José Toro Hardy lleva casi dos décadas advirtiendo sobre el rumbo errado que lleva la política petrolera venezolana. Como exdirectivo de PDVSA, y uno de los artífices de la política de apertura petrolera que permitió la inversión privada en el petróleo venezolano en los 90, conoce al detalle una industria a la que ha visto desangrarse desde que en 2002 Hugo Chávez despidiera a 20 mil de sus trabajadores y la incorporara al juego político que hoy la tiene al borde del impago.
Toro conversó con PanAm Post sobre el canje de bonos de PDVSA, que se vence este viernes 21, la posibilidad de que el mismo no se concrete, y las puertas a un mayor desastre que eso abriría.
Los diccionarios de Economía definen “quiebra” como la imposibilidad de alguien de atender sus deudas. Con esa definición, PDVSA está en quiebra…
Es difícil que las empresas del Estado quiebren, pero estas se transforman en entes que le hacen daño a la nación en vez de ayudarla. Una empresa como PDVSA, que venía entregándole recursos a la nación, vía Impuesto Sobre la Renta, dividendos, en el pasado, gracias a operaciones eficientes en su área de acción, el petróleo, pareciera hoy requerir del Estado para poder subsistir. Y eso lo hace pidiéndole al Banco Central de Venezuela que emita dinero sin respaldo para poder financiar las operaciones internas de PDVSA en el país.
Esta solicitud de préstamos de PDVSA al Banco Central es una consecuencia del control de cambio…
Sin duda alguna. Pero también es una consecuencia de que el Estado ha obligado a PDVSA a asumir funciones que no le corresponden. Lo que era una empresa petrolera hoy tiene que asumir infinidad de funciones y misiones que no corresponden a lo que debe hacer. El resultado es que sus actividades, además de estar profundamente politizadas, ya no responden a lo que eran los objetivos que siempre han debido corresponderle.
En estos tiempos, en Venezuela, se recuerda mucho la experiencia de Pertamina, la petrolera estatal indonesia que quebró en los 80, en regímenes políticos similares a lo que es el chavismo hoy…
No conozco a fondo la situación de Pertamina, pero claramente las situaciones parecen similares. Venezuela va a tener que reactivar su industria petrolera de una manera o de otra; lo que no sé es si podrá hacerlo a través de PDVSA. Ciertamente, existiendo tanto petróleo en Venezuela, el país tiene la oportunidad de retomar su actividad petrolera con mucha facilidad, pero a veces uno duda que PDVSA sea recuperable…
Sobre todo tomando en cuenta la sangría de sus recursos humanos que sufrió en los últimos quince años…
Ciertamente. Cuando Hugo Chávez despide, en 2002, a 20 mil trabajadores de PDVSA, eso representaba 50 % del personal total de la empresa, pero representaba 75 % de la nómina mayor, que es donde se acumulaba la mayor parte del conocimiento y experiencia. Aquellos 20 mil trabajadores tenían en promedio 15 años trabajando para la industria, lo que significa que se lanzaron al cesto de la basura 300 mil años de experiencia y conocimiento. El daño que eso ha producido de ahí en adelante a la empresa ha sido monumental. Si a eso se le agrega la politización de la empresa y el hecho de que a PDVSA le asignaron una cantidad de funciones no petroleras, el daño es gravísimo. No se han venido haciendo las inversiones requeridas en mantenimiento y el resultado es que las instalaciones de PDVSA están en estado gravísimo: lo hemos visto en refinerías, oleoductos, etcétera.
Pero si a esto se le suma la grave situación financiera de la industria, que se ha visto reflejada en el caso del canje de los bonos, y al mismo tiempo, la caída de la producción petrolera, el resultado es de una crisis increíble. El último reporte mensual de la producción de la OPEP señala que en los primeros meses de este año la producción de PDVSA ha caído en 230 mil barriles diarios, y eso es el resultado de que PDVSA no ha venido cumpliendo con sus obligaciones comerciales con empresas tan importantes como Halliburton o Schlumberger, que son vitales en la operación de la industria y que amenazan con retirarse del país.
Imaginemos el peor escenario: Que PDVSA no logra, mañana viernes, alcanzar un refinanciamiento de su deuda en 2017 y por lo tanto cae en default. ¿Qué viene para el país y la industria?
Desde luego, el riesgo soberano de Venezuela aumentaría de manera exponencial. Se le haría muy costoso a PDVSA acceder al financiamiento que requieren sus operaciones, máxime cuando ella misma reconoce que presenta un flujo de caja muy debilitado con la caída de los precios del petróleo y su propia caída de producción. La operatividad de la empresa se va a ver muy afectada.
Ahora imaginemos el mejor escenario: Que PDVSA logra refinanciar su deuda…
Lo que sigue sería que “se correría la arruga”, como diríamos en Venezuela. La solución de los problemas no es tal hasta tanto no haya una política petrolera racional. Si se hubiera mantenido la apertura petrolera de los 90, Venezuela debería estar produciendo hoy 5 millones de barriles de petróleo diarios. El problema es que el cambio de políticas petroleras y la inseguridad jurídica que se manifestó a través del desconocimiento de contratos con la modificación de la Ley de Hidrocarburos trajo como consecuencia muchísimos arbitrajes internacionales que Venezuela ha perdido sistemáticamente y muchos más que todavía podría perder y que son más gravosos que los que hasta ahora se han producido, como ha sido el caso de Conoco-Phillips, que es la mayor demanda contra el país. La situación es verdaderamente grave.
¿Usted cree que, paradójicamente, el comunismo chavista tiene como consecuencia última la desnacionalización del petróleo, atendiendo a esta crisis financiera y de producción que tiene hoy la industria petrolera venezolana? ¿Hacia dónde irá la industria del petróleo en Venezuela?
Muy probablemente tendríamos que ir a una apertura petrolera mucho más audaz que la de los 90, que no sé si podría ser conducida por PDVSA. Además, solo se podría llevar a cabo si restableciéramos una seguridad jurídica fundamental, para que puedan producirse estas operaciones. No solo es PDVSA, es todo el país el que está atravesando por una situación tremenda. Si en este momento existiesen recursos, cualquiera pensaría que es prioritario destinarlos a necesidades básicas del Estado, como educación o salud, y por tanto, si se quiere reactivar la industria petrolera se requieren inversiones que tendrán que venir, en buena medida, a través del sector privado.
Venezuela ha retrocedido en su industria petrolera, mientras los principales países petroleros han avanzado mucho en estos años. ¿A qué distancia estamos del “estado del arte” en petróleo? Los países petroleros, con la excepción de Venezuela, aprovecharon estos años de bonanza para invertir en su industria y en industrias conexas…
La situación de Venezuela es demoledora comparada con lo que ha ocurrido en otras partes. Reactivar la industria petrolera implica replantearse una cantidad de situaciones que son vitales: hay que devolver la seguridad jurídica, tiene que haber un papel para el sector privado, hay que darle una participación a la inversión privada venezolana, no solo extranjera.
Cuando se hizo la apertura petrolera, hacía pocos años de la nacionalización. PDVSA, que estaba urgida de inversiones y carecía de recursos, dio varios pasos: se dirigió a la entonces Corte Suprema de Justicia, y en el marco de la Ley de Nacionalización, le consultó a esta en qué modalidades se podía absorber capital privado sin quebrantar la Ley; luego de eso, con un dictamen de la Corte en la mano, PDVSA fue al Congreso de la República y le pidió las bases mínimas de negociación para adelantar las propuestas de la Corte. Con esas bases mínimas de negociación y el aval de la Corte, PDVSA empezó a llamar a licitaciones. Y posteriormente, los contratos firmados fueron devueltos al Congreso para que este los ratificara.
Al llegar al poder Hugo Chávez, pidió la nulidad de todo el proceso y se dirigió al Tribunal Supremo de Justicia. Y luego de dos años, el Tribunal señaló que ahí se habían cumplido todos los pasos previstos en los mecanismos. A pesar de eso, Chávez modificó la Ley de Hidrocarburos, llamó a las empresas que habían firmado esos contratos y les dijo que o se ajustaban a la nueva Ley o tenían que irse totalmente de Venezuela. Muchas, por los altos precios del petróleo en ese momento, decidieron acogerse a esa nueva legislación. Pero otras, como Exxon Mobil y Conoco-Phillips, no se ajustaron, y han venido ganando todos los arbitrajes. ¿Cómo tendría Venezuela que convencer a los nuevos inversionistas de la industria una vez que de haber pasado por todos aquellos pasos, Venezuela echara para atrás todo el proceso?
Han crecido en los últimos años las voces que han calificado de error la nacionalización petrolera de 1975. Dicen que acabó con un país que era pujante y lo convirtió en un petroestado donde quien captura el poder somete a la sociedad. ¿Cómo lo ve usted?
Si uno analiza las cifras, ciertamente, Venezuela fue la economía del mundo que más creció entre 1920 y 1980. Pero ¿cuándo comienza Venezuela a cambiar de rumbo? Cuando se producen dos hechos fundamentales en nuestra economía. Uno es la nacionalización petrolera, en 1975, y el otro es en 1982, cuando la OPEP comienza a establecer recortes de producción para intentar sostener los precios del petróleo.
Ambas le dieron un poder gigantesco al Estado venezolano en relación con el resto de la nación. El Estado aumentó exponencialmente su importancia, y a partir de eso pareciera que el Estado no lo ha hecho bien. Torció el rumbo y comenzó a cometer errores. Quizás entre esas dos decisiones esté parte de lo que ocurrió. ¿Implica eso que se debe desnacionalizar la industria petrolera venezolana? No lo sé. No me atrevo a lanzar esa propuesta sin haberla estudiado muy bien. Pero van a ser indispensables dos cosas: unas bases jurídicas muy bien fundadas para atraer la inversión, y que la población venezolana pueda participar de manera mucho más directa en la industria petrolera y que esta no permanezca como una piñata, que quien la agarra es el gran beneficiario de la situación y no quiere soltarla.