¿Cuándo se aceleran los acontecimientos que dan fin a un régimen autoritario? Nadie lo puede saber. En el caso de Polonia, las huelgas de Solidaridad fueron como la grieta en el dique por el que se fue no solo el comunismo en ese país, sino en toda la Cortina de Hierro; en el caso de Rumania, el último país en enfrentar su propia revolución, la detonaron unas protestas en Timisoara. ¿Será Villa Rosa la Timisoara del Gobierno de Nicolás Maduro?
Ceaucescu se encontraba de gira internacional en Irán, y cuando volvió a Bucarest, fue solo para encontrarse con que había perdido el control de su país. Días después perdería incluso la vida. Fue su arrogancia en sus días finales, negarse a ver lo que era evidente para todo el mundo, y tratar de frenar el fuego de la protesta popular con la gasolina de la represión, lo que aceleró, él en su caso, fatal desenlace.
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Hace tiempo que Maduro en Venezuela viene dando tumbos. Pero la precipitación de los acontecimientos parece haberse dado esta semana. El jueves, una marcha multitudinaria, que el régimen intentó enfrentar con amenazas, cierres viales, denuncias sobre un intento de golpe de Estado y finalmente, con una raquítica concentración de sus seguidores, lo dejó en knockout técnico; el viernes, el propio Maduro tuvo que huir de Villa Rosa, Margarita, cuando los vecinos de la urbanización, furiosos, lo enfrentaron sin armas, solo con cacerolas.
Pero la respuesta que ha dado el Gobierno a esos hechos ha sido peor que los hechos mismos: a la monumental concentración de opositores en Caracas el jueves, totalmente pacífica (en contra de los pronósticos de violencia que hacían Maduro y sus principales lugartenientes, comenzando por Diosdado Cabello), respondió con una foto en las redes sociales de la concentración “chavista”, tan evidentemente falsa (no aparecían unos edificios construidos en la avenida caraqueña en la que se reunieron luego de 2013) que el propio Cabello se vio obligado a disculparse, aunque en su estilo autoritario, poniéndole los edificios con Photoshop a la falsa manifestación.
La realidad Vs @VTVcanal8…#1Sep pic.twitter.com/UnTWKDXMQO
— Venezolanos (@venezoIanos) September 2, 2016
En el caso de Villa Rosa, el ministro de Comunicación e Información, Luis José Marcano, llegó a decir que el cacerolazo nunca ocurrió (?), pero posteriormente, allanaron los edificios de esa zona, detuvieron a más de 40 personas (las cuales fueron liberando de a poco) y Maduro no ha sido vuelto a ver desde ese día. Y casi 72 horas después de los hechos, responden con una marcha de “solidaridad con Maduro”, en esa misma barriada de la isla de Margarita, tan evidentemente arreada, compuesta de funcionarios públicos y forzada, que ha terminado siendo peor que el cacerolazo.
Aunque cierren los ojos y golpeen lo que golpeen hay una realidad: La obra de la Revolución es amorosa #AmorConMaduro
— LUIS JOSÉ MARCANO (@luisjmarcano) September 3, 2016
#VillaRosaConMaduro
Las multitudinaria concentración chavista con Mata Figueroa en #VillaRosa pic.twitter.com/endWbhthba— Nellie Belén Izarza ? ???? (@myteks) September 5, 2016
El Gobierno venezolano se está quedando sin recursos -y sin excusas. Internacionalmente su imagen es la peor que ha tenido la revolución bolivariana en 17 años. Maduro no se puede inventar una gira para lavarse la cara y bajarse la presión, porque probablemente solo lo recibirían en Bolivia y en Nicaragua, pues hasta Cuba, este lunes, informa que le pidió a Rusia que le provea petróleo “ante los problemas de abastecimiento de Venezuela”, a la que se le está derrumbando la producción.
Financieramente, Francisco Faraco, un economista de larga trayectoria, pronosticó a PanAm Post que este cuatrimestre “será el peor de la historia económica de Venezuela”, porque “no hay alimentos ni con qué comprarlos”. Si mira a Mercosur, cuyos países le podían echar un cabo, se encuentra totalmente aislado; si mira hacia China, hace rato que a Maduro le mandaron a decir que si quiere dinero fresco, debe pagar lo que debe, y hace rato que el Partido Comunista Chino está haciendo guiños, cada vez menos escondidos, a la oposición venezolana; si mira a lo interno, encuentra un país que repudia de una manera “visceral”, a Maduro, según señalaba el encuestador Félix Seijas en una entrevista a la prensa local en la mañana del lunes.
No es un error intencional: es solo un error
Un Gobierno democrático permitiría drenar la rabia en unas elecciones y así salvar el pellejo de aquellos que hoy están como en un fuerte, sitiados por los harapientos. Pero el de Maduro no es un Gobierno democrático y hay personajes como Cabello que saben que solo manteniendo el poder podrán mantener la libertad.
Hay quienes dicen, además, que lo que estamos viendo desde el jueves, esta comedia de errores, es una lucha soterrada dentro del propio chavismo, un juego de desprestigio mutuo (como decían en la Guerra Fría, de Destrucción Mutuamente Asegurada) entre Maduro y Cabello.
Humildemente, creo que los sobreestiman. No creo que tengan tanta inteligencia, Maduro y Cabello, como para luchar entre sí usando de mampara a la oposición. Lo que estamos viendo es la desorientación propia de un grupo al que se le cierran todas las salidas, y la que el país gentilmente le ofrece (un referendo revocatorio que les permitiría mantener cierta honorabilidad) se la están cerrando ellos mismos.
Creen que acudiendo al expediente de la represión podrán mantener el poder, pero Villa Rosa les está enseñando que eso va a ser difícil. Meten preso a un editor, Braulio Jatar, y le inventan que llevaba miles de dólares en su carro; amenazan con quitarle la comida a los habitantes de Villa Rosa. Quienes hacen esto son los chavistas, se lo hacen a sus propios vecinos.
Al final, quien sabe si cuando acepten que se realice el referendo ya será demasiado tarde, y les pase como a aquel presidente argentino que, cuenta el intelectual venezolano Carlos Raúl Hernández, ni siquiera fue derrocado por el Ejército; la policía de Buenos Aires lo montó en un taxi y lo envió para su casa.
Aquel presidente, por lo menos, tenía la ventaja de ser honesto y de que nadie iba a represaliarse contra él. Algo de lo que la mayoría de los dirigentes chavistas no pueden estar seguros, ni siquiera estos que le niegan las bolsas de comida de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP) a sus vecinos y que, a diferencia de sus dirigentes, no tendrán un avión privado esperándolos a la hora de decir, como Marcos Pérez Jiménez, “vámonos, que el pescuezo no retoña”.