Este domingo en la noche, y quizás para demostrar que continúa al frente del Gobierno venezolano, tras pasarse la Semana Santa en el Caribe, Nicolás Maduro hizo una “alocución” televisiva (así la definió, por eso las comillas), rodeado de su gabinete ministerial, para hacer una serie de anuncios y presentar lo que definió como “las pruebas del golpe de Estado” del que supuestamente estaría siendo víctima, con “una triangulación de conspiraciones internacionales”.
En dicha “alocución”, en la que se presentó como un “defensor de la fe” (?) frente a “los anticristos” de la oposición que, según él, pretenden derrocarlo, por haber protestado durante la Semana Santa, Maduro machacó dos ideas fundamentales: 1) A partir de la madrugada de este lunes, 17 de abril, comenzaría un proceso de militarización de todo el país, con el fin de enfrentar el mencionado y supuesto golpe; y 2) en respuesta a unas sedicentes “pruebas” presentadas en videos (jóvenes que denuncian a Primero Justicia y a Voluntad Popular como responsables de los disturbios de los últimos días en el país), procederá a “meter preso, según sea, a quien tenga el cargo que tenga”, porque, según afirmó, “tengo poderes constitucionales para tomar medidas”.
- Lea más: Oposición venezolana niega que esté negociando con la dictadura el cese de las protestas
- Lea más: Video muestra brutal agresión contra periodistas venezolanos
Por demás, juzguen los lectores (en especial los que están fuera de Venezuela: Los que estamos aquí tenemos la piel curada de mamarrachadas) si un video de este tenor constituye una “prueba” de algo o es simplemente propaganda, de la peor:
Represión marca las últimas horas
Por supuesto, ambas medidas tienen que ver con que Maduro enfrenta una semana crucial para su régimen. Según fuentes bien informadas, a las que PanAm Post tiene acceso, el Gobierno está esperando una manifestación (o muchas manifestaciones, más bien) descomunales, comenzando este 19 de abril, a las que trató de anteponer unas marchas por vecindarios este domingo, que tienen que haber elevado más la alerta, porque en ningún caso su poder de convocatoria pasó de las decenas de personas.
#16Abr 5:30pm Vídeo: Pequeño grupo de chavistas marchan y los caen a cacerolazo en San José, Ccs pic.twitter.com/YTBbPZJut7 – @Mmorin_informa
— Reporte Ya (@ReporteYa) April 16, 2017
Maduro ha pasado de tener una relación problemática con la verdad (su Gobierno nació con ese estigma: desde los últimos meses de Hugo Chávez hasta lo cerrado de su elección, que muchos siguen calificando de fraudulenta, con un guion, por cierto, repetido por Lenín Moreno en Ecuador y este domingo 16 por Reccep Erdogan en Turquía) a la simple mitomanía: cada vez más encerrado en el pequeño grupo que lo acompaña, como Hitler en abril de 1945, planifica ciudades y mueve divisiones inexistentes en un bunker que no va más allá del Palacio de Miraflores, como los huevazos de San Félix le recordaron esta misma semana.
El mandatario venezolano puede militarizar al país, pero no puede detener la protesta, porque no ha recibido permiso del Parlamento para pasar al Estado de Conmoción. Sin embargo, puede intentarlo por la vía del Tribunal Supremo, pero eso sería restar aún más apoyos internacionales a su ya frágil imagen.
Además, mostrando lo desorientado que está, cuando Maduro hace referencia a sus “poderes constitucionales”, está volviendo a citar las nefastas sentencias 155 y 156 del Tribunal Supremo, que justamente le daban poder de enviar a quien quisiera a los tribunales militares, y que por eso mismo levantaron una gigantesca alarma en la comunidad internacional y en el país. En el fondo, es una de las pocas oportunidades en las que el mandón venezolano no miente: las sentencias que “corrigen” las anteriores, las 157 y 158, no existen, son papel mojado. El golpe de Estado, por lo tanto, sigue vigente, y lo dieron Nicolás Maduro y sus secuaces en el Tribunal Supremo.
Pero además, y sobre las “confesiones” de los jóvenes detenidos (más de 400, según la ONG Foro Penal Venezolano), se están acumulando decenas de expedientes por tortura y malos tratos, tipos jurídicos muy bien definidos en la legislación del país, y denunciados, nada menos, que por Julio Borges, presidente de la Asamblea Nacional, es decir, presidente de uno de los poderes públicos. La fiscal general, Luisa Ortega, que denunció al mundo “la ruptura del orden constitucional” de las sentencias 155 y 156, guarda silencio, pero es posible que vuelva a pronunciarse en los próximos días sobre este tema: mientras, el Defensor del Pueblo, Tarek Saab, anuncia que “ha enviado forenses” a las sedes de la policía política, el tenebroso Sebin, como si su función fuera hacer la autopsia y no impedir que tales hechos se produzcan, y si se producen, elevar su denuncia y sus demandas ante los tribunales.
En resumidas cuentas, ante el cada vez más visible deterioro de su Gobierno, cada vez más desnudo, Nicolás Maduro ha decidido aumentar la represión. La represión, que ya fue muy fuerte la semana pasada, vendrá más fuerte: será más ostensible la presencia militar en la calle, podríamos estar ante detenciones masivas, ante más periodistas golpeados, ante más torturas. Ante el final de desecho de uno de los más grandes errores históricos que ha tenido un país rico en ellos como Venezuela, como dice Daniel Fermín, uno de los politólogos más reconocidos del país:
Solo les queda la mentira y la violencia. Andan desnudos, Venezuela está unida en un grito por el cambio y la libertad.
— Daniel Fermín (@danielfermin) April 17, 2017
Una historia del pasado: Isabelita y los militares
No quiero terminar este relato sin hacer memoria de lo que pasó en Argentina en 1976. Isabelita Perón, una presidenta débil, cuestionada, impopular, sin más apoyo que el de ser viuda de Juan Domingo Perón, y que tenía como asesor a un brujo, como López Rega, militarizó el país para enfrentar las protestas (estas sí, duras, rayando en el terrorismo muchas veces) de los “Montoneros”, a los que Isabelita había ilegalizado. ¿Les suena parecida, la historia?
Bueno, los militares tomaron el país, y procedieron a darle un golpe de Estado que comenzó siendo relativamente incruento, pero que terminó en una de las más grandes tragedias del continente: un septenio de oscuridad y violaciones de los derechos humanos.
Ojalá ese no sea el destino de Venezuela. Pero quien se acuesta con lobos, corre el riesgo de amanecer devorado. Y Maduro ha confiado todo a la carta de los militares y ha llevado su Gobierno a límites tras los cuales solo puede esperarlo la prisión.