, votar a alguien que no represente claramente a la derecha, es retroceder. Entrevisté a varios franceses de distintas edades y nivel educativo que si bien aseguran no tener intención de votar a “la eterna candidata”, usaron el mismo adjetivo para describir a la Unión Europea: “opresiva”. La retirada de Fillon es un dulce fertilizante en los números de Le Pen.
Emmanuel Macron, sin embargo, es quien más puede ganar. El “JFK francés” parece tenerlo todo: es joven, apuesto, su esposa es bella y, como si fuese poco, es un socialista arrepentido.
Vale la pena recordar que si bien Macron fue ministro de Economía de Hollande hasta el año pasado, se retiró de las filas del Partido Socialista en 2009 y fundó, a fines de 2016, su propio partido “En marche!”, que convenientemente describe como “ni de izquierda ni de derecha”.
Su fórmula ha sido vista miles de veces en la historia: captar votos de indecisos, de simpatizantes de derecha que no quieran a Le Pen o a un exprimer ministro de Sarkozy, y seducir asimismo a quienes alguna vez votaron al partido socialista y están ya hartos hasta de su desencanto.
Emmanuel Macron encarna lo que en marketing se denomina catch all (atrapar a todos) y a él, hasta el momento, le funciona.
Muchos son los análisis que se pueden hacer, pero hay, al final del día, solo dos verdades. Una, es que cuando la democracia más sólida del planeta está en manos de un showman proteccionista, los ojos se posan en Europa clamando por liderazgo, y un presidente que esté a la altura de Theresa May será más que bienvenido. Las elecciones en Francia importan hoy como nunca lo han hecho desde la Segunda Guerra Mundial.
La segunda verdad, quizás incluso más verdadera, es que después del Brexit, después de Trump, después de la victoria del NO en Colombia, es evidente que cualquier resultado es, para bien o para su opuesto, posible.