El fin de semana inició un debate en redes sociales, motivado a un tweet en el que el editor del PanAm Post, Emmanuel Rincón, proponía que en el futuro la Constitución de Venezuela debería establecer la necesidad de requerir título universitario a los ciudadanos que deseen aspirar a cargos de elección popular, en el Poder Legislativo y en el Poder Ejecutivo. La propuesta se viralizó rápidamente recibiendo muchas respuestas a favor y en contra.
En la nueva República de Venezuela, la Constitución debería establecer que solo podrán optar a cargos de elección pública, ciudadanos profesionales. Tirar piedras, manejar un autobús, ser sindicalista, no puede ser un mérito para convertirse en diputado o presidente.
— Emmanuel Rincón (@EmmaRincon) August 1, 2019
Además, Emmanuel Rincón establecía la necesidad de crear una Universidad para formar funcionarios públicos.
Además agrego, se debería crear una Universidad para capacitar funcionarios públicos. Esto debería ser una carrera, una vocación, no una suerte del momento y compadrazgo.
La capacitación debe ser el norte del país, ya basta de discursos vacíos de lado y lado.— Emmanuel Rincón (@EmmaRincon) August 1, 2019
Al debate se sumaron muchas voces compartiendo sus puntos de vista sobre la propuesta inicial, algunos agregando más condiciones de postulación, otros afirmando que los controles deberían ser sobre los votantes, y otro gran grupo oponiéndose a la medida por diferentes razones.
Esto provocó un nuevo tweet que volvió a abrir al debate:
A algunas personas les parece "irrespetuoso y denigrante", que se plantee la posibilidad de exigir titulación académica a las personas que van a gobernar el país. Todas las empresas exigen títulos, pero a Venezuela la puede gobernar un simio.
No quieren salir del chavismo.
— Emmanuel Rincón (@EmmaRincon) August 3, 2019
Orlando Avendaño, co-editor en jefe del PanAm Post, tiene una visión encontrada sobre las propuestas de Rincón, lo que dio inicio a un debate en redes sociales:
Hugo Chávez, luego del Plan Andrés Bello, pudo egresar como licenciado en Ciencias y Artes Militares. Estuvo a punto de obtener una maestría en la Simón Bolívar si no fuese por la tesis que no terminó. ¿Si la hubiera concluido, no hubiera devenido en un tirano? https://t.co/99gAQkYkMB
— Orlando Avendaño (@OrlvndoA) August 4, 2019
A partir de allí inició un intercambio de argumentos que transcribimos a continuación:
Emmanuel Rincón: ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? Nadie está diciendo que la educación limpia mentes o evita la criminalidad, pero sencillamente es un requisito mínimo para acceder a ejercer una función que requiere preparación, cuyas decisiones afectan a millones de personas.
Orlando Avendaño: Un requisito que no resolverá en absoluto lo que quieres resolver. Entonces generarás toda una dinámica nociva. Venta de títulos, sobornos, etcétera. Lo que tienes es que, con educación, preparar a los ciudadanos para que no se aventuren con un desquiciado (tenga título o no).
ER: Entonces no establezcamos leyes penales porque se van a romper, no tengamos Constitución porque no van a resolver el problema, ¿para qué las bases jurídicas? Eduquemos al país y no tengamos leyes, con eso será suficiente.
OA: La comparación es absurda. ¿En qué atenta contra el individuo que llegue al poder alguien sin título? El Estado de derecho se impone para resguardar al individuo, su vida y su propiedad, no para limitarle su desempeño.
ER: Ese es tu planteamiento, que no se establezcan parámetros porque pueden romperse y conducir a la corrupción. Lo acabas de escribir. Y nadie está limitando el derecho político de nadie, ¿quieren optar a un cargo público? Prepárense, estudien, o hagan otra cosa, es muy sencillo.
OA: Lo que propones es regular la legítima aspiración a un cargo público. Tu planteamiento no disiente de alguno estatista, que cree que con más leyes mejor funciona la sociedad. Yo pienso que, como con otras prohibiciones, no resolverás absolutamente nada sino generarás otros problemas.
ER: La legítima aspiración a un cargo público debe sustentarse en una legítima capacidad para ejercerlo, lo demás es atentar contra el bienestar nacional. Hablar bonito y convencer masas es muy fácil, tener las herramientas para ejecutar promesas no tanto. Para eso está el derecho.
OA: Eso te corresponde a ti como ciudadano. Yo, como ciudadano, puedo legítimamente creer que alguien con licenciatura en Oxford y maestría en Yale no es capaz de ejercer un cargo público. Por ejemplo, Hillary Clinton, Rafael Correa, Pedro Sánchez y tantos otros.
ER: Eso lo puede regular el Estado de derecho, para eso las sociedades establecen bases jurídicas. Los ejemplos subjetivos no sirven de nada, a menos que sean estadísticos. Si quieres ser objetivo, busca la data de profesionales y no profesionales exitosos a nivel político.
OA: Y por esa misma razón es que las sociedades sensatas tienden a elegir profesionales con largo bagaje académico para la presidencia. Pero no lo hacen porque exista una ley sino porque tienen la altura para entender cuáles son las experiencias que esperan que sus gobernantes tengan.
ER: La sociedad también puede elegir establecer un nivel académico para acceder a cargos públicos de alto nivel. No es el Estado el que regula, es la ciudadanía, construyendo una base jurídica para frenar la ineptitud y fomentar la meritocracia.
OA: Lo que propones es que la ciudadanía regule a través del Estado. Hablas con eufemismos. Yo propongo que los ciudadanos simplemente ejerzan la ciudadanía.
ER: No, tienes bastante errados los conceptos jurídicos. No va a ser la ciudadanía la que regule a través del Estado, va a ser la Constitución, y la Constitución está por encima de todo, es el ente regulador por excelencia, la máxima expresión de ciudadanía.
OA: Cuando tengas al demagogo socialista con título, autorizado para competir, y al capaz emprendedor, que favorece al mercado, no autorizado, lo lamentarás. Hubiera preferido a un Steve Jobs en la presidencia que a una Clinton que salió de Yale.
ER: Ese es un argumento inválido y tonto. Te lo podría poner a la inversa, esta situación invalidaría a Maduro y aprobaría a Jeff Bezos. Estas tratando de valerte de ejemplos subjetivos para defender tu posición, ergo, tu argumento no tiene pies ni cabeza.
OA: El que no entiende eres tú. Y lo que dices me da la razón: la responsabilidad la tiene el ciudadano, no el Estado imponiendo regulaciones. Ambos casos ilustran muy bien que lo que propones no servirá de nada.
ER: Es que no es el Estado, la Constitución es el orden supremo y está por encima del Estado.
OA: Crees que con leyes se esculpe una sociedad y terminas haciendo proposiciones peligrosas. Luego de prohibir que quien no sea profesional, no puede participar, fácilmente puedes decir que quien no sea de tu universidad favorita, tampoco pueden participar.
ER: Por supuesto que son las leyes las que esculpen las sociedades, ese es el principio fundamental del Derecho Romano, y de allí nacen los ordenamientos jurídicos del mundo. La ley es la máxima expresión de ciudadanía, es el contrato social que regula las relaciones humanas.
OA: Terrible noción de cómo deben funcionar las sociedades. Hablas de Russeau, quien desestima cualquier principio liberal —o de libertad inherente al hombre—. Es la legitimidad del Estado sobre el individuo.
ER: Una vez más, no es el Estado, es la Constitución. Pide abolir entonces todo el cuerpo jurídico de Venezuela y que los ciudadanos funcionen acorde a sus principios a ver si te funciona.
OA: Demuestras no tener idea de cómo debe funcionar el Estado de Derecho bajo los principios que aparentemente defendemos. Reformaría la nuestra, pero no para imponer prohibiciones, como te encantaría, sino para resguardar el individuo. Revisa la americana.
ER: Bajo tus principios, no los míos, yo no tengo etiquetas.
El debate culminó con comentarios agregados por diferentes ciudadanos que participaron en el mismo, algunos apoyando la postura para establecer requisitos mínimos para postulación, y otros rechazando la idea. Más allá de determinar el ganador del debate o cuál razonamiento resultó siendo el más adecuado, muchos también resaltaron el hecho de poder discutir ideas sin caer en la descalificación y respetando los puntos de vista encontrados; un espejo de lo que tendría que ser la democracia.