Solo tres países de la región (Cuba, Bolivia y Venezuela) han felicitado a Daniel Ortega por haber “triunfado” en unas elecciones que han sido una farsa de principio a fin, y en la que, pese a que todo el día domingo se vieron mesas vacías, la “participación” fue, según el sumiso Consejo Electoral del país centroamericano, de siete de cada diez nicaragüenses.
“El presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro Moros, en nombre del gobierno y el pueblo venezolano, transmite sus efusivas felicitaciones al presidente Daniel Ortega, a la vicepresidenta Rosario Murillo y al digno pueblo de la hermana República de Nicaragua, por la inobjetable victoria perfecta del Frente Sandinista en las elecciones presidenciales realizadas el día de ayer”, señala el comunicado de felicitación de Venezuela a Ortega.
Nótese el “inobjetable” en unas elecciones de partido único, donde la abstención se ha calculado en más de 70 %, y la disidencia fue eliminada por la vía de tribunales; un proceso tan absurdo que el propio Daniel Ortega, para no calentar más los ánimos, ni siquiera hizo campaña; donde no debió haberse presentado, pues modificó la Constitución por vía parlamentaria para poder lanzarse a una cuarta presidencia; y donde su compañera de fórmula era su (enigmática) esposa, a la cual, en el comunicado de la República Bolivariana de Venezuela, se refieren como “la compañera y vicepresidenta Rosario Murillo”.
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“La victoria obtenida por el pueblo nicaragüense es el resultado de una extraordinaria movilización de las fuerzas populares que, una vez más, demuestra el elevado nivel de conciencia política y de compromiso por seguir afianzando el proyecto socialista, cristiano y solidario que concentra a la mayoría del pueblo nicaragüense en la construcción de una patria soberana, independiente, libre y de paz.
La ejemplar demostración de las fuerzas sandinistas, guiadas por los valores de la unidad, el amor, el respeto y de la dignidad, está inspirada en la gesta histórica de Augusto César Sandino, y enaltecen la trascendencia de esta victoria contra el imperialismo y sus aliados nacionales, que pretenden restaurar la noche oscura del neoliberalismo en nuestra región”.
Apartando el melindre comunistoide del comunicado venezolano (que no pudiera haber sido redactado en un tono más cubano ni por la misma cancillería antillana) llama la atención, más allá del tono, lo de “seguir afianzando el proyecto socialista, cristiano y solidario”, de una alianza que no está hecha por las “fuerzas populares” (hay por lo menos tres escisiones importantes del sandinismo, de aliados históricos, que ven en la Nicaragua de hoy una dictadura bastante parecida a la de Anastasio Somoza) sino por una cúpula empresarial que a cambio de ceder parte de sus beneficios al clan de los Ortega-Murillo, convive sin ningún problema con el statu quo.
¿Cristiano? Solo a la manera en que es “cristiana” la señora Murillo, que al mismo tiempo se declara católica, presbiteriana y seguidora de Sai Baba (lo mismo que algún tiempo dijeron Maduro y su “primera combatiente”, Cilia Flores). “¡Que viva el pueblo nicaragüense! ¡Que viva Sandino!”, concluye el comunicado, a sabiendas de que uno y otro “vivas” son excluyentes al sol de hoy.
En Nicaragua, todo sea dicho, no hay “maras”, la delincuencia está bajo control, a diferencia de Venezuela, el país más violento del continente. Además, la economía crece consistentemente, en parte, gracias a la ayuda del extenuado chavismo, con la que Ortega ha creado un sistema de ayudas que premia, por encima de todo, la lealtad política. Algo que fue un invento de Hugo Chávez, pero para lo que Ortega ha tenido mucho más control de la corrupción, que en Venezuela acabó con este tipo de prebendas condicionadas -y con el país.
El ejemplo que Managua dio
¿Están soñando Maduro y Cilia Flores con algo parecido a lo que está ejecutando en este momento Ortega? Parece haber señales claras de que sí. Obviamente, sin nada de aura (ni siquiera la de haber sido comandante del Ejército Sandinista, como pegajosamente llama Maduro a Ortega), Maduro no puede competir con la épica del nicaragüense; tampoco lo puede hacer Cilia Flores, quien no tiene en su currículo nada parecido (empezando por su lucha contra Somoza y terminando por su carisma, suerte de iluminada panteísta) de Rosario Murillo, quien todos los mediodías le habla a los nicaragüenses sobre los más variados tópicos.
Cilia intentó tener un programa de televisión los domingos y no pudo llegar a la tercera emisión, ni siquiera en la indefinible televisión pública venezolana, devenida 24/7 en propagandista del PSUV.
Pero el encanto no importa cuando se cuenta con las instituciones. Maduro acaba de torpedear, por la vía del Consejo Electoral que le es afecto, el referendo revocatorio presidencial, impecablemente establecido en la Constitución venezolana; el mismo que ha recibido una solicitud de ilegalización de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) por el supuesto fraude por el que se suspendió el mismo referendo, basándose en unos supuestos muertos que aparecen firmando en el primer 1% de rúbricas requeridas (trámite que se inventó el Consejo Electoral y que no está en ninguna ley).
Además, durante dos días consecutivos, domingo 6 y lunes 7, voceros del PSUV llamaron a la oposición a “prepararse” para legalizar sus partidos políticos, pues, al no haber participado en las dos últimas elecciones con tarjetas individuales (sino bajo el paraguas electoral de la MUD) ahora tienen que ir en febrero a consignar 1 % de firmas nacionales para reinscribirse como partidos políticos.
¿Es posible que el Gobierno de Maduro ilegalice a 65 partidos políticos y a la MUD al mismo tiempo? Es perfectamente posible, porque nadie pensaba que se iba a arriesgar a bloquear el referendo y lo hizo; y porque eso le permitiría presentarse en una charada electoral el año que viene a comicios de gobernadores y alcaldes, e incluso a una nueva elección parlamentaria (ya hay voceros del chavismo que lo están anunciando) sin oposición, o con dos o tres partidos de una oposición cómplice, creada por ellos mismos, como se está haciendo en Nicaragua.
Si al final, dominado el actual panorama, apaciguada la oposición con una mesa de diálogo que solo apunta a ganarle tiempo a los que se han quedado con la franquicia del chavismo, con un recrudecimiento de la represión, y con cientos (por no decir miles) de venezolanos huyendo diariamente del naufragio de lo que un día fue el país más próspero y libre de América Latina, Maduro ve las condiciones, lo hará.
Y el mundo que proteste. Siempre quedará una Cuba y una Bolivia para, como en el caso del “comandante Ortega” y su “eternamente leal compañera” Rosario Murillo (una denominación incluso más cursi que la de “primera combatiente” que le aplican a la tía de los “narcosobrinos”) cohonestar tanto atropello, mientras el resto de la región y el mundo, en vez de aplicar sanciones políticas y comerciales, miran para otro lado y se dedican a mascullar para dentro.
En manos de los venezolanos, y en especial, de quienes dirigen a la oposición en esta hora en que 80% del país está con ellos, está impedir que ese sueño húmedo de Maduro (un hombre muy incapaz, pero de este tipo de medianías está hecha la Historia Universal de las Dictaduras) se concrete en 2017.