No se trata de defender a nadie. Tampoco se trata de atacar a otros. La objetividad, aunque inexistente (quien escribe es un sujeto que se construye en subjetividades) evita ambos extremos.
Sin embargo, una prensa en verdad seria no elogia al presidente electo de los Estados Unidos, el magnate Donald Trump (no por ser Donald Trump), sino porque no es tal el rol de los medios. Pero una prensa en verdad seria, asimismo, no describiría el discurso de la actriz estadounidense Meryl Streep durante los Golden Globes el pasado domingo como “poderoso” o “aplastante”.
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No se confundan, amo a Meryl Streep. Pero la amo como lo que es: una actriz. En tanto actriz, me conquistó por primera vez de la mano de Woody Allen, interpretando a Jill Davis, la exesposa vengativa de “Manhattan”, probablemente la mejor comedia romántica de todos los tiempos.
Políticamente Streep ha caído en ese pseudo-progresismo hollywoodense, probablemente el más hipócrita de todos.
En su sospechosamente ya legendario discurso que ha sido Trending Topic en Twitter por más de doce horas, Streep repasa a las celebridades allí presentes destacando su origen (no americano) entre los cuales encuentra canadienses, italianos, nigerianos, israelíes… en fin. Bromea con que a ninguno se le ha pedido el certificado de nacimiento, en referencia a la torpe insistencia de Trump hacia Barack Obama, a quien acusó de haber nacido en Kenia y exigió mostrase el mencionado documento.
Afirma luego que si todos ellos fueran expulsados de Estados Unidos en su calidad de inmigrantes, el pueblo americano sólo vería fútbol y artes marciales mixtas (MMA, por sus siglas en inglés) que destaca “no son las artes”.
Meryl Streep se convirtió en la madre absoluta del sesgo, y el sesgo (el de la actriz y el de cualquiera) no pretende más que matar a la razón.
Streep debería saber – y supongo que lo sabe, ya que es una mujer extremadamente inteligente- que las famosas políticas “antiinmigrantes” de Donald Trump no tocarán a la elite. No tocarán a las celebridades por las que ella teme.
De hecho, ningún inmigrante legal, celebridad o no, correrá peligro de deportación durante la presidencia de Trump – si es que este cumple con sus promesas. Es más, ni siquiera es seguro que, en una primera instancia, la totalidad de inmigrantes ilegales esté en peligro real de expulsión formal.
El presidente electo ha reiterado en varias oportunidades que su plan es deportar a inmigrantes ilegales con antecedentes penales. Bastante diferente ¿no?
Entonces Streep debería ser un poco más cuidadosa. No quisiera creer que alguien cuyo trabajo es tan respetado a nivel mundial está deliberadamente tergiversando la realidad, acomodándola en conveniencia con sus propios intereses políticos – así sean éstos meramente ideológicos.
Si, tal como pronunció la actriz en su discurso, desde el momento que aquellos en el poder agravian, dan permiso para agraviar; es también cierto que desde el momento que aquellas personalidades influyentes realizan sentencias tendenciosas y sesgadas, abren la puerta al sesgo y al fanatismo.
Si todos queremos una sociedad crítica, capaz de poner cualquier titular en tela de juicio, no podemos llevar a sus miembros de las narices hacia un costado o hacia el otro.
¡Ay, Meryl Streep! ¡Te es tan fácil! Es tan fácil hablar desde un podio, rodeada de cámaras y gozando de absoluta libertad mientras usas un vestido que probablemente iguale a un sueldo promedio en Estados Unidos – quizás peco de quedarme corta – y tanto tú como los inmigrantes que mencionas volverán, luego de “revolucionar” al mundo, a sus respectivas mansiones, en las cuales les basta apenas un chasquido de dedos para obtener cuanto quieren, en las cuales pueden ser cualquier cosa… excepto esos ciudadanos comunes a los que usan.
Por supuesto que Donald Trump hace exactamente lo mismo, pero tú aseguras ser mejor que él. Yo me pregunto si lo eres.
Hay un grupo de inmigrantes que no goza de las mismas libertades, incluso en tu mismo país. No hay mansiones para ellos. Ellos se levantan a las 05:00 de la mañana para ir a trabajar en hora. Ellos no tienen ni cámaras ni micrófonos ni vestidos lujosos. Probablemente, en su mayoría ni siquiera miraron los Golden Globes: la televisión es un lujo cuando uno vive de prestado.
A ellos no los nombraste. No nombraste tampoco al joven discapacitado que fuera secuestrado y torturado por un movimiento anti-Trump. Quizás ellos no valen lo mismo pues no representan “las artes” o porque no se pueden dar el lujo del esnobismo.
Donald Trump no pudo controlar (como nunca puede hacerlo) su manía por el desprestigio y salió al ataque de Meryl Streep en Twitter, describiéndola como “sobrevalorada”.
Es difícil esperar otro comportamiento por parte del magnate. Defensa y agresión no son lo mismo, y en este caso el descrédito era más que innecesario.
Ellos no lo saben, pero son iguales. Trump y Streep no necesitan de ataques externos, son figuras que tienden a la implosión, sin ayuda de nadie, ahogados en su propia soberbia, ceguera intelectual y propaganda inescrupulosa.