
EnglishUn artículo del New York Times, publicado el 9 de noviembre de 1913, hace referencia a las relaciones incestuosas entre el poder político y empresarios de la época en México. El título del artículo no puede ser más sugerente: “Rival Oil Giants In Méxican Broils”, y expone el conflicto de intereses entre el dictador Porfirio Díaz, la Standard Oil de Rockefeller, Francisco Madero y una empresa de nombre Waters Pierce Oil Company.
Con su llegada al poder, Porfirio Díaz, quien ejerció la presidencia del país durante nueve ocasiones entre 1876 y 1911, dictaminó una serie de medidas con la finalidad de atraer capital foráneo para sacar al país del estancamiento económico. En el país existía una sola compañía relacionada con el negocio petrolero: la Waters-Pierce Co., subsidiaria de Standard Oil de Rockefeller.
Con las medidas adoptadas por Díaz, aparecieron algunos inversionistas que se mostraron interesados en invertir en el negocio del petróleo mexicano y competir con la gigante norteamericana. Entre ellos, el inglés Weetman Dickinson Pearson. y Edward L. Doheny. El primero fundó la Compañía Mexicana de Petróleo El Águila, el segundo hizo lo mismo con la Mexican Petroleum Company.
Muchos historiadores agrupan a estos episodios históricos bajo el arquetipo de la expansión del capitalismo en los países subdesarrollados
Atendiendo a los favores políticos más que a los mecanismos de libre mercado, estos dos empresarios dominaron la industria petrolera durante el primer cuarto del siglo XX. Pearson era un constructor, amigo de Diaz, que antes ya se había beneficiado con grandes concesiones de obras públicas gracias a esa cercanía con el poder. Entre los privilegios que había logrado le adjudicaron obras en los ferrocarriles mexicanos, la construcción del Gran Canal para el desagüe de la ciudad de México, y de los puertos de Veracruz, entre otras importantes obras.
Pearson fundó en 1906 la Compañía Mexicana de Petróleo El Aguila, apenas obtuvo concesiones petroleras de parte del Gobierno. Pearson, con la finalidad de asegurarse los privilegios, nombró como socio minoritario al coronel Porfirio Díaz Jr. y como presidente a Enrique Creel, ex-embajador de México en Washington, gobernador de Chihuahua y mano derecha de Porfirio Diaz.
También estaban dentro de la nómina de la misma empresa Guillermo de Landa y Escandón, quien fue gobernador del distrito federal bajo el régimen de Díaz; el banquero Fernando Pimentel y Fagoaga, cercano a los asuntos financieros del dictador; y Luis Riba, socio de Diaz en otros negocios.
En el caso del otro inversionista, Edgar L. Doheny, adquirió grandes extensiones de tierras y buscó influir en la aprobación de leyes que le permitieran la explotación con el menor costo posible. Años después, Doheny apareció involucrado en el escándalo Teapot Dome, en EE.UU.
Lo cierto es que ambos, Pearson y Doheny, dominaron la industria petrolera durante el primer cuarto del siglo XX. Los ejecutuvos de Standard Oil y su subsidiaria Waters Pierce Oil Company, al verse relegados, según algunos historiadores, apoyaron a Francisco Madero en la revolución que se estaba consolidando y que lo llevó al poder, aunque por corto tiempo. Apenas tres años después de tomar el poder fue asesinado.
Muchos historiadores agrupan a estos episodios históricos bajo el arquetipo de la expansión del capitalismo en los países subdesarrollados, sin aclarar que no basta con que existan bienes de capital para que exista capitalismo de mercado; se necesitan de instituciones de libre mercado también.
Los mecanismos de mercado, incluso en la actualidad, son suplantados por los favores políticos. Este es el modelo imperante en Latinoamérica
El modelo que se implantó en México, en todo caso, es el que se conoce como crony capitalism, capitalismo de amigos o mercantilismo. Los empresarios no compiten por obtener el favor de los consumidores, sino del poder. Esta historia podría ser contada una y otra vez en México y otros países de Latinoamérica.
Basta hurgar la historia para encontrar que este, además, ha sido el modelo de organización social predominante en Latinoamérica. Los mecanismos de mercado, incluso en la actualidad, son suplantados por los favores políticos. Según el estudio realizado por Fundación Friedrich Naumann para la Libertad, México ha logrado avances importantes en los rubros de apertura al comercio exterior y el acceso a una moneda sana; sin embargo, no ha logrado hacer las reformas institucionales necesarias, sobre todo en el ambiente regulatorio y en el sistema de derechos de propiedad, que favorezcan a la libertad económica. Esto facilita la arbitrariedad en la asignación de recursos y lleva sin duda a la corrupción de los gobernantes.
Por eso, a la pregunta “¿Cuándo se dará este milagro mexicano?” del premio Nobel Paul Krugman, en su reciente visita a México, la respuesta es: cuando exista en México una institucionalidad completamente alineada al libre mercado. Sugerir mayor intervención en la economía por parte del Gobierno solo abre la puerta para que se oxigene el mercantilismo del que tanto se han beneficiado las élites políticas y económicas del país, y de ninguna manera garantiza una mejora substancial de la calidad de vida de los mexicanos.