“Educación, educación, educación”, pregonaba el expresidente y ahora senador José Mujica en su toma de posesión el 1° de marzo de 2010.
Sin embargo, la izquierda no solo ha hecho poco por avanzar en materia educativa, sino que pareciera tener la intención de retroceder, de anclar a sus ciudadanos en la ignorancia y subyugarlos a la paralización intelectual.
El pasado 24 de enero, en entrevista para Ecos, el presidente de AEBU (Asociación de Empleados Bancarios del Uruguay) Pedro Steffano aseguró que no considera menester la exigencia de formación académica para ingresar al Banco República (banco del Estado uruguayo).
El ente, que se encuentra en vías de abrir un concurso para completar 120 vacantes, accedió a eliminar la escolaridad como requisito. La sugerencia nació en el sindicato, que considera es un mecanismo “elitista”.
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En palabras de Steffano, “la escolaridad es importante, pero solo para determinadas cosas”. Agregó además que “es como que me digan que para ser senador o diputado se debe considerar la escolaridad de los candidatos”.
Las reacciones no se hicieron esperar: el escándalo fue inmediato.
Aquello de “igualar por lo bajo” nunca fue más cierto. En el Uruguay de la izquierda, el esfuerzo no es ni será recompensado, ni mucho menos promovido.
Lo que AEBU no comprende, y probablemente así tampoco lo haga la central de trabajadores (PIT-CNT) es el mensaje que se da a una generación decadente.
Nadie duda que probablemente haya genios con estudios mínimos que, tal como insinúa Roberto Umpiérrez, presidente de la comisión Representativa del Banco República para AEBU no hayan avanzado académicamente por “circunstancias de la vida“. No es ese el quid de la cuestión.
El gran problema que la izquierda, fiel a sí misma, no quiere ver, es que lo que llega al oído de un joven es que la formación académica en general no es importante.
Seamos realistas: trabajar en el banco estatal es un puesto de privilegio, con un sueldo de privilegio (29.388 pesos uruguayos, unos 1.020 dólares) con el que demasiados uruguayos apenas si pueden soñar.
Hay una razón por la que ser empleado estatal es, en Uruguay, “el sueño del pibe”, y AEBU está propagando el mensaje de que sin mayores esfuerzos, el sueño se hará realidad.
La educación uruguaya está en condiciones paupérrimas, al punto que las autoridades han decidido no analizar los pésimos resultados de las últimas pruebas PISA.
Isabel Jaureguy, la consejera representante de docentes del CES (Consejo de Educación Secundaria) confirmó a El Observador que “el tema no siquiera está en la agenda del Consejo”.
Siendo éste el panorama, no se me ocurre mejor momento para fomentar el estudio y la dedicación.
Hay, además, muchos detalles –que no son tales– detrás de todas estas afirmaciones.
Un requisito no es sinónimo de elitismo –aunque, claro está, para la izquierda todo lo es.
Si yo formo un equipo de fútbol, pondré como requisito que quienes pretendan formar parte del mismo sepan, en efecto, jugar al fútbol. Y, en la más deseable de las circunstancias, que tengan alguna habilidad para el mencionado deporte.
No voy a convocar a Jorguito solo porque siempre ha soñado con ser futbolista y, el Estado Socialista no lo permita, se pueda sentir discriminado y hiera así yo sus sentimientos.
En la vida real hay reglas que no puedo flexibilizar según mi conveniencia al respecto. El mundo no se adapta a uno, uno se debe adaptar al mundo. Uruguay no le dice eso a sus jóvenes.
Otra gran interrogante es qué clase de funcionarios desea tener el Estado. Uruguay ¿aspira a ser efectivo? De ser así, está tomando los caminos equivocados.
Las autoridades de la educación aseguran que PISA no representa la realidad educativa uruguaya. ¿Pensarían lo mismo si fuésemos los líderes en la región? Lo dudo.
Y si para la izquierda uruguaya la escolaridad es una clase de elitismo, ¿por qué mintió entonces el vicepresidente sobre un título que no tiene? ¿No quedamos en que la formación académica no es relevante?
En Uruguay, quien más trabaja es quien más impuestos paga. El Estado abre puertas no a quien menos tiene, sino a quien menos se esfuerza.
El Uruguay de la izquierda se estancó con discursos idealistas, que harían llorar a más de uno. El socialismo y estatismo han herido al país de una forma jamás vista en democracia. En tales horas, es primordial recordar que un gobierno que no promueva el estudio no tendrá nunca buenas intenciones.