Este viernes, el Departamento de Justicia de Estados Unidos ha revelado la acusación contra tres personas vinculadas a un complot que habría orquestado la Guardia Revolucionaria de Irán para asesinar al presidente electo Donald Trump, así como también a varios disidentes iraníes.
Los acusados son Farhad Shakeri, Carlisle Rivera y Jonathan Loadholt. Rivera y Loadholt han sido detenidos, mientras que Shakeri, descrito por el FBI como un “agente” de la Guardia Revolucionaria, permanece en fuga y se presume que está en Teherán.
- Lea también: Economía sólida y fin de las guerras: así será la segunda Administración Trump
- Lea también: El colapso demócrata, la muerte del wokismo y la única estrategia para oposición
La denuncia, presentada en el tribunal federal de Nueva York, señala que la Guardia Revolucionaria habría encargado a Shakeri “vigilar y, en última instancia, asesinar” a Trump en represalia por la muerte de Qassem Soleimani, el líder de la Fuerza Quds de Irán, quien fue abatido en un ataque con drones en enero de 2020.
Según los informes, Shakeri advirtió a sus superiores que un plan de esa magnitud requeriría una suma considerable de dinero, a lo que un oficial de la Guardia Revolucionaria respondió: “El dinero no es un problema”.
El complot también incluía el asesinato de ciudadanos estadounidenses e israelíes, además de prominentes disidentes iraníes, entre ellos la periodista Masih Alinejad, reconocida crítica del régimen iraní. Rivera y Loadholt, quienes conocieron a Shakeri en prisión, habrían sido contratados para ejecutar los asesinatos en Nueva York.
Este caso, según el fiscal general Merrick B. Garland, representa “una amenaza grave para la seguridad nacional de Estados Unidos”. “No toleraremos los intentos del régimen iraní de poner en peligro al pueblo estadounidense”, aseguró Garland en un comunicado.