EnglishNicolás Maduro puede decir lo que quiera, puede convocar una marcha diaria, puede acaparar la televisión a todas horas y enviar a su lugarteniente (¿o el que le está serruchando la silla?) Diosdado Cabello a recorrer el país, pero no puede quitarse dos tremendos golpes de knock-down esta semana. El primero es la manifestación multitudinaria en todos los estados del país, el miércoles, que la oposición denominó “la Toma de Venezuela” (y para la cual la única respuesta del régimen fue la violencia, institucional o parapolicial). El segundo, y quizás mayor, el paro ciudadano que acaba de finalizar, el cual, pese a presiones y violencia, logró hacer que en un viernes de cobro, las calles del país parecieran las de un domingo cualquiera. La convocatoria de la oposición modifica los escenarios en Venezuela.
Más allá de lo que es muy obvio, que es que la oposición representa una clara mayoría en el país (aunque en todas sus alocuciones los voceros del chavismo pretendan hablar en nombre del “pueblo”, como las clases populares enfrentadas a “la burguesía”, es decir, las clases medias mayoritariamente opositoras), hay otro aprendizaje en este momento: pese a todos los esfuerzos del chavismo por quebrar la confianza en el liderazgo opositor, está claro que esa mayoría de venezolanos (en los que hay muchísimos de las clases menos favorecidas, como es obvio) está dispuesta a seguir las indicaciones de la Mesa de la Unidad Democrática, que la reconoce como un liderazgo legítimo, y eso le presenta muchos problemas a Nicolás Maduro, más que los que ya tiene.
En este sentido, la semana que viene –con el juicio político a Maduro, primero, aunque el Tribunal Supremo diga que los dictámenes de la Asamblea Nacional no tienen validez–, y con la marcha final al Palacio de Miraflores –que hace presagiar graves enfrentamientos, que ninguna de las dos partes parece a la tarde de este viernes tener intenciones de evitar–, se complicará mucho el panorama de Venezuela, sin mencionar aún la grave crisis de alimentos o inflacionaria de la nación.
Cuando un país llega a situaciones de crisis políticas como la actual de Venezuela, la situación es insostenible. A riesgo de equivocarnos, y que eso quede plasmado en la web para siempre (como un tatuaje con un error ortográfico), vamos a presentar una serie de escenarios, tantos como uno pudiera prever en estos momentos. El orden de presentación no tiene nada que ver con la posibilidad de ocurrencia.
1) El Gobierno se impone
Una posibilidad es que la protesta ciudadana se desinfle, bien espontáneamente, bien por el uso controlado de la violencia por parte de los grupos parapoliciales del chavismo (los denominados “colectivos”). Esto sumiría a la ciudadanía opositora, aún siendo mayoritaria, en la depresión. Probablemente, el Gobierno utilice el envión para “huir hacia adelante”: disolver la Asamblea Nacional o ilegalizar a la Mesa de la Unidad, o ambas.
Contras: El entorno internacional para el chavismo sería muy desfavorable, pero tendría poca incidencia en la resolución del conflicto. El mundo se acostumbraría a una dictadura en Venezuela. Más difícil, en ese escenario, es que el régimen de Maduro revierta la percepción global de que es una dictadura, con decisiones que aplastan la disidencia.
2) El Gobierno intenta imponerse, pero no lo logra
Supongamos que la protesta del 3 de noviembre deriva en violencia descontrolada del chavismo o en graves enfrentamientos en las calles. Que a una protesta le sigue otra, y luego otra, cada vez con resultados más graves y en medio de la alarma de la comunidad internacional. El resultado solo puede terminar siendo el 1), o una resolución internacional que obligue a las partes a negociar, o la victoria opositora, o un golpe de Estado militar (un “Chávez bueno”, o un “Chávez” a secas) de estilo clásico, dispuesto a darle vacaciones permanentes a la democracia.
Contras: Vendrá un prolongado período de inestabilidad en el país, de consecuencias impredecibles y con 12 millones de armas ilegales en las calles, producto de la irresponsabilidad general de 17 años de Gobierno chavista. No es un escenario como el de Siria, o el de Libia, pero se le parecería en algo. En un entorno económico como el actual del país, además, representaría un riesgo para toda la región.
3) La oposición se impone claramente
En combinación con decisiones de la comunidad internacional, la defección de cuadros importantes del chavismo o con denuncias de corrupción inapelables; o con pronunciamientos militares (o desobediencia militar), Maduro sigue el camino de Fujimori, o la presión popular (ver escenario 2) lo obliga a tomar ese camino, o los militares le aplican el tratamiento de Zelaya en Honduras.
Contras: Nuevamente, vendría un período de inestabilidad, menor que en el cuadro 2, pero aún así importante. Hay una percepción creciente en el país de que la oposición cree que es suficiente un cambio de Gobierno, pero el cambio es de régimen; y que la situación del Estado venezolano es tan calamitosa (Estado fallido) que lograr cualquier resultado con él es imposible.
4) Gobierno y oposición están jugando “el juego de la gallina” y alguien cederá
En el juego, dos personas van por el mismo carril. Una de ellas obliga a la otra a desviarse a último minuto. ¿Será la oposición la que lo haga, suspendiendo la “Marcha a Miraflores“, o será el Gobierno el que cederá y permitirá que continúe el proceso revocatorio, o aceptará un acuerdo para elecciones generales, como pide la oposición?
Contras: Históricamente, el chavismo jamás ha cedido un ápice de su poder, y cuando ha evitado la colisión es solo para diferirla. Por otra parte, pareciera que la “Marcha a Miraflores”, presentada como solución mágica de la oposición a los problemas, no conlleva otras acciones posteriores, se presenta como un deadline, y los plazos límites son malos en política. ¿Qué pasaría si la “Marcha a Miraflores” no produce ningún resultado, es detenida por la Guardia Nacional o por los colectivos (lo que es muy probable)? Regresamos al escenario 1): El abatimiento.
5) La presión internacional obliga a las partes a negociar
Está muy claro (estoy escribiendo antes de la Cumbre de Cartagena, y no sé cuál será el resultado de esta) que la comunidad internacional está presionando para un diálogo entre el Gobierno y la oposición, y que aún reconociendo el enorme déficit democrático del Gobierno de Maduro (falta de independencia de poderes, presos políticos, libertad de expresión, manejo ventajista del sistema electoral) esta es reluctante a llamar “dictador” a Maduro. En cambio, parece muy probable que puede impulsar con mayor fuerza a las partes a sentarse en la misma mesa.
Contras: Es la alternativa que menos quiere la gente, más allá de que en las encuestas gran parte de la población se manifiesta a favor del diálogo; históricamente, este ha sido usado por el chavismo como una técnica dilatoria. La oposición, además, lo ata a las elecciones, y el Gobierno sabe que no quiere medirse en ninguna de ellas. La única posibilidad de que este diálogo prospere es que la comunidad internacional fuerce a Maduro a dejar el referendo revocatorio en el lugar en el que lo suspendió el CNE el 20 de octubre, algo que quizás no sea tan improbable como parece, y que podría venir acompañado de acuerdos complementarios, como el reconocimiento de la Asamblea Nacional y de Maduro, y un proceso de distensión general. Pero vistos los antecedentes del chavismo, tampoco uno ve claro que estos acepten una negociación que además sonará como una traición entre los más radicales, que son el apoyo que le va quedando al chavismo.
Estos escenarios están hechos con los elementos que tenemos a mano hoy. Pero la política es dinámica, y cada día tiene una historia. Por supuesto, la oposición está consciente de su fuerza; el chavismo está contra la pared e intenta mostrar valentía. Pero este tiene el control de las instituciones y de la violencia.
¿Qué puede hacer cambiar el statu quo al 28 de octubre?
1) Un pronunciamiento militar o la activación de la Carta Democrática Interamericana;
2) Un quiebre de la unidad dentro del chavismo y un cuestionamiento abierto (y multitudinario) de los dirigentes medios contra los que se quedaron con la franquicia, es decir, Maduro y Cabello;
3) Protestas de calle tan masivas (y que no pueden tener solo motivaciones políticas, sino ciudadanas) que hagan pensar a quienes tienen la facultad de reprimir que no vale la pena hacerlo.
El escenario 4) implica acusaciones graves contra el entorno de Maduro y Cabello, tan graves que provoquen una desbandada de los miembros fundamentales del régimen. Pero ese escenario hoy es solo un gran “quizás”.
Como decimos en Venezuela: Amanecerá y veremos. O no.