Este fin de semana, en Venezuela, #ExpropiarEs fue tendencia en Twitter por más de 16 horas. El impulsor de la etiqueta, la ONG Cedice-Libertad, señala que más de 42 millones de personas interactuaron con la misma en la red social, mostrando no solo lo sensibilizados que están ante el tema, sino la indignación que sienten por el más reciente expolio del Gobierno de Nicolás Maduro: El efectuado contra al menos tres panaderías en Caracas, la capital del país, y cerca de media docena en el interior.
#ExpropiarEs quitarle panaderías a quienes por años trabajaron más que otros y crearon puestos de trabajo. ¡Defiende #TuPropiedad! pic.twitter.com/hLpXtDvTsB
— Cedice Libertad (@CEDICE) March 19, 2017
Son estos negocios las más recientes víctimas del empeño de Maduro de culpar a los demás por lo que es, en estricto sentido, únicamente su responsabilidad, que ha sido conducir a Venezuela al despeñadero del socialismo. El antecesor de Maduro, Hugo Chávez, había prometido que el expolio confiscatorio (porque, utilizando la misma frase de Cedice, o de la política María Corina Machado, #ExpropiarEs robar), no alcanzaría a las pequeñas y medianas empresas; que se limitaría a los grandes capitales. Esos eran, en la visión comunista de Chávez, los malucos.
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Pero ha resultado que ya no queda casi nada grande que confiscar, porque lo que no han confiscado ya ha caído en la quiebra como consecuencia de las desastrosas políticas del chavismo-madurismo; ahora hay que buscar otros enemigos. Estos se vuelven difusos, artífices de una sedicente “guerra económica”, de la que jamás explica Maduro por qué se la hacen, y sobre todo, qué interés tendría alguien de suicidarse solo por desprestigiar a un mandatario y a una clase política tan corruptos e incompetentes que no necesitan, para nada, que los ayuden con la tarea.
Es así como Maduro ha encontrado en los panaderos a las nuevas víctimas propiciatorias; quizás porque, como me contaba un señor muy mayor, polaco venido a Venezuela como un niño en la posguerra europea, “comunismo es el sistema en el que se hace cola para comprar pan”. Recordaba este amigo que, superada la ocupación nazi, lo que más recordaba de su temprana niñez era como las primeras colas que se armaban en Varsovia eran para adquirir la hogaza.
Sabe el mandón que las filas siguen molestando a los venezolanos, y aunque la mayoría de ellas han sido confinadas a las madrugadas (la gente ya ni siquiera se molesta en esperar productos que sabe que no van a llegar) y que las únicas que quedan visibles, todo el día, son las del pan. Es por la misma razón que ahora prohíbe a los restaurantes sacar la basura a la calle a su hora, los obliga a esperar el camión del aseo: No le molesta que la gente coma basura, le molesta que se vea.
Pero los venezolanos, a su vez (que con el petróleo a 100 dólares, en su mayoría, se habían imaginado como una fiesta de viajes, automóviles y whisky subsidiados) saben hoy que cada vez que Maduro o Chávez expropiaron algo, ese algo terminó cerrado y robado desde dentro. De hecho, en una encuesta reciente, 80 % de los venezolanos se mostraban contrarios a la intervención estatal en economía, un cambio muy grande con respecto a 1999, cuando seguramente la cifra era la contraria.
Es por eso que Maduro no quiere realizar elecciones ni siquiera de consejos comunales, y es por ello también que a quienes se les ocurrió protestar por la toma de la panadería Mansion’s Bakery, en el centro de Caracas, por un grupo de malvivientes disfrazados de justicieros, una suerte de Robespierres caribeños, les enviaron los colectivos, para que los aterrorizaran y si fuera necesario, les dieran un par de palos o unos tiros. Solo es pueblo el que apoya al régimen.
https://twitter.com/TheSnowCrash/status/843764437341364225
Está claro que el chavismo vive sus estertores. Pero no lo está menos que esos estertores se pueden prolongar durante mucho tiempo. Maduro y el cada vez más cerrado grupo que lo rodea (que se debate entre los formados en Cuba y los que son fichas de Diosdado Cabello, que parecen comenzar a copar el alto Gobierno, con Tareck El Aissami a la cabeza) no van a entregar el poder con facilidad.
Es crucial que los venezolanos, y muy especialmente su liderazgo político, entiendan que ya estamos en una de las últimas capas de la cebolla del totalitarismo al estilo cubano. Hoy son las panaderías como ayer fueron los negocios de electrodomésticos o las concesionarias de automóviles; y cuando estos queden inutilizados por completo, ¿quién pagará los platos rotos de un sistema que solo provee pobreza?
Me temo que seremos los ciudadanos, los que tenemos un automóvil particular o dos apartamentos, o incluso uno demasiado grande para lo que el régimen considera necesario. Eso pasará si no detenemos a tiempo esta locura, algo que solo podemos hacer unidos y exigiendo lo que hay que exigir, que es lo mismo que exige Luis Almagro, y por lo que lo han llamado desde basura hasta cachorro del Imperio: Unas elecciones democráticas, libres y transparentes.
Quien tenga ojos que vea, como solía decir el difunto Chávez; pero muchos no quisieron ver.