EnglishSon muchas las razones para mantener la protesta: 15 años de acentuación de políticas populistas que han ido empobreciendo a nuestra nación y socavando nuestras libertades; la inflación, la escasez, el desempleo, la corrupción, la deficiencia de servicios básicos y la inseguridad, han sido sus más visibles consecuencias; pero no las únicas.
Este régimen ha sido —y es— el factor que ha llevado a su máxima expresión cada uno de dichos problemas, pero no fue del todo su “causante”. Nuestras dificultades no nacieron con Hugo Chávez, por más que se hayan amplificado durante los últimos 15 años: el socialismo no es algo nuevo en Venezuela. Desde que llegó la democracia, incluso antes, la dirigencia política ha coqueteado con sus ideas, y con sus matices. Durante los 40 años del bipartidismo y en su etapa histórica posterior, Venezuela siempre fue gobernada por partidos de orientación socialista, bien sean socialdemócratas, socialcristianos o comunistas.
Las políticas implementadas por los gobiernos del puntofijismo destruyeron el vínculo necesario y sano que había entre el esfuerzo y la recompensa, sustituyeron la competencia por el amiguismo, y convirtieron a los venezolanos en esclavos dependientes de un ilusorio Estado mágico. Todas estas prácticas populistas afianzaron el clientelismo, sedimentando así las bases para la llegada de un régimen nefasto como el que hoy tenemos.
Quienes hoy usurpan el poder en Venezuela no son “ineficientes”: están muy conscientes de lo que hacen. Están destruyendo el aparato productivo y desvirtuando al Estado (o lo poco que queda de él) adrede. Su misión es enquistarse en el poder, y la pobreza y la miseria son los mejores medios para lograrlo. Si bien el régimen está a la cabeza del status quo, no es el único que lo compone: la oposición oficial también ocupa su lugar en el aparato de poder. El régimen ha tejido una camisa que a la “oposición” no le incomodaría vestir. Esta camisa es de color rojo, tiene una hoz y un martillo, la marca es transmite un mensaje comunista; a algunos les gustaría pintarle más colores a la camisa: agregarle amarillo y negro, o blanco, pero lo que es seguro es que no les molestaría ponérsela. Esto se debe a que aunque tienen sus diferencias, es más lo que los une que lo que los separa del gobierno actual.
Entender que el régimen no está solo es de vital importancia. Hay actores que legitiman sus acciones, su discurso y su proyecto. La “igualdad”, la “justicia social”, el “bien común” sobre el individual, el “anti-libre mercado” son los valores que los unen. Puede que varíen las propuestas o los eslóganes, pero nunca la forma va a cambiar al fondo. La izquierda puede cambiar de nombre, puede cambiar de programa, pero nunca dejará de ser izquierda. Venezuela lleva 55 años de izquierda, los más moderados dieron paso a los más radicales. Y creer que los moderados son la solución es caer en la mayor de las idioteces.
Es sumamente necesario un cambio en Venezuela, y este no puede quedarse en un simple cambio de “gobierno”: debe cambiar el sistema en su totalidad, sus bases, sus ideas deben ser sustituidas de raíz. Y quienes hoy son la contraparte oficial del régimen no representan dicho cambio. Por ello, debe nacer una nueva generación política, gremial e intelectual, que sedimente las bases para un cambio real. Hombres de Estado que conozcan sus funciones y entiendan sus limitaciones, un sector empresarial que se desentienda del amiguismo y el proteccionismo que hacen más daño que bien a nuestra economía, y sobre todo, académicos que entiendan bien la importancia de la libertad, de la responsabilidad y de la dignidad para el crecimiento de nuestra Nación. Cada uno tiene un rol muy importante, el Estado está para proteger a la persona, no para dirigir su vida.
Entendiendo esto podremos direccionar nuestra Nación al desarrollo, y convertir la realidad de hoy en sólo un recuerdo.
Recordemos que para cambiar la política hay que cambiar las ideas. Solo así daremos paso a la Venezuela Futura. Solo así, construiremos a la Nación más libre de América. Libertad, o nada.
Este artículo originalmente fue publicado en Foro Libertad.