Como el mundo lo clamaba, el presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, Juan Guaidó, asumió este 23 de enero las facultades enteras del Ejecutivo. Ya le correspondía, sin poder evadirlo, debido al artículo 233 de la Constitución de Venezuela que establece que, ante el vacío de poder, es responsabilidad del presidente del Congreso suplir el espacio. Y como Nicolás Maduro no ganó ningunas elecciones para este nuevo período —sino que celebró una bochornosa estafa condenada por más de sesenta países en el mundo—, hoy no es presidente de Venezuela.
Pero Juan Guaidó ha dado este 23 de enero otro paso. Rotundo, definitivo y letal —para la dictadura—. Oficializó finalmente su presidencia. La revistió de formalidad luego de jurar frente a cientos de miles de venezolanos que se concentraron en las calles de Caracas para darle su apoyo al nuevo presidente y repudiar la agónica dictadura.
“Levantemos la mano derecha —dijo Guaidó—; hoy, 23 de enero, en mi condición de presidente de la Asamblea Nacional, ante Dios, Venezuela, en respeto a mis colegas diputados, juro asumir formalmente las competencias del Ejecutivo nacional como presidente encargado de Venezuela”.
Las gentes gritaron de emoción. No se trataba de un arrebato. Tampoco se estaba autoproclamando —como han sostenido agencias de noticas como Reuters, AFP o medios como CNN, que hoy juegan a favor de la narrativa del régimen chavista—. Era, en cambio, lo que le correspondía. Era su responsabilidad. Y la asumió. La asumió plenamente, demostrando de esa manera que está a la altura. Que Venezuela ya tiene su gran hombre, ese que siempre necesita la historia para torcerla y forjarla. Los Churchill, los De Gaulle, los Reagan y los Guaidó.
Es la joven estrella de la política venezolana. Surgió de repente y se convirtió en un fenómeno. Supo revivir la esperanza de una sociedad que ya se hacía vencida, a través de cabildos abiertos en todo el país. Lo dice constantemente: “Venezuela nació en un cabildo y en cabildo nace la esperanza”. Hace referencia a 1810, cuando en Venezuela inició la Independencia de España.
Pero Guaidó no lo ha hecho solo, hay que decirlo. Hoy se juramenta luego de un proceso de varios días. Asumió la presidencia de la Asamblea el cinco de enero y, desde entonces, ha contado con el respaldo, no solo de la sociedad civil, sino de la comunidad internacional. Insignes como el secretario general de la Organización de Estados Americanos, Luis Almagro, lo han estado apoyando —y hasta alentándolo a asumir plenamente la presidencia—. También destaca el papel de países como Estados Unidos y Brasil. La primera nación, gobernada por Donald Trump, la que a través de fuertes declaraciones de funcionarios de alto perfil ha emplazado al régimen de Nicolás Maduro. La segunda, con la administración de Jair Bolsonaro, una de las primeras en darle su apoyo entero a Guaidó como representante del Ejecutivo. Han sido esenciales, igualmente, los esfuerzos en liderar a la región del Grupo de Lima y el papel de presidentes como Macri, Duque y Piñera.
Ahora Juan Guaidó asume una tarea titánica. Debe timonear a los venezolanos hacia la libertad. Enfrenta a un régimen criminal, vinculado a lo peor de la mafia y el terrorismo internacional. Los militares, quienes hoy tienen la última palabra dentro de Venezuela, deben asumir también una postura. Y si no, países como Estados Unidos deben mantenerse atentos al llamado del nuevo Gobierno legítimo. Guaidó debe recibir todo el apoyo de las grandes democracias del mundo. Es imperativo que lo reconozcan como presidente interino de Venezuela. Y es imperativo que se entienda que, si llegasen a agredirlo, estarían agrediendo al jefe de Estado de un país occidental.
En PanAm Post celebramos que hoy la dirigencia venezolana haya estado a la altura. Celebramos posturas como las del presidente Donald Trump de reconocer a Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela. Se acerca el momento de ponerle punto final a una de las mayores tragedias que ha padecido la región. Se siente cerca la libertad. No hay duda de que Venezuela entró en un proceso irreversible, cuya consecuencia será el resurgimiento de una nación libre. Hoy Juan Guaidó representa la esperanza en los días que vienen. La certeza de que América volverá a respirar tranquila, curada ya de la peste chavista. Hay que apoyar al presidente Juan Guaidó.