
Este viernes 19 de mayo (y en un acercamiento francamente inusual), el segundo comandante de la Guardia Nacional Bolivariana de Venezuela, Giuseppe Cacioppo, aceptó dentro de la sede central de este cuerpo castrense, ubicado en Caracas, a cinco periodistas, de un total de 25 que protestaban ante las puertas de la institución con el eslogan de “somos periodistas, no somos terroristas”, exigiendo que cesaran los ataques de los uniformados en la cobertura de las manifestaciones que durante 50 días, han ido arrinconando a Nicolás Maduro, el dictador venezolano, y hoy lo tienen contra las cuerdas.
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Cacioppo se refirió a estas agresiones contra los reporteros como “casos puntuales”, y a las muertes, bien documentadas, de manifestantes a manos de funcionarios de la Guardia Nacional, como “casos individuales de actuaciones irregulares”. Lamentó que “estos casos no llegan ni a mil efectivos”, por lo cual, señaló, es injusto acusar a toda la GNB por lo que están haciendo algunos de sus miembros. Pero más allá, Cacioppo afirma que la GNB “no tiene relaciones con los ‘colectivos’”, los paramilitares que, sobre motocicletas, han azotado las manifestaciones con tiros.
Mientras tanto, en las afueras del comando, Eugenio Delgado, periodista español, se las cantaba claras a los guardias nacionales. Les decía que el día anterior, el jueves, en la marcha de la oposición, le habían robado su dinero y sus equipos, justamente, dos funcionarios de la GNB:
https://www.youtube.com/watch?v=vqw5buaO0eU
La declaración del segundo de a bordo de la GNB, su cortesía con los periodistas y su aparente sinceridad contrastan con lo que, apenas dos días antes, declaraba el superior jerárquico de Cacioppo, el ministro de la Defensa, Vladimir Padrino López, quien, culminaba varios días de intervenciones públicas siempre con el mismo mensaje: La Guardia Nacional Bolivariana no usa armas de fuego en manifestaciones, siempre usa armas no letales, y finalmente, era antes de 1999 que eso era práctica común. No había nada errado, ni ilegal, en el comportamiento de este cuerpo.
Todo lo anterior, por supuesto, era mentira, una mentira que, como todas, tiene las patas cortas, se agarra fácilmente. Menos de 24 horas después, el Ministerio Público anunció la imputación de tres guardias nacionales por el asesinato de Manuel Castellanos, de 46 años, en Tucapé, estado Táchira. Y fue el propio comandante de la Guardia Nacional, Antonio Benavides Torres, quien salió de carrerita, en Twitter, a decir que “no avala conductas delictivas” de sus funcionarios. Es, por cierto, su último tuit hasta los momentos.
No avalo y condeno categóricamente el uso de armas de fuego en operaciones para el restablecimiento de orden público por funcionarios #GNB
— A. Benavides Torres (@ABenavidesT) May 17, 2017
La Fiscalía también puede haber jugado un papel en la recepción de Cacioppo a los periodistas. Menos de 24 horas antes, también había solicitado protección para estos en las manifestaciones. Comienza la fiscal Luisa Ortega Díaz a ser una piedra en el zapato de la creciente militarización de la vida en Venezuela, incluyendo la investigación de otro asesinato, el de Diego Arellano en Altos Mirandinos. Para impedir la planimetría, la GNB lanzó lacrimógenas… ¡A la policía científica! Es difícil de creer, pero es cierto.
Montados en un caldero
No es menos cierto que el rechazo de la colectividad, tanto venezolana, como internacional, a la actitud represiva de la GNB ha crecido exponencialmente en las últimas semanas; internamente, en forma de daños a las propiedades e instalaciones del componente, como ha pasado, fundamentalmente, en Táchira, Mérida y en los Altos Mirandinos, en tres ciudades dormitorio de Caracas; externamente, en el durísimo comunicado de Luis Almagro, secretario general de la Organización de Estados Americanos, sobre la cadena de mando implicada en potenciales violaciones de los Derechos Humanos, que va de los comandantes de las Zonas de Defensa Integral de cada región, hasta Benavides Torres, el ministro del Interior, Néstor Reverol, y Padrino.
https://www.youtube.com/watch?v=haHhaKNHHUU
La alargada sombra de juicios penales internacionales parece haber infundido algo de miedo en la cúpula militar del chavismo: Benavides Torres es, en este momento, probablemente el militar más comprometido en el chavismo, al menos de la Guardia Nacional. Está incluido en la lista de Barack Obama por la represión en 2014, y es quien anunció, con claro tono dictatorial, el inicio de juicios militares a civiles participantes en las protestas. Pero la declaración de Almagro es particularmente dura con Padrino, a quien acusa de dar un golpe de Estado al defender las actuaciones inconstitucionales de Maduro.
Está en su naturaleza…
¿Cambiará la actitud de la Guardia Nacional en los próximos días? Seguramente no. La violencia está en la historia de la GNB, tradicionalmente percibida como represiva (y mucho más aún como corrupta) por los venezolanos; además, con la activación de la llamada “segunda fase del Plan Zamora”, anunciada por Padrino, lo esperable es más represión.
El problema para Maduro, es que lo que hasta ahora le había funcionado, la represión pasiva, ya no resulta. Ya comienza a no resultar ni siquiera la activa. Por lo cual, cada vez más, y como señala Henrique Capriles, se le encomendará a los “colectivos” la represión, porque los venezolanos, hasta ahora, no se han arredrado, y todo indica que no lo harán próximamente. Por el contrario, la indignación y el malestar crecen cada día más en Venezuela. Esto pone al país en la encrucijada de una masacre.
Ya no vale ni siquiera la pena hablar de las declaraciones de Cacioppo en las que señala que la GNB no tiene relación con los colectivos, cuando apenas cuatro semanas antes, el comandante de la ZODI Lara, José Torrealba, había señalado que en efecto, los colectivos, según él, salen del comando de la Guardia Nacional en Barquisimeto “para recoger los escombros de las manifestaciones”.
Tampoco vale la pena mencionar el video que se hizo viral de “colectivos” en la explanada de Fuerte Tiuna, el principal fuerte militar del país, en Caracas, descansando antes de salir a reprimir:
Nadie duda de que dentro de la Guardia Nacional haya funcionarios descontentos con lo que está sucediendo. Lo dicen los 85 supuestos detenidos en la Dirección General de Contrainteligencia Militar (Dgcim) por negarse a la represión, o el funcionario al que, se anunció, se le detuvo y se le abrirá juicio por declararse abiertamente en contra de los malos tratos a los ciudadanos.
Pero lo cierto es que dentro del componente militar, dentro de esos 80 mil hombres que no pueden ser juzgados por la actitud de mil, según Cacioppo, cada vez hay más dudas sobre quiénes componen el cuerpo. Son públicas las acusaciones de que en los últimos años, la formación de la Guardia Nacional bajó de dos años a menos de tres meses, y que de los últimos 2 mil aceptados, hay 1.500 con antecedentes de todo tipo.
Esto explica, además, actos de crueldad extrema como el del niño wayúu al que en Maracaibo, la GNB le adhirió una bomba lacrimógena a su espalda, produciéndole graves quemaduras.
El proceso agudo de deterioro de la GNB vino con la creación de la llamada “Guardia del Pueblo”, en los meses finales de la vida de Hugo Chávez, en 2012; muchos de ellos, en ese momento, según se dijo, formaban parte de “colectivos”, y rápidamente, su actuación fue cuestionada.
Y en el fondo, con toda seguridad, como se ve por su comportamiento, la mayoría de estos “colectivos” son expolicías y exguardias, los de peor conducta, recompensados por el “chavismo” por un sueldo fijo para “defenderlos” mediante la violencia, y con total impunidad para robar o matar cuando no están activos.
Es por esto que tanta gente dice que el Gobierno de Maduro no es una dictadura latinoamericana tradicional, ni siquiera una dictadura latinoamericana tradicional de izquierda, sino un régimen delincuente, un Estado dominado por un grupo hamponil, como solo se ha visto en África.
Y es por eso, también, que la comunidad internacional debe tomar un papel mucho más activo en el cerco a estos hampones, antes de que se produzca una catástrofe humanitaria que ya se vislumbra en toda la región. La posible válvula de escape es el propio Nicolás Maduro, un salvoconducto que lo ayude a abandonar el poder sin tener que enfrentar a la justicia… por los momentos.