La exacerbación de las protestas en Venezuela ha traído aparejada una exacerbación aún mayor de la mentira, en términos generales y específicos, como penúltima línea de defensa del régimen comunista de Nicolás Maduro -la última línea, por supuesto, es la represión.
Así, al régimen no le molesta hacer pasar una concentración opositora como si fuera una manifestación a favor de la espuria Constituyente que pretenden los mandones (pues Maduro es solo la cara visible de una corporación mafiosa, y en esto hay un consenso prácticamente universal en Venezuela); intenta disfrazar un documental producido por el chavismo como si fuera realizado por NTN24; no siente asco, siquiera, de manipular el homicidio de un manifestante opositor para hacerlo parecer un crimen cometido por sus compañeros.
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Hace muchísimos años, cuando el horror que vive hoy mi país apenas comenzaba, Hugo Chávez (que se disfrazaba de loco para que lo subestimáramos, pero pensaba las cosas que decía y las llevaba a cabo), invirtió la frase que se le atribuye a Von Clausewitz: Afirmó que “la política es la continuación de la guerra por otros medios”.
Si la política es solo una variante de la guerra, y en toda guerra la primera víctima es la verdad, el descalabro que vivimos hoy con Maduro tiene toda la lógica del mundo. Chávez concibió siempre la política como una guerra, y el resultado es que el país está hoy en el límite, justamente, de una guerra civil.
Cuando se trata con comunistas, y no hay la menor duda de que lo que queda de la dirigencia del chavismo es lo más radicalmente comunista que tuvo este movimiento, comenzando por el propio Maduro (y que el Gobierno chavista es ya comunista, de un comunismo, además, hamponil, sobre lo cual puntualizaremos más adelante), es necesario volver a los textos de Vaclav Havel, quien tan valientemente denunció al sistema de propaganda del comunismo en una serie de textos, de los cuales el más famoso es El Poder de los Sin Poder.
Todo el poder… para ellos
En realidad, este artículo está motivado por una frase de Elías Jaua, al que seguramente se le escapó decir que la Constituyente se hacía “para que el poder no se vaya más nunca de Miraflores” (el palacio de Gobierno). Inmediatamente intentó corregir, señalando que se refería “al poder del pueblo, al de los campesinos, de los trabajadores, de los estudiantes…”.
Una de las ideas omnipresentes en el pensamiento de Havel es cómo la propaganda sirve para aislar al habitante (que no ciudadano) de los regímenes comunistas de la miserable existencia que lleva, darle una suerte de empoderamiento simbólico que deja un resquicio ídem en la losa de aplastamiento que pesa sobre él todos los días.
Así, cuando Havel se refiere a ello, señala que el poder burocrático está disfrazado de “poder del pueblo”; la censura se ejerce en nombre de la “salud mental”, o de los “derechos de los niños”, de ese pueblo al que se aísla; y en general, obtura todos los caminos en una red de poder que termina destrozando cualquier disidencia.
El objetivo no es otro que el sometimiento de la población, lograr que la gente se adapte, y dándole prebendas pequeñas a aquellos que se someten primero o que se hacen, a su vez, repetidores de la versión oficial. Un ejemplo está en las llamadas “Cajas CLAP”, uno de los mecanismos más miserables de control social que se hayan parido en cualquier régimen comunista.
En un sistema así, como dice Havel (y está comprobando amargamente la sociedad venezolana, a propósito de su lucha contra la Constituyente espuria que promueve Maduro), decir la verdad, y más aún, exigir el cumplimiento de la Ley, termina siendo un acto revolucionario que se castiga con cárcel. La Constitución checoslovaca garantizaba la Libertad de Expresión, pero la célebre Carta 77 mandó a Havel a prisión.
La verdad es revolucionaria porque la mentira del Gobierno, machacada 24/7 por los medios oficiales (y en Venezuela, también por los oficiosos), no tiene asidero ni siquiera en los mismos voceros. Jaua sabe, y todos sabemos que sabe, incluso los que lo aplauden en su discurso, que el poder tiene que estar en Miraflores para que él siga ejerciéndolo como miembro destacadísimo de una casta que disfruta de las mieles del Gobierno.
Si tiene un mínimo de decencia, sabe también que el chavismo se agotó, que sería incapaz de ganar cualquier elección. Lo sabe Jaua, lo sabe Maduro y lo sabe el último de quienes todavía son chavistas. Pero saben más aún que perder el poder será perder la libertad, o incluso la vida, y por ello se aferran al Gobierno. Fuera de él, están condenados al ostracismo y al olvido.
El “poder de los sin poder” es justamente el de ofrecer la verdad como acto revolucionario. Cuando suficiente gente tiene más indignación que miedo, y deja de callar, (en Venezuela estamos justo a punto de llegar a ese momento), los regímenes, aunque intenten sostenerse por las bayonetas, terminan desplomándose.
El narcomarxismo
Prometí que iba a hablar sobre la tipificación del Gobierno de Maduro como comunista, y a pesar de que creo que no hay la menor duda de ello, hay que aclarar ciertos puntos. Hay quienes me dicen que “queda propiedad privada en Venezuela”. Mi respuesta tiene dos vertientes: La primera es que queda “por ahora”; la segunda es que ninguna propiedad es privada si no se garantiza el goce, disfrute y disposición.
Por ejemplo, si usted tiene una panadería, pero no puede decidir cuánto ni qué tipo de panes produce, usted no es el dueño de su negocio (y este es un ejemplo real y actual entre miles que uno puede mostrar); si usted tiene un apartamento, pero quiere venderlo e irse de Venezuela, y para convertir el producto de esa venta en una moneda que pueda negociar, tiene que recurrir al mercado negro, usted no vive en un sistema capitalista.
Voy más allá. El envilecimiento hasta la desaparición de la moneda venezolana, el bolívar, es el acto de comunismo más palpable de Maduro, porque la moneda es la propiedad más democrática; la que todos, en pequeña o gran cantidad, tenemos en nuestros bolsillos. Decía Lenin que si quieres destruir un sistema capitalista, destruyas su moneda.
En todo caso, el aporte de Chávez y Maduro, si se puede considerar como tal, al marxismo, es la aparición de un “lumpenmarxismo”, el marxismo del hampa común, (a pesar de lo que Marx detestaba lo que llamaba “lumpenproletariado”) o, más allá aún, “narcomarxismo”: Un marxismo ligado a las mafias delincuenciales que el alemán no pudo ni imaginar, porque el crimen organizado, en gran medida, no existía en el siglo XIX.
Que el Gobierno que dirige Venezuela en este momento (o que parte de la gente que dirige el Gobierno de Venezuela) tiene vínculos con el narcotráfico, es casi una certeza universal; una de esas verdades que los venezolanos no nos atrevemos a decir, aunque estoy seguro de que una encuesta dejaría claro que la mayoría del país lo piensa.
Por supuesto, a esta altura, no hay evidencias de ello. Pero hay una serie de indicadores que podemos citar: Por ejemplo, a través de Venezuela se trafica toda la droga que llega a África Occidental; 80% de la cocaína que se produce en Colombia se distribuye a través de Venezuela; el Gobierno de Hugo Chávez rompió la cooperación con la DEA, y en gran parte, los vínculos con las autoridades colombianas en materia de narcotráfico; dos sobrinos de la pareja presidencial esperan sentencia en Estados Unidos por narcotráfico (y han dicho que usaban el hangar presidencial para traficar, según se ventiló en el juicio); el vicepresidente de Venezuela, Tareck El Aissami, ha sido considerado “capo del narcotráfico”, por el Gobierno estadounidense.
Si bien buena parte de las señales vienen de Estados Unidos, el dato sobre el África Occidental viene de la ONU. El Gobierno venezolano, con Chávez primero y Maduro después, ha estrechado vínculos con los países de África Occidental con peor reputación. Y a través de África, la droga viaja a Europa.
Como ya dije, evidencias no hay, pero hay señales muy fuertes.
Tras la Cortina de Hierro, donde vivía Havel, era muy difícil luchar contra el comunismo. En Venezuela, pelear contra su variante delincuencial también lo es.
Pero aún así, los venezolanos están ganando hoy la batalla por la Verdad, en honor de héroes como Havel y tantos otros que libraron a la humanidad, casi totalmente, de la ideología criminal que es el marxismo. Porque cualquier ideología que niegue la libertad individual, y esto el poeta checo lo sabía y lo expresó muy bien, termina siendo criminal.
Como regalo final les dejo este video de una señora en La Pastora, Caracas, dirigente del chavismo, que en un acto público con sus camaradas tuvo la dignidad como para decir esto. Ojalá vengan muchos más así: