Frente a los venezolanos se ha presentado otra oportunidad. Única. De oro. Otra torpeza irreflexiva nos brinda un escenario similar al de octubre del año pasado —este, por supuesto, más grave, único e importante—.
Podría ser esta la última oportunidad. Aquella que nos impone una peligrosa pero esperanzadora disyuntiva: o rescatamos ya la libertad o condenamos al país a la pérdida. Estamos, ahora, frente a la coyuntura más relevante y determinante de la historia contemporánea de Venezuela.
Ayer la fiscal Luisa Ortega Díaz denunció la violación del orden constitucional en el país. Se pueden dar varias lecturas, ciertamente.
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Una de ellas es que nos encontramos frente a una «brillante» estrategia de la dictadura para generar una ilusión de institucionalidad y separación de poderes. Calmar al país y demostrar a la comunidad internacional que en Venezuela, de hecho, sí hay democracia.
La otra lectura sería que Luisa Ortega Díaz comprende muy bien que su nombre está al principio de la lista de quienes algún día serán condenados en La Haya. Que comprende las implicaciones de los delitos que su banda ha cometido, y ha sabido aprovechar la tensión del momento.
Yo, particularmente, me apego más a la segunda posibilidad. Es, realmente, la lectura más sincera. Porque, aunque nos encontrásemos los venezolanos frente a una increíble muestra de brillantez y frente a una lúcida estrategia, las implicaciones de lo dicho por Luisa Ortega son demasiado importantes —además, hasta ahora no ha aparecido la fiscal, tampoco acudió a la invitación al Consejo de Defensa de Maduro—.
Como señala el economista y analista Carlos Blanco: “Si Maduro sacrifica a la fiscal, pierde. Si sacrifica a la Sala Constitucional, pierde. Si no hace nada, sigue hundiéndose en el tremedal”.
Lo dicho por la fiscal es serio. Las implicaciones aún mayores. No existe forma de que la interpretación se amolde a teorías de conspiración. De cualquier formal, estemos frente a un montaje o no, la verdad es que nos han puesto otra oportunidad de oro al frente —quizá, la última—.
El chavismo también tratará de aprovechar las declaraciones de la fiscal. Ya lo ha hecho, pero nadie les debe creer. No existe posibilidad de que, a estas alturas, puedan expedir alguna sensación de institucionalidad en Venezuela. La democracia hace rato fue dilapidada. En el país no hay separación de poderes. No ha habido, de hecho, desde hace años.
Hoy el panorama es trágico para la dictadura. Vimos como este viernes el régimen colapsó. Desde una rueda de prensa que nunca se dio hasta una declaración del TSJ que fue cancelada. El golpe de Estado cometido, esa huida hacia adelante, los está haciendo tropezar con obstáculos. Una torpeza irracional que, como la de octubre del año pasado, nos brinda otra escenario que debemos aprovechar.
El chavismo se está desmoronando. En las últimas horas lo hemos presenciado. No hay duda de que la crisis interna de la dictadura ha quedado expuesta. La parcialización de Bernal, las críticas de Dante Rivas a Luisa Ortega —luego eliminadas—, y la crítica de Eva Golinger al chavismo. Todo. Todo lo demuestra.
En la política, como leí en algún lado, hay que ser pragmáticos. No es ética. Gracias a la contundente reacción de la comunidad internacional al autogolpe de Estado de la dictadura, y a las declaraciones de la fiscal —que cambian completamente el juego—, se ha logrado hoy una inmensa victoria contra la dictadura. Han logrado exponer el derrumbamiento del chavismo. Ahora nos toca a nosotros actuar.
Ayer Maduro, en un intento de demostrar cohesión, apareció en la madrugada junto a parte de sus ministros para pedir al Tribunal Supremo de Justicia una rectificación —repliegue inaceptable que, en lo absoluto, soluciona la gravedad de lo sucedido—. Ahí aprovechó para poner el diálogo en la mesa. Exhortó a la oposición a unirse. Está esperando, sin duda, a que se dé el mismo auxilio de octubre del año pasado.
Su actitud —muestra del desmoronamiento del chavismo— es una oportunidad para arremeter e imponer la agenda. Ahora, sin lugar a dudas, estamos frente a una muestra de debilidad. El chavismo hoy padeció una crisis que debe ser aprovechada con urgencia. De lo contrario, quienes estaremos en desventaja seremos nosotros. Es una lucha contra el reloj.
Es hora de avanzar porque la dictadura está fracturada. Esa es la evidente conclusión.