Es una de las voces más autorizadas y cultas del liberalismo venezolano. Isabel Pereira, socióloga, lleva años buscando las raíces de la pobreza en Venezuela, y esa búsqueda la lleva, inexorablemente, siempre al mismo lugar: La falta de libertad económica.
Bajo el auspicio de Cedice Libertad, Pereira acaba de publicar el libro Por un país de propietarios: El petróleo no tiene la culpa. Y en conversación con PanAm Post señala que la única manera de que Venezuela recupere su crecimiento económico es quitarle al Estado el predominio sobre la sociedad, hegemonía que se ejerce a través del control económico de todo lo que le da al país una ventaja comparativa.
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¿En qué contexto se escribe El petróleo no tiene la culpa?
El libro está alineado con una búsqueda que yo tengo desde hace muchos años: Lo que yo he llamado “el eslabón perdido”. Cuando tú tratas de evaluar lo que ha pasado en Venezuela, qué nos trajo hasta aquí, piensas en esa Venezuela, dónde nos decían que era un país rico, lleno de recursos naturales, con universidades, gente preparada; de pronto encuentras un país donde la gente ni siquiera tiene comida. Esa destrucción ocurrió rápidamente, en el transcurso de una generación.
La búsqueda de las explicaciones tiene una constante: En Venezuela, cuando uno analiza las instituciones, hay una que es la madre de todas. Es el Estado. Somos una sociedad en la que el Estado se sobreimpuso como lo que llamaban los franceses “la gran maquinaria social”.
Fue una decisión que tomaron los actores políticos en 1958, cuando llega la democracia y los venezolanos decimos: “bueno, se acabaron los Gobiernos militares”. Ahí comienza el lento, complejo y profundo proceso de crecimiento del Estado, de convertirse en ese ogro gigantesco que lo controla todo.
Fue un proceso que los venezolanos no pudimos percibir, porque en la primera etapa de la democracia, quienes nos gobernaron fueron hombres que creían en la Libertad, gente que quería el bienestar de su pueblo. Pero sin querer queriendo, aúpan este proceso de crecimiento en la medida en que le van a atribuir la propiedad de todos los sectores generadores de riqueza al Estado.
Proposición que además está recogida en la Constitución de Venezuela; que contiene una profunda contradicción, que a la vez garantiza la propiedad privada y le otorga al Estado, en monopolio, todo lo que puede generar en realidad riqueza.
Ahora, eso, que está, como usted dice, en la Constitución de 1961, respondía al pensamiento dominante en su tiempo. En la de 1999 va a contravía de la Historia…
Relativamente dominante en 1961, porque tú puedes decir que en Estados Unidos, con el New Deal, por ejemplo, se intentó superar las crisis con un crecimiento de la demanda agregada a través de la intervención del Estado, pero en Venezuela fue mucho más que eso, fue la apropiación de los sectores generadores de riqueza por parte del Estado, bajo el disfraz de que eso era estratégico, y que nos representaba a todos: que si el Estado era dueño del petróleo o del hierro, todos éramos dueños del petróleo y el hierro.
Esto degenera en un proceso que nosotros hemos llamado “la expropiación de las ventajas comparativas a los ciudadanos”: Si el Estado es dueño de todo lo que genera riqueza, ¿qué nos queda a los ciudadanos?
Este proceso no es nuevo. Está planteado en Venezuela, Política y Petróleo, de Rómulo Betancourt, un libro fundamental del siglo XX venezolano. Los políticos de ese tiempo, con Betancourt a la cabeza, vienen de un período de resistencia a las dictaduras militares, y su consigna era: “Ni una concesión (de petróleo) más a particulares”. ¿Detrás de esa frase qué hay, para quién son las concesiones entonces? La respuesta es simple: Para el Estado. Si no es para los ciudadanos es para el Estado.
Entonces ese modelo comienza indefectiblemente a desarrollarse. Tuvimos una bonanza en los primeros años porque como ya dije, los primeros presidentes de la democracia eran, valga la redundancia, demócratas. Pero a la vez que está creciendo el país lo está haciendo el Estado, y ahí se va a dar el cruce de lo que significa tener el poder y el control de los sectores que generan riqueza, y que a la vez eso se traduzca en poder político; y ahí comienza el enorme problema de la corrupción, que es un subproducto del modelo.
La corrupción sucede porque hay las oportunidades para ella, y no al contrario…
¡Claro! Tú tienes un grupo de hombres que cuando llegan al poder tienen el control del botín de guerra, y los partidos, cuando eso sucedió, ni siquiera se plantearon el evaluar qué era lo que los empezaba a separar de la sociedad, por qué la pobreza crecía como crecía; por qué la informalidad ocupaba a la mitad de la población económicamente activa.
A lo mejor sí hicieron el análisis, como a lo mejor lo hace Nicolás Maduro, pero no pudieron contra la madeja de intereses creados… A esta altura parece que todo el mundo está claro en lo que hay que hacer en Venezuela…
No creo que todo el mundo esté tan claro, porque nosotros estamos poniendo aquí en Cedice todas las propuestas políticas en blanco y negro y todas hacen énfasis en políticas públicas. Y esto no se resuelve solo con políticas públicas, porque tú tienes que meter el dedo en el núcleo del problema.
¿Cuál es el núcleo del problema?
Que nosotros hemos sido gobernados por un Estado que ha enajenado el patrimonio del país y que lo utiliza como base para hacer política. Y dentro del Estado hay una relación de subordinación de los poderes públicos al poder Ejecutivo. Por eso en Venezuela nunca hemos tenido un estado de Derecho.
En Venezuela ha habido dos momentos históricos interesantes: Cuando se produce una división entre el Ejecutivo y el Judicial, que es cuando sacan a Carlos Andrés Pérez. En ese momento fue utilizado negativamente. Y hoy, cuando gracias a elecciones populares, el Legislativo contradice al Ejecutivo y tenemos otra confrontación. Esta es muy interesante, porque es el intento de legitimidad de un poder frente al extrapoder del Ejecutivo, que es capaz, incluso, de negarle los recursos al poder Legislativo, de decirle, por ejemplo, “tú ganaste, pero yo no te pago el sueldo, te quito el agua en la Asamblea, te voy a hacer todo para que no funciones”.
La lucha de la Asamblea hoy es muy importante, porque es rebatirse frente a la subordinación a la que históricamente el Gobierno ha sometido al poder judicial, porque nosotros no tenemos un poder judicial autónomo.
Pero debe tener muy claramente definida su plataforma de lucha, que no es estar produciendo leyes que al final van a ser desacatadas. Su plataforma de lucha tiene que ser salir por Venezuela, todos esos diputados electos, con su pueblo a crear conciencia de la necesidad de cambiar este modelo.
Hacer una sesión, por ejemplo, en Puerto Ayacucho, capital de Amazonas, estado al que el poder judicial le quitó sus diputados…
Reunirse con la gente en Amazonas y explicarle por qué ellos no tienen comida. Explicarles que les quitaron sus diputados sin que hubiera trampa. Lo que yo pienso es que la lucha del Legislativo contra el Ejecutivo es crucial si el Legislativo no se rebela, en vez de confinarse a aprobar unas leyes que van a quedar ahí almacenadas, muchas no muy buenas, por cierto.
Salgan a la búsqueda de la transformación del país, y la búsqueda de la transformación del país, en primer lugar, tiene que pasar por un giro político. Yo no propongo una reforma constitucional ya, aunque este modelo está avalado por la Constitución. Pero la realidad es que si en la Constitución está avalada una garantía a la propiedad privada, y al mismo tiempo le reservas al Estado todos los sectores, tú tienes que decir: “Nosotros, de ahora en adelante, creemos en la propiedad privada, y queremos que el aparato productivo venezolano se desarrolle con libertad, que haya libertad económica.
Con ese giro nosotros podemos avanzar, y más adelante reformar la Constitución, que vamos a tener que hacerlo, porque la Constitución contiene dos elementos gravísimos: Uno es la contradicción entre propiedad privada y propiedad estatal, y haberle dado poder político a las Fuerzas Armadas. Porque cuando tú le das el derecho a participar políticamente a los militares estás enfrentando a unos hombres armados con una población desarmada.
Entonces, permites que, como está haciendo Vladimir Padrino hoy, en sus proclamas, que fije una posición política, porque eso no está reñido con la Constitución. Pero ¿cómo puede hacer eso, si él es un hombre armado? ¡No puede!
Vuelve a ser un político con uniforme, que tanto campearon en la Venezuela del siglo XIX…
Es un símil del viejo caudillo armado, con los cuarteles bajo su mando, luchando por una ideología frente a una población desarmada. Algo que suponíamos habíamos desterrado de la historia venezolana en 1958 y que ahora tenemos de regreso.
Porque ellos son la Guardia Pretoriana del Estado venezolano, que garantiza que quienes se han apoderado del Estado sigan allí. Incluso están diciendo que para qué más elecciones. Pero también actúan en política en condiciones intolerables para cualquier sociedad democrática porque son hombres armados.
¿El concepto de ciudadanía no ha desaparecido en Venezuela?
Muy por el contrario, yo creo que los venezolanos estamos aprendiendo lo que significa ser ciudadanos. Cada vez que nos asaltan, por ejemplo, con el asalto al revocatorio, que políticamente podía ser correcto o incorrecto, pero que efectivamente fue robado; entonces, frente a ese robo, lo que ha ocurrido, lo que yo veo en todas mis investigaciones, es que hay un rechazo porque nos han impedido un derecho, el derecho al voto.
Sí, pero ese rechazo no va más allá, no se traduce en movilización…
Pero queda allí como desarrollo de conciencia. La gente va a salir a la calle y va a protestar en los momentos cruciales. Yo he oído críticas como que “yo nunca he visto a nadie devolviendo una bolsa CLAP”.
¿Y cómo la va a devolver? ¡No puedes, ahí está la comida de tus hijos! Es imposible que la gente, en medio de la carestía que existe, devuelva aquello con lo que el Gobierno la está chantajeando. Porque además, la bolsa CLAP es la demostración más palpable del fracaso, de que el salario no sirve. Es el signo del fracaso total del Gobierno en materia económica.
¿Hacia dónde vamos?
No hay nada irreversible. Por eso es que y los opinadores, políticos, periodistas, son tan importantes, los medios de comunicación, lo que queda de ellos, tienen un papel fundamental, defender el derecho a la propiedad. El hambre que hay es porque se destruyó la capacidad productiva interna y no lo has podido sustituir. Todo lo expropiado está arruinado.
Hay que romper con la ética rentista, en la que todas las necesidades se convierten en derechos. Ese Estado patrimonial va a estar ahí porque tiene que dar vivienda, trabajo, comida, salud. Yo no soy responsable de nada. Y el responsable de que no te lo den siempre es otro: La oligarquía, el Imperio, lo que tú quieras.
Entonces la ética rentista se convierte, como dice Weber, en un “concepto santificado”. El que el Estado sea dueño del petróleo tiene lógica porque si no caería en manos de un monopolio privado. ¿Quién dijo que es mejor un monopolio público que uno privado? ¿Por qué eso es así? ¿Por qué contra el monopolio público no hay ninguna capacidad de defensa?
Esa santidad, que es el cognomento cultural y filosófico que hace que los venezolanos toleren esto, es contra lo que tenemos que combatir.
¿Estamos aprendiendo?
Yo creo que el aprendizaje es duro, fuerte y violento, y ya tú puedes hablar con cualquier estrato social y ver que el nivel de reflexión ha cambiado totalmente; y ver que la gente no quiere nada del Estado. “No quiero que mi empresa se apodere el Estado de ella; quiero tener un trabajo decente. Seguridad para que no me maten cuando salga a la calle”. Yo creo que estamos aprendiendo a golpes.