Qué tanto apoyan los rusos al régimen de Nicolás Maduro es una incógnita. Hasta dónde llega su compromiso con la dictadura chavista. Hay gestos de ambos lados: unos que sugieren que son aliados incondicionales, hasta el punto de iniciar un conflicto bélico por la Revolución Bolivariana; y otros que proponen lo opuesto.
La llegada de técnicos militares rusos a Venezuela despertó todo tipo de sospechas. Inquietud entre los venezolanos ante lo que era una supuesta muestra de respaldo, bastante sugestiva. Rusia habría enviado el mensaje al mundo de que Maduro contaba con un aliado militar.
A los venezolanos aquella exposición de solidaridad los derribó. Si Rusia intervenía en el conflicto de Venezuela, entonces la posibilidad de una participación americana se alejaba —y mucho más la eventual participación de países de la región como Brasil o Colombia—. Rusia no es una potencia al nivel de Estados Unidos, para nada; pero sí tiene el poder bélico para ejercer gran daño a todo aquel que entorpezca sus propósitos.
Sin embargo, expertos en el tema y analistas no se refieren al envío de personal militar a Venezuela como una incondicional muestra de apoyo militar por parte de Vladimir Putin a Nicolás Maduro. De hecho, como un experto militar extranjero afincado en Caracas dijo a BBC Mundo, la llegada del contingente ruso podría simplemente tratarse de la preocupación de Moscú por los equipos militares que vendió a Caracas.
“Los rusos apostaron mucho por Venezuela, pero se encontraron con que no cobraban”, dijo a BBC el experto. Luego, resaltó que la falta de mantenimiento de los últimos años a los equipos, por la incapacidad del régimen chavista de pagarle a Rusia o China, “ha puesto en cuestión la capacidad operativa” de los equipos militares.
Unos misiles en específico, los antiaéreos S-300, son la punta de lanza del sistema antiaéreo ruso, que vendió a Venezuela y que también utiliza en países como Siria. Al estar latente la amenaza bélica de Estados Unidos, bajo el mantra de «todas las opciones están sobre la mesa», se vuelve inminente la posibilidad de probar los misiles. Inaceptable, para Rusia o Venezuela, que sea un desastre.
Y en paralelo a esta aparente muestra incondicional de apoyo, este presunto espaldarazo, hay algunos guiños a lo opuesto: para Rusia, Nicolás Maduro sería un dolor de cabeza.
Hace mas de un mes, a finales de enero, una fuente anónima vinculada a la embajada de Rusia en Caracas dijo al PanAm Post que Rusia no va a apoyar al chavismo mucho más de lo que ya lo ha apoyado.
“Rusia se desmarca de este juego (…) los rusos ya están empezando a hablar de Maduro en pasado”, dijo la fuente, quien señaló que, si bien es cierto que el Gobierno de Vladimir Putin tiene grandes intereses en Venezuela, como la gigantesca deuda —y están conscientes de que el Gobierno legítimo de Juan Guaidó podría desconocerla—, estarían pensando en acercarse a Guaidó y negociar con su Gobierno legítimo.
Lo que dijo en ese momento el allegado a la embajada coincidió con un artículo publicado el 28 de enero en el diario The Wall Street Journal. En un artículo, el medio destacó: “Aunque Moscú lidera los esfuerzos de quienes aún ven a Maduro como el legítimo presidente de Venezuela, el vocero del Kremlin, Dimitry Peskov, dijo este lunes que no había discusión en cuanto a que el Gobierno ruso no dará más apoyo militar o financiero para mantener a Maduro en el poder”
Además de eso, ese 28 de enero el Gobierno de Estados Unidos levantó las sanciones contra tres empresas rusas controladas por un millonario relacionado al Kremlin.
“El Gobierno estadounidense levantó este domingo las sanciones al gigante ruso del aluminio Rusal y su filial En+, dos compañías controladas hasta ahora por el multimillonario Oleg Deripaska, incluido por Washington en una lista negra de oligarcas cercanos al Kremlin”, se lee en el diario Infobae.
Unas horas después, el 29 de enero, el periodista Anatoly Kurmanaev informó desde su cuenta de Twitter que uno de los principales proveedores rusos de productos petroleros de PDVSA, Lukoil, congeló su contrato con la estatal petrolera de Venezuela para no arriesgarse a recibir el impacto de las sanciones estadounidenses al régimen de Maduro.
También, el 6 de febrero, en Bloomberg escribieron: “Luego de prometer el apoyo total al régimen asediado del presidente venezolano Nicolás Maduro, Rusia está empezando a mostrar signos de duda sobre su capacidad para sobrevivir a un desafío de la oposición”.
“Moscú es muy consciente de las pocas opciones que tiene para rescatar a un cliente que se encuentra en una situación financiera muy difícil (…) está muy lejos la idea de que Rusia pueda desplegar una fuerza militar significativa para apuntalarlo”, apunta Bloomberg.
Ahora, la que sería la última información desde Moscú, se sabe que Vladimir Putin sigue descontento con la capacidad del régimen de Nicolás Maduro para solventar sus deudas. La agencia Tass reportó, este 15 de abril, que Venezuela aún no ha pagado el saldo de US$ 3.000 millones. La deuda la debía pagar en marzo de este año.
“El pago se realizará, probablemente, [nosotros] le informaremos”, dijo este lunes el viceministro de finanzas ruso, Sergei Storchak.
Es un lastre que carga Maduro desde noviembre de 2017, cuando, al no poder pagar la deuda que tiene Venezuela con Rusia, ambos países acordaron firmar un protocolo sobre la reestructuración de la deuda por un monto US$ 3,15 mil millones.
Rusia tiene claros intereses en Venezuela. Son económicos y geopolíticos —como sus inversiones millonarias y la conquista de influencia en una región que no le pertenece—. Nada cautiva más a Putin que la idea de tener su Siria en América, a pocos kilómetros de Florida. Pero ello viene acompañado de un dolor gigante de cabeza y de la provocación constante a una fiera como Estados Unidos.
El antiguo director de PDVSA, Pedro Mario Burelli, quien viaja constantemente a Rusia y ha venido monitoreando el comportamiento de Putin ante el chavismo, sostiene que en Europa, el régimen de Maduro no hallará a ningún aliado absoluto.
“Te aseguro que para los rusos, Maduro es una carga pesada. Son los primeros que se lo quieren quitar de encima”, dijo Burelli al PanAm Post.
“Quienes han tenido que lidiar con él [Maduro] en calidad de socios o prestamistas son los más desesperados. Dicho esto, no van a soltarlo sin recibir —o intentar recibir— algo a cambio”, agregó el exdirector de PDVSA.