El fin de semana del 15 y 16 de mayo Chile celebró elecciones de constituyentes, gobernadores, alcaldes y concejales. La noticia que recorrió el mundo fue que Chile decidió seguir el camino que llevó al desastre tanto a Argentina, como a Venezuela, al elegir a la convención a representantes de partidos de izquierda e independientes con tendencia de extrema izquierda, apareciendo incluso entre los más votados el Partido Comunista. El futuro del país latinoamericano que más se acercaba a alcanzar el tan anhelado desarrollo económico ahora luce gris. El camino está señalado por el comunismo. Pero las elecciones presidenciales en Chile están a la vuelta de la esquina y –aunque el aspirante comunista lidera las encuestas– los chilenos aún tienen la oportunidad de evitar que se torne más oscuro.
La reacción del mercado frente a este escenario se sintió de inmediato. El día posterior a las elecciones, la bolsa de valores de Santiago cayó 9,6 %, el riesgo país tuvo una fuerte alza y el peso chileno sufrió un desplome importante. Los partidos políticos tradicionales que se esperaba dominaran la convención quedaron relegados: la derecha no alcanzó un tercio y la centroizquierda casi desaparece.
La composición de la convención constituyente hace que la incertidumbre se acreciente. La gran mayoría de sus integrantes quieren destruir el modelo económico que le dio prosperidad a Chile, son feministas y quieren crear un Estado Plurinacional, como Bolivia. Nadie previó que las ideas de extrema izquierda se convertirían en normales y esa ceguera les pasó factura.
La extrema izquierda, la gran ganadora de las elecciones en Chile
La extrema izquierda, otrora minoría que no superaba el 5 % en las votaciones de hace 20 años, se convirtió en la fuerza predominante en el país, gracias a que la gente votó por el Partido Comunista, el Frente Amplio y los “independientes”: personas con afiliación política de extrema izquierda, que rechazan a los partidos políticos tradicionales por ser “traidores al pueblo” y que odian al modelo económico chileno por generar “desigualdad”.
Este triunfo se debe a la apatía de los chilenos. Para estas elecciones solo votaron cerca de 6 millones de personas (40 % del padrón electoral), millón y medio menos que en el plebiscito del 25 de octubre. Se suponía que eran “las elecciones más importantes de la historia de Chile”, pero eso no se vio reflejado en la realidad: la gente se quedó en sus casas y eso lo aprovechó el fanático ideológico de izquierda.
También el rechazo a las coaliciones históricas de derecha (Chile Vamos) y de centroizquierda (la exConcertación) marcó la diferencia. Si una democracia se sostiene con base a partidos políticos sólidos (como EE. UU.), el deterioro de estos —como pasa en Chile actualmente— lleva a la ciudadanía a elegir a los extremos ideológicos. En el caso de Chile, el Partido Comunista y el Frente Amplio se venden como representantes del “pueblo”, pero muchos de sus candidatos provienen de la clase alta.
La revolución socialista de Chile
Los resultados de esta elección no son sorprendentes si vemos que esto es la consecuencia directa de la revolución que ocurrió el 18 de octubre. La quema de 80 estaciones del Metro de Santiago y los posteriores saqueos, incendios de iglesias y destrucción de monumentos, no surgió por una “rabia contenida”, como se dijo en ese entonces, sino que obedeció a un fenómeno descrito mundialmente como el “Great Awokening”: el auge de la izquierda radical gracias a los “jóvenes idealistas” seducidos por estas ideas.
Los moderados y la derecha nunca se dieron cuenta de que la izquierda se infiltraba en todas las instituciones posibles: justicia, universidades, partidos políticos, medios de comunicación, espectáculo, empresas privadas, etc. Y gracias a los jóvenes menores de 35 años, la llamada “generación perdida” que creyó en las ideas postmodernistas, postcolonialistas e interseccionalistas transmitidas por estas instituciones, el deterioro de Chile era solo cosa de tiempo.
También hay que agregar que la izquierda manejó por una década la narrativa económica, cultural y social de Chile: gratuidad universitaria, aborto en tres causales, alza de impuestos, acuerdo de unión civil, etc. Su relato se basó en el aspecto emocional, no en los datos, y fue muy efectivo en un corto periodo de tiempo. No solo las masas le pidieron más cosas al estado chileno: bonos, ayudas sociales, etc., sino que también comenzaron a odiar el país en el que vivían.
Las consecuencias de las elecciones
Las elecciones han sido tan catastróficas para Chile que todo indica que se avecina un desastre. Muchos de los integrantes de la convención tienen tendencias autoritarias y lo han demostrado con sus dichos antes y después de las elecciones, amenazando entre otras cosas con convertir la convención en una “asamblea soberana” (igual que en Venezuela) y hacer y deshacer a su conveniencia.
De las coaliciones políticas, la centroizquierda es la gran damnificada de estas elecciones en Chile, al ser prácticamente reemplazada por la extrema izquierda en las preferencias de los electores. Su crisis es terminal porque creyó que era la derecha el enemigo a vencer y no la izquierda radical, que quisieron convertir en aliada. Por ironías del destino, ellos van a desaparecer antes que lo haga la Constitución de 1980.
Mención aparte son los errores del presidente Sebastián Piñera y la derecha que creyó ingenuamente que entregar la Constitución iba a salvar al país. Piñera nunca supo cómo resolver el problema de las protestas. Lanzar a los militares a la calle y hablar de una “guerra con un enemigo poderoso”, trajo como consecuencia la “marcha del millón” que provocó el desastre que se observa ahora. Su gobierno terminó el 18 de octubre y trajo como consecuencia un parlamentarismo de facto.
Y al vender la idea de “derecha social”, más moderna y acorde a estos tiempos, la derecha creyó que así le ganaría a la izquierda. Lo que pasó fue lo contrario: los votantes de derecha los consideró “cobardes” y al asumir consignas de la izquierda, terminaron convirtiéndose en una mala copia de la socialdemocracia. Además, la “Constitución mínima y liberal” que el sector más ingenuo de la derecha predijo que iba a suceder, fue una ilusión porque nunca se dieron cuenta del cambio cultural a su alrededor.
¿Chile camino a ser Venezuela?
Chile está cayendo en el mismo abismo que Venezuela en los años 90, que concluyó con la llegada de Hugo Chávez a la presidencia de ese país. Las encuestas presidenciales de Chile ubican en un peligroso primer lugar al precandidato por el Partido Comunista, Daniel Jadue.
En el más reciente estudio de la encuestadora Cadem, publicado este lunes por la agencia EFE, aparece Jadue con 20 % de las preferencias, mientras que el precandidato de la derecha, Joaquín Lavín, recibe 16 % de apoyo. En tercer lugar aparece la presidente del Senado, Yasna Provoste, con 13 %, quien no ha oficializado su aspiración.
Daniel Jadue, comunista de origen árabe, es alcalde del popular barrio de Recoleta de la capital chilena, reelecto con más de 60 % de los votos, lo que en cierto modo ha consolidado su liderazgo e impulsado su aspiración presidencial. La triste historia de Venezuela pude repetirse en el país austral, a menos que la derecha y los moderados se unan contra esta amenaza. No todo está perdido. Chile, aún puedes evitar una tragedia mayor.