
¿Qué tienen en común el inminente default financiero de Venezuela, el anuncio de un nuevo ciclo de negociaciones entre el Gobierno y la oposición venezolana (o por lo menos una parte de esa oposición), la fractura -ya más que fractura, estallido- de la Mesa de la Unidad Democrática y las nuevas sanciones de Estados Unidos, Unión Europea y Canadá?
Según fuentes bien informadas, en Caracas, mucho más de lo que pudiera pensarse a primera vista., l régimen de Nicolás Maduro, ahorcado por la crisis financiera y las sanciones, está intentando ganar tiempo con una negociación con la oposición, como ha denunciado una parte de la misma, mientras la otra intenta ganar unas condiciones electorales al menos similares a las de diciembre de 2015, cuando ganó, por avalancha, las elecciones parlamentarias: Triunfo que no pudo sostener hace un mes en las elecciones regionales, mientras que para las municipales tiene una derrota garantizada, pues Maduro ha utilizado el modelo nicaragüense para asegurarse ser mayoría electoral, incluso siendo clara minoría política.
El Gobierno de Maduro está extremadamente preocupado con la posibilidad de sanciones por parte de la Unión Europea; de ver repetidas, por decenas, las detenciones como la de Nervis Villalobos, además del congelamiento de activos de funcionarios corruptos del Gobierno. Nuevamente, según fuentes confiables, teme, particularmente, que se devele la trama que involucra a un exministro hoy residente en Alemania.
“Por alguna razón que desconozco”, señalaba un diplomático europeo en Caracas, “las sanciones de la Unión preocupan mucho más a los funcionarios del Gobierno que las de Estados Unidos”. Por supuesto, el diplomático conoce la razón. El lugar más seguro, desde 1999, para un corrupto venezolano, era Europa, porque la confrontación con EEUU era inevitable, más tarde o más temprano; además, porque ante la presión en EEUU, decenas de corruptos venezolanos se han alojado en el espacio Schengen, y en particular, en España y Portugal, destinos apetecidos por clima, idioma y afinidad cultural.
Además, la prohibición de importar material para la represión puede convertirse en muy grave para el Gobierno de Maduro, que ya no puede obtener esos materiales de Estados Unidos o de Brasil; baste recordar que hace dos semanas Islandia retuvo un cargamento de lacrimógenas, procedente de China y que tenía como destino Venezuela.
El armamento necesario
Esa capacidad represiva del régimen de Maduro es extremadamente necesaria en este momento para sus militares, más allá de que el país esté en calma aparente; el chavismo sigue temiendo una explosión social, ante una hiperinflación que hace que los precios suban casi diariamente, mientras el empleo se desploma, aunque el Gobierno emita cifras mentirosas. El comercio, principal empleador del país, ha visto como seis de cada diez tiendas han cerrado en los últimos cinco años; los salarios, mientras tanto, no alcanzan los 10 dólares mensuales.
Si no estuviera preocupado, Maduro estaría loco. De hecho, la desesperada “Navidad por decreto” impuesta por el mandatario intenta poner en la agenda un tema celebratorio que no está en el ánimo de ningún venezolano, y que luce tan incongruente como una samba en un velorio. Pero el chavismo apuesta, ante la falta de cualquier otra cosa, por la propaganda, y en este momento, le resulta bien.
El prolegómeno de la crisis
Pero, adicionalmente, la crisis que hemos visto hasta ahora no sería sino el abreboca de algo mucho peor si, como todo parece indicar, Venezuela declara una moratoria unilateral de su deuda, algo que ya hizo Maduro, disfrazada de “decreto de reestructuración”.
Hasta donde la información en un régimen secretista como el venezolano está disponible, Venezuela incumplió esta semana con la amortización de intereses de los bonos de Pdvsa. Los acreedores, también según fuentes financieras, están dando plazo hasta el lunes para iniciar demandas. Y esto pondría al país ante el disparadero, ahora sí, de una crisis humanitaria de proporciones pavorosas, de demandas y de cierre total del crédito.
El jueves en la noche, Reuters especulaba que la Oficina de Control de Activos Extranjeros, OFAC, de Estados Unidos, haría una excepción de sus sanciones (las mismas por las cuales, ese preciso día, pusieron en cuarentena a otra docena de funcionarios venezolanos) para permitir que Pdvsa emitiera nuevos bonos y evitara el default.
Aunque en este momento eso pertenece al terreno de la especulación, que tan solo esta agencia, bien informada en los mercados financieros, pusiera el tema en el tapete indica que incluso un Gobierno de línea dura como el de Donald Trump estaría dispuesto a aflojar un poco la cuerda que le puso al cuello a Maduro, Cabello, y compañía.
Negociar el pasado
¿A cambio de qué? Pues de la negociación de un cronograma electoral. Más allá de la ideología, Trump puede permitirse un poco de pragmatismo, especialmente a instancias de Juan Manuel Santos, uno de sus mejores aliados, quien el jueves, en Londres, Inglaterra, señalaba que “mi pesadilla es Venezuela”.
El grupo de partidos políticos opositores más cercano a la comunidad internacional (fundamentalmente Primero Justicia y Voluntad Popular) fue el que anunció la concurrencia a una nueva ronda de negociaciones en República Dominicana, acompañado por los Gobiernos de México, Chile y Paraguay, que también han sido fuertes en su presión al régimen de Maduro.
Lo que se negociará en Santo Domingo, lamentablemente para la oposición, es mucho menos que lo que se pudo haber negociado hace meses. Según las mismas fuentes, lo que se aspira concretar es la conformación de un nuevo Consejo Nacional Electoral, menos comprometido con el chavismo que la grosería representada por las actuales rectoras; y el retorno a las condiciones electorales de diciembre de 2015, que ya no eran buenas, pero que comparadas con las actuales conformaban un panorama casi democrático.
Si Maduro está contra las cuerdas internacionalmente, localmente, son las oposiciones las que están en la misma condición. Llama la atención que VP y PJ utilicen a la Mesa de la Unidad Democrática para anunciar las conversaciones, e inmediatamente, Vente Venezuela y La Causa R (que hace apenas una semana conformaron con VP y PJ la plataforma “Venezuela Primero”) salgan a desmentir que estén participando en esto; Acción Democrática, que permanece dentro de la coalición en términos formales, pero fuera en lo sustancial, hace mutis; y Un Nuevo Tiempo y Avanzada Progresista, que siempre fueron acusadas de ser la “oposición complaciente”, pues dan la razón a sus críticos y llaman a la negociación. Es decir, al menos hay tres toletes opositores.
En todo caso, y 18 años después, está claro que cuando negocia, el chavismo no tiene ninguna intención de ceder nada, sino de ganar tiempo. ¿Para qué? Cuando tienes los pies fuera de la cárcel y deberías estar dentro, cada día que pases en libertad es bueno. Maduro y toda la cúpula del Gobierno hace tiempo traspasaron los límites permisibles en una democracia y en un Estado de derecho.
Esto lo tiene claro la comunidad internacional, y buena parte del país. Pero por lo pronto, quienes tienen el poder son ellos; siempre podrán aislar más, someter más, a Venezuela.
Y evitar un éxodo masivo, que comprometería a Colombia, Panamá, EEUU y buena parte de Europa, parece ser el cometido de la comunidad internacional. Primeramente a través de una normalización de la situación del país, pero si esa normalización no es posible, sería a través del aislamiento de Venezuela, como ya indicó Santos cuando, nuevamente desde el Reino Unido, indicó que “desea” mantener sus fronteras con Venezuela abiertas.
Es decir, la otra opción (cerrarlas más o menos definitivamente) también existe.
La oposición (las oposiciones) venezolana(s), en tanto, pinta(n) poco.