Es vergonzoso que el diario de mayor circulación de Colombia, El Tiempo, se preste para impulsar una irresponsabilidad tan inmensa en Venezuela.
En su editorial del 13 de marzo, titulado Venezuela: una salida civilizada, el diario colombiano asegura que “es vital que la región entera forje el ambiente propicio para que el diálogo que lidera el Vaticano, con el apoyo de los expresidentes José Luis Rodríguez Zapatero, Leonel Fernández, Martín Torrijos y Ernesto Samper, sea fructífero. Contra viento y marea”.
Luego, El Tiempo se atreve a espetar, desvergonzado, que “cualquier acción que no vaya por ese lado es un salto al vacío”.
Tal desmesurada imprudencia debería estimular el rechazo inmediato de todos los latinoamericanos interesados en una restauración democrática para Venezuela. El Tiempo no solo se atreve a asegurar que la única alternativa viable que queda a los nacionales, que a diario padecen una criminal crisis, es el fracasado y deprimente diálogo con la dictadura, sino que asegura que cualquier otra opción que sea presentada, debe ser condenada o rechazada.
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Hoy es evidente que el diálogo entre la dictadura venezolana y la oposición fue, realmente, el triunfo de un régimen agonizante que logró obtener la ayuda del Vaticano para ganar tiempo justo cuando las protestas ciudadanas tenían al mandamás Nicolás Maduro contra la pared.
Hace unos meses los venezolanos enfrentaban el momento histórico más importante de la historia contemporánea del país. Como debió suceder hace tiempo, la ciudadanía, a través de las marchas masivas de protesta, expuso toda la negligencia de una dictadura criminal. El 30 de octubre, sin embargo, se impuso un nuevo escenario: la opositora Mesa de Unidad Democrática, a través de unos personajes bastante particulares, se reunió con la dictadura de Nicolás Maduro y, de esta manera, inició el diálogo con la mediación del Vaticano.
La ciudadanía se sorprendió porque, solo unas semanas antes, en lo que fue una imperdonable torpeza comunicacional, la Unidad había asegurado que no participaría en un diálogo con la dictadura ya que las condiciones aún no estaban dadas.
Si la situación cambió, fue para lo peor. El referendo revocatorio contra Maduro fue liquidado. El régimen continuó violando los derechos humanos con el beneplácito de los supuestos mediadores: José Luis Rodríguez Zapatero, Martín Torrijos, y UNASUR en cabeza de Ernesto Samper, aparte del Vaticano. “Con Revocatorio, en una fecha, cuando sea, en un año, en otro año, o sin él, da igual que no hubiera Revocatorio”, dijo Rodríguez Zapatero en una entrevista en julio del año pasado, dejando en evidencia sus intenciones como mediador en Venezuela.
No embalde, el ilustre venezolano Diego Arria, expresidente del Consejo de Seguridad de la ONU, había advertido previamente que “el diálogo con Zapatero sería el ‘suicidio’ de la MUD y el ‘asesinato’ del Revocatorio.” El mismo diálogo que ahora defiende El Tiempo.
Con el diálogo, el dictador Maduro obtuvo lo que tanto quería: una foto estrechando la mano a los oprimidos para enviar un mensaje claro, como lo hizo en 2014, cargado de una falsa ilusión de democracia al resto del mundo. Y fueron instrumentales los colaboradores que hoy alaba el diario El Tiempo.
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Con el inicio de las conversaciones, la dictadura chavista pudo presentar ante el mundo la ilusión de que en Venezuela hay una democracia. De tal modo pudo dilatar la condena de la comunidad internacional, incluyendo la aplicación de la Carta Democrática Interamericana, maniobra que hoy desdeña El Tiempo en su editorial. Maduro también logró desatar otra crisis interna en la oposición, lo cual sólo genera confusión entre los ciudadanos. La nueva ruta que trazaron las partes sólo logró alargar la agonía del venezolano de a pie bajo el yugo chavista.