Es bien sabido que yo no creo que el Gobierno estadounidense sea capaz de pronosticar correctamente nada. Alan Greenspan y Ben Bernanke han hecho famosas predicciones, completamente despistadas, respecto a las burbujas bursátiles y de vivienda, y famosos economistas de la Fed han sobreestimado repetidamente la fortaleza de la economía desde que sus previsiones se hicieron públicas en 2008 (véase mi artículo anterior sobre el tema).
Pero hay un execonomista de la Fed y la Casa Blanca que tiene un mejor récord… lo cual realmente no es decir mucho. Durante su carrera pública y privada, el exgobernador de la Fed y economista de la era Bush en la Casa Blanca, el economista jefe Larry Lindsey, logró, de hecho, estar en lo correcto en algunas cosas.
A finales de 1990, Lindsey fue uno de los pocos gobernadores de la Fed en advertir acerca de la burbuja bursátil que venía, y en sugerir que las previsiones sobre el crecimiento futuro de los beneficios empresariales eran extremadamente optimistas.
Célebremente, predijo también que el costo de la invasión de Irak en 2003 superaría en gran medida los US$50.000 millones estimados por el entonces secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, una disidencia que en última instancia le costó su posición en la Casa Blanca. Pero incluso la predicción de Lindsey de $100.000 o $200.000 millones resultó demasiado conservadora: se espera que el precio final de la invasión y la ocupación excedan los $2 billones.
Ahora Lindsey está hablando de nuevo, y esta vez apunta a lo que ve como un problema dolorosamente obvio: que la Fed está creando nuevas burbujas que nadie parece dispuesto a encarar, o incluso a reconocer. Entrevistado por la cadena CNBC, el 8 de junio en Squawk Box, Lindsey ofreció una evaluación inusualmente contundente de la situación actual de los mercados y la economía. Parafraseando:
“Al público y a la clase política les encanta ver que todo sube. Tuvimos la ‘burbuja #1’ en la década de 1990, la ‘burbuja #2’ en la década del 2000, y ahora estamos en la ‘burbuja #3’. Es muy divertido mientras está subiendo, pero nadie quiere ser acusado de acabar la fiesta temprano. Pero el trabajo de la Fed es quitar la ponchera con el licor antes de que la fiesta realmente se ponga en marcha”.
La fiesta comenzó hace años y ha estado imparable desde septiembre de 2011, la última vez que el Dow se corrigió más de 10 por ciento
A su favor, Lindsey ve cómo esto está sembrando las semillas para un dolor futuro, diciendo:
“La actual tasa de interés de fondos de la Fed es claramente demasiado baja; la única pregunta es cómo la subimos. ¿Lo hacemos lentamente y empezamos temprano, o esperamos a vernos obligados, por el mercado de bonos, o por eventos o estadísticas, en cuyo caso tendríamos que movernos más rápido? El enfoque menos riesgoso es movernos lenta y gradualmente”.
En otras palabras, él está prácticamente pidiendo a sus antiguos colegas de la Fed que comiencen a subir las tasas de inmediato. Yo aprovecharía la afirmación de Lindsey e iría un paso más allá; la fiesta realmente comenzó hace años y ha estado imparable desde septiembre de 2011, la última vez que el Dow se corrigió más de 10%. (Esa corrección se produjo en un momento en que la Fed había dejado brevemente de estimular los mercados con la flexibilización cuantitativa). Desde entonces, el Dow ha subido casi un 58% sin tomar respiro alguno. La fiesta, desde hace mucho, ha pasado a ser delirio.
Associated Press, en un estudio de más que 500 empresas, encontró que el 72% de ellas habían ajustado ganancias que fueron superiores a los ingresos netos en el primer trimestre de este año, y la brecha entre esas cifras había aumentado a dieciséis por ciento, desde nueve por ciento cinco años atrás. También encontraron que 21% de las empresas reportaron ganancias ajustadas que fueron 50% más altas que los ingresos netos, frente a 13% sólo cinco años atrás.
Pero con la ponchera llena aún sobre la mesa, y los ritmos de la disco golpeando en los altavoces, los inversores se han dejado llevar por las cortinas de humo y los espejos y han aceptado a las ganancias ajustadas a valor nominal.
No es coincidencia que el crecimiento económico y el desempeño del mercado de valores se hayan estancado desde diciembre de 2014
De la misma forma, han dejado pasar el efecto distorsivo de la enorme ola de recompra de acciones corporativas (financiada sobre la espalda de seis años de tasas de interés al cero por ciento de la Fed). Las recompras han creado la ilusión de crecimiento en las ganancias por acción, incluso mientras los ingresos se han estancado.
Así que felicitaciones a Lindsey por señalar la horrible verdad. Pero yo no comparto su creencia de que la economía y el mercado de valores puedan sobrevivir la subida lenta y constante de las tasas por la que él aboga. Creo que una parte muy grande de incluso nuestro modesto crecimiento actual, se basa en el “efecto riqueza” del crecimiento de las acciones, bonos, y el precio de bienes raíces que ha sido posible solo gracias a las tasas de cero por ciento.
En mi opinión, no es coincidencia que el crecimiento económico y el desempeño del mercado de valores se hayan estancado desde diciembre de 2014, cuando el programa QE de la Fed llegara a su fin (tiene muy poco que con el invierno fuerte o el cierre de los puertos de la Costa Oeste).
De hecho, las burbujas actuales son tan grandes y frágiles que el aire ya se está saliendo con tasas todavía en cero. Sin embargo, a diferencia de las burbujas anteriores, que estallaban en respuesta a aumentos de las tasas de la Fed, la burbuja actual puede ser la primera en estallar sin alfiler. Parece que la Fed teme esto y hará todo lo posible para evitar cualquier tensión. Por eso los oficiales de la Fed hablarán de subir las tasas, pero seguirán saliendo con excusas de porqué no se pueden.
Lindsey tendrá razón en que eventualmente los mercados obligarán a la Reserva Federal a elevar las tasas de forma aún más abrupta si espera demasiado tiempo para elevarlas por su cuenta. Pero él subestima enormemente la magnitud de la subida y la severidad de la crisis cuando suceda. No va a ser simplemente el final de una fiesta delirante, sino el comienzo de la peor resaca económica que esta nación ha experimentado hasta ahora.