L’Osservatore Romano, el órgano oficial y oficioso de prensa del Vaticano, publicó este miércoles una nota en su primera página sobre la represión en Venezuela, en la que afirma que “Venezuela está en el abismo”. Denuncia a los grupos progubernamentales que “abrieron fuego contra la oposición”, y señala que “una docena de estaciones de metro fueron cerradas y el centro de la ciudad estaba completamente militarizado”.
Para un ojo no entrenado, este es uno más entre los centenares de periódicos del mundo que dedicaron espacio, estos días, a reseñar la represión en Venezuela, el grosero ventajismo del que hace gala todos los días el Gobierno de Nicolás Maduro, y la alevosía con la que actúa cotidianamente.
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Pero la nota de L’Osservatore Romano no es business as usual. Como expresión de la voz del Vaticano, este diario da cuenta de que la Santa Sede está mirando cuidadosamente la situación en Venezuela. Y decir el Vaticano es decir el papa Francisco, hasta ahora, un velado apoyo de Maduro y de su régimen, por decir lo menos: fue el papa el que sustentó el “diálogo”, en el momento en el que el chavismo se ahogaba, hace seis meses; es el que ha recibido al mandón venezolano en los momentos de mayor tensión para su Gobierno.
Vamos a otro titular de prensa: este, de la local, la venezolana. Es del ministro venezolano de Defensa Padrino López, y de quien se puede decir que si uno se lo encuentra en una escalera, no sabe si va bajando o subiendo. Después de días de silencio tras las infames resoluciones 155 y 156 del Tribunal Supremo de Justicia, Padrino emite dos tuits: Uno llama al secretario de la OEA, Luis Almagro, “a renunciar”; otro señala que “no tiene idea del repudio que sentimos los venezolanos por su actitud injerencista”:
Por el camino que lleva la desgastada Organización, rumbo a su desintegración y por razones éticas, el Sr. @Almagro_OEA2015 debe renunciar.
— Vladimir Padrino L. (@vladimirpadrino) April 5, 2017
Organizaciones verticales y presiones desde abajo
A estas alturas, los lectores de PanAm Post no entenderán por qué Francisco, quien se llama Jorge Bergoglio y es sacerdote jesuita, y Padrino, quien se llama Vladimir, están mezclados en estas líneas.
Es la explicación que sigue: Padrino había estado extrañamente callado, y, según dicen, aguantando presiones de Nicolás Maduro para que hiciera un planteamiento firme, desde el Alto Mando Militar, a favor de las sentencias 155 y 156. Pero no lo hizo, y la única explicación posible es que los militares a su cargo, comandantes de tropas, militares de rango medio y bajo, perciben las sentencias de la única manera como se pueden percibir: como un golpe de Estado.
A su vez, Francisco, con su actitud declaradamente peronista y sus constantes devaneos de izquierda, debe haber estado enfrentando presiones que vienen no solo de la Conferencia Episcopal Venezolana (que con su actitud valiente llama a las cosas por su nombre permanentemente) sino de la propia Curia de los Cardenales, y mucho más concretamente, tanto de Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano, quien conoce bien Venezuela pues fue nuncio apostólico recientemente en el país, como de Claudio María Celli, quien fue designado como mediador del diálogo por el Pontífice y emitió un duro documento en diciembre denunciando el incumplimiento del Gobierno de los convenios suscritos en octubre.
Pacta Non Sunt Servanda
Tanto en ese caso, en micro, como en la OEA, el Gobierno de Maduro demuestra que Pacta Sunt Servanda, “lo pactado obliga”, uno de los principios básicos de la diplomacia universal, no se cumple en su caso.
En una arremetida feroz (afortunadamente, sin ninguna fuerza, por provenir de quien viene), Maduro y sus socios, Evo Morales y Daniel Ortega, han tratado de desacreditar la resolución de 21 Gobiernos del continente, apelando a la Carta Democrática Interamericana, por la vía de desacreditar a Luis Almagro (basura, polvo cósmico, lo ha llamado Maduro) y por la vía de desacreditar a la propia organización continental.
Sin dinero, sin fuerza, sin respaldo interno, Maduro ha recurrido a levantar las soflamas de la autodeterminación y del nacionalismo, pero la estrategia es limitada, y le ha hecho ganar cada día más enemigos. Ha perdido un apoyo fundamental en la región esta semana: el del Frente Amplio, en Uruguay. Pone como ejemplo a Lenin Moreno (como ejemplo de que él no tiene que hacer elecciones), pero, debilitado, el nuevo (y cuestionado) presidente ecuatoriano, seguramente no tendrá mucho interés en defender a un aliado que resulta un verdadero bloque de cemento en los pies.
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La represión sigue igual
No es verdad que la represión desatada esta semana por el Gobierno de Maduro haya sido mayor que la de costumbre, como señala la prensa internacional. En realidad, está igual que siempre. Desde 2014, Maduro viene mostrando un talante feroz cuando se trata de reprimir: más allá, luego de hacerlo, culpa a la víctima, como lo ha hecho cuando dice que los 43 muertos de las manifestaciones de hace tres años son responsabilidad de Leopoldo López.
Lo que sí ha cambiado, como lo muestra L’Osservatore Romano, es la percepción internacional por el hecho, agravada, además, porque ya la comunidad mundial tiene claro que la mayoría de los venezolanos no se enteran de lo que pasa en su propio país, en medio de una prensa y una televisión cooptados, o comprados abiertamente, por el gobierno.
Cuando el mundo se da cuenta de que la represión es brutal, es porque ese gobierno, como el de la Suráfrica del Apartheid, tiene las horas contadas. A menos que, en su desesperación (porque sabe que salir del poder significa, para todos ellos, la cárcel o algo peor) Maduro se juegue el expediente de Al Assad, que estamos viendo con el uso de armas químicas en Siria. Es decir, el expediente del genocidio.
Es algo que la cúpula del chavismo muestra todos los días (la comparación con Libia y Siria) pero que uno no sabe si estará dispuesto a hacer llegado el momento.
En todo caso, la ayuda que puede ofrecer la comunidad internacional es la de ofrecer una salida honorable a Maduro, que además lo libre de las garras de El Aissami y de Cabello, que, según afirman muchos, lo tienen secuestrado.
Este es el reporte de situación el 6 de abril. Venezuela es un hervidero, pero aún hay margen de negociación.