La ministra de Desarrollo Social, Marina Arismendi (Partido Comunista) y la senadora Mónica Xavier (Partido Socialista) son sin dudas para Uruguay mujeres de otrora. Sus respectivos partidos son miembros de la coalición de izquierda (Frente Amplio) que gobierna el país desde 2005, y ambas insisten en reafirmar las ideologías y miedos que sacudieron al continente y al globo entero.
- Lea más: Pedidos de ;mano dura en Uruguay preparan el terreno para el autoritarismo
- Lea más: Del dicho al hecho: el ruinoso legado de Mujica para Uruguay
Sus posturas no coinciden con un mundo dinámico que pretende avanzar hacia el futuro dejando de lado discursos gastados en el correr de las décadas, tras innumerables pruebas de fracaso absoluto.
En su entrevista para Quién es Quién, de Diamante FM la senadora Mónica Xavier advirtió, casi que con delirios de mártir, que hay que cuidarse de los avances de la derecha en la región. Xavier sabe, o quiero creer que sabe, que Mauricio Macri, actual presidente de Argentina, no representa a la derecha. Pero también sabe que la falsa dicotomía entre “derecha” e “izquierda” funciona casi siempre. Sabe que decirle a la ciudadanía que esta “derecha” imaginaria es algo de lo que “hay que cuidarse” puede surtir algún efecto.
Pero todo este palabrerío, este sinsentido de la senadora, refleja en realidad una realidad más que positiva: la izquierda en el Uruguay de hoy, tiembla de miedo. Sus declaraciones son, como decimos en el Río de Plata, “manotazo de ahogado”. La gente se desenamora a alta velocidad de los preceptos socialistas, del actual gobierno, y del sistema político en general. Así al menos lo demuestra la última encuesta de FACTUM, en la cual se reveló que los uruguayos creen más en los bancos (65 %) que en los partidos políticos (22 %). Hasta la Iglesia, en un país históricamente laico como ha sido Uruguay, despierta más confianza en los uruguayos (38 %).
La senadora dijo también que “hay que cuidar al gobierno” para evitar que suceda lo mismo que en Brasil, pues “la democracia no es maná que cae del cielo”.
Es bajo, de inmensurable mala intención, querer mantenerse en el poder por medio del miedo. Si bien es un viejo recurso totalitarista, no beneficia a la población de ninguna manera. Cuando infundir miedo es política, es porque los argumentos se acabaron. Porque ya no hay razones que puedan ser válidas para un ciudadano.
Los populismos apelan siempre a las emociones. Suelen tener los jingles más emocionantes, los discursos más sentidos y pasionales, la retórica más conmovedora. El motivo es, claramente, que el populismo no puede apelar a la lógica y a la razón, pues no llegaría jamás al poder.
Como uruguaya, escuchar a una senadora de larguísima trayectoria sembrar terror a golpes de estado, no sólo me entristece, sino que me genera gran alarma. ¿Cuándo paran? ¿Cuál es la línea que separa a los distintos dirigentes del Frente Amplio de Kirchner, de Maduro y de Castro? ¿Existe tal línea?
- Lea más: Aseguran que Cristina Kirchner pidió no investigar conexión iraní con atentado de la AMIA
La ministra de Desarrollo Social, Marina Arismendi, fue quizás más lejos en el juego de aferrarse al pasado. En una entrevista para El Observador, la líder comunista reafirmó la lucha de clases. Xavier apuesta al “derecha” versus “izquierda”, y Arismendi al “ricos” versus “proletariado”. Es en engendrar odio que radica un posible éxito futuro.
Valiéndose de números que sólo responden a la peor crisis económica uruguaya, no a su promedio histórico, Arismendi busca argumentar por qué sigue habiendo la necesidad de financiar a los pobres. Sostiene que a los beneficiarios del Estado no hay que pedirle contrapartida alguna y afirma que esto no es asistencialismo.
Cuando se le pregunta por el 80 % de la clase media que está en riesgo de caer en pobreza, la ministra dice no creer en su existencia. “Yo soy marxista – asegura – y para mí la clase media no existe, son capas medias”.
La ministra se extiende en porcentajes dudosos, y deja bien en claro cómo cualquier ideología que no sea la izquierda es nociva. Elogia, a pesar de los esfuerzos del periodista, los logros del Frente Amplio. Mientras tanto, la indigencia crece en Uruguay en un 53 %.
Ni Xavier ni Arismendi expresan sólo desprecio hacia la “derecha”, ni es sólo odio hacia los “ricos”: además, mienten, como ha mentido siempre el totalitarismo, y en esto último creo que hay que ser muy claro: quien diga que la izquierda pura y dura no existe en Uruguay, está equivocado. No solamente sí existe: ocupa un ministerio y una banca en el senado.
La cercanía uruguaya a Venezuela no resulta entonces disparatada, sino que tenebrosa.