EnglishLa tensión entre Starbucks y un puñado de proteccionistas vociferantes en Colombia continúa latente, para vergüenza de los cultivadores de café que se respetan a sí mismos en esta orgullosa nación.
Lejos de recibir con gratitud al vendedor minorista de café más grande del mundo —como vendedor y como promotor del café colombiano— muchos representantes de la industria del café y nacionalistas económicos han alimentado una animosidad especial contra la compañía radicada en Estados Unidos.
El mero hecho de lograr una presencia en Colombia resultó toda una misión para la icónica franquicia global, cuyo primer local en Bogotá se inauguró hace menos de un año. Los ejecutivos de Starbucks han estado comprando café colombiano desde 1971; sin embargo abrieron más de 700 puntos de venta en toda América Latina antes de hacer pie en tierras colombianas.
Para apaciguar simultáneamente a los nacionalistas y los lobbystas de la industria del café, Starbucks se alió con compañías locales y dio a conocer que solo serviría café producido íntegramente en el país. Sin embargo, desde entonces — ¡y que horror! — han vendido café empaquetado de otras partes del mundo.
Dignidad Cafetera, una asociación de trabajadores cafeteros, no se sorprendió con este hecho. “Starbucks llegó aquí con demagogia, mintiendo y diciendo que solo vendería café colombiano”, dijo el portavoz de la asociación, Óscar Gutierrez, a Manuel Rueda, de Fusión. Ahora, Gutierrez busca que el Gobierno imponga cupos y tarifas arancelarias para terminar con “la descarga [de café] en el país”.
Que Starbucks haya honrado su promesa original puede ser tema de discusión, aunque en primer lugar nunca debió ofrecer un compromiso como ese. Quizás, su sede en Estados Unidos está convirtiendo a la empresa en un chivo expiatorio, mientras otras empresas colombianas importan café lejos del ojo público.
La organización de Gutierrez y sus aliados proteccionistas no dignifican ni promocionan la industria cafetera colombiana. Podrían preguntarse por qué, por ejemplo, los colombianos consumen considerablemente menos café que en el resto de América Latina — la mitad que los costarricenses y menos de un tercio del que toman los brasileños. Quizás está relacionado con el proteccionismo mediante el cual buscan blindarse de la competencia como Starbucks, que ofrece alternativas y un mejor servicio a los consumidores.
La Federación Nacional de Cafeteros afirma que representa a los colombianos, aunque durante décadas ha gozado de privilegios monopólicos y contribuciones obligatorias. Si a Dignidad Cafetera le interesa tanto que el dinero termine en manos de los productores, y no en las de una burocracia parasitaria, ¿dónde están sus quejas sobre esto?
Teniendo en cuenta que la vasta mayoría del café colombiano va a la exportación, el lema del proteccionismo es “haz lo que yo digo, no hagas lo que yo hago”: si otros países erigen barreras al café colombiano, los productores en el frente doméstico tendrán muchos más problemas que los que les puede generar un pequeño paquete de café en Starbucks.
Aunque, quizás, la ironía más grande de todas surge del tan mentado orgullo que los proteccionistas demuestran por su café colombiano como el mejor del mundo. Podría serlo, pero son los consumidores quienes decidirán eso, mientras las declaraciones vacías, soportadas solo en las restricciones para elegir, transmiten el mensaje opuesto.