
En un artículo de opinión publicado en el diario británico The Spectator este viernes 11 de noviembre, el autor, periodista y escritor del libro Mussolini: A New Life, Nicholas Burgess Farrell, habló sobre la reciente elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos y aseguró que “es absurdo llamarlo fascista”.
“Miles de palabras han sido sido escritas y muchas más serán escritas por la élite intelectual liberal para tratar de probar que el 45 presidente de Estados Unidos es un fascista”, escribe Farrell.
“El problema es que Trump no es un fascista, y mucho menos un nazi”, enfatiza el escritor.
“Trump no es de izquierda. Pues cuando los izquierdistas llaman ‘fascistas’ a personajes que odian, casi siempre ellos mismos tienen mucho más en común con el fascismo que a quienes odian. Si esto no fuera tan asustadizo —similar a cuando se llamaba ‘brujas’ a las mujeres en el siglo XVI— sería gracioso”, indica.
“Para poner un ejemplo: la alianza de 1939 entre el fascismo (Alemania) y el comunismo (Rusia) en contra del capitalismo (Gran Bretaña y Francia) fue una alianza mucho más natural que la que se dio entre el capitalismo (Estados Unidos y Reino Unido) y el comunismo (Rusia) en contra del fascismo (Alemania). Sin embargo, la democracia no es el único enemigo que las dictaduras fascistas y comunistas tenían en común”, continúa el columnista.
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De esta manera, Nicholas Farrell prosigue afirmando que, en un principio, Benito Mussolini era socialista: “Muy pocas personas parecen conocer esto, pero Benito Mussolini, quien inventó el fascismo en 1919, fue un socialista revolucionario (como solían llamar a los comunistas). Ahí estaba un socialista que creía en la abolición de las naciones y en una revolución mundial”.
No obstante, continúa el escritor, “la Primera Guerra Mundial lo forzó a reconocer un punto fundamental: las personas son más leales a los países que a las clases”.
“El fascismo reemplazó la guerra de clases entre el proletariado y la burguesía con una guerra de clases entre los productores y los parásitos. No pretendía abolir la propiedad privada de los medios de producción, sino establecer el Estado corporativo —la denominada “tercera vía” entre el comunismo y el capitalismo— con cada sector de la economía organizada en corporaciones dirigidas por el Estado”, apunta.
“Alguien como Marine Le Pen en Francia, quien cree en los grandes estados y en mucho bienestar (al menos para los franceses), tiene fascismo en su ADN. Pero lo que Trump tiene en común con algo de esto está más allá de mí”, sugiere Nicholas Farrell.
Luego, el autor indica que Hillary Clinton y su esposo, Bill, plantearon algo más parecido a la “tercera vía” a la que apuntan los líderes fascistas y que Donald Trump “está a millas de eso”.
“Hillary es la que es pro-Estado, no Donald Trump”, enfatiza Farrell.
Seguidamente, el escritor plantea que para el fascismo es inherente una dictadura y que esto está muy lejos de lo que podría hacer Trump. También afirma que este no es “nacionalista”, sino un “patriota”.
“El fascismo es expansionista, agresivamente. Donald es mucho menos nacionalista que Hillary. Él es el aislacionista, ella la intervencionista”, escribe.
“George Orwell, un socialista que odiaba el comunismo, esbozó una importante distinción entre patriotismo y nacionalismo. ‘Un patriota es alguien que quiere defender su país, su cultura y su vida —escribe Orwell— en cambio un nacionalista es alguien que quiere imponer su país, su cultura y su forma de vida’. El patriotismo es defensivo, el nacionalismo ofensivo. Trump es un patriota, reconozco, no un nacionalista. Y el Donald no es el Duce”, concluye Nicholas Burgess Farrell.
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