Este miércoles 26 de octubre se llevó a cabo la denominada “Toma de Venezuela”. Un acto colosal en el que imperó el civismo y la ciudadanía pudo expresar su deseo de rescatar la libertad en un país en el que dicho valor ha sido secuestrado.
A diferencia de la Gran Toma de Caracas del pasado 1° de septiembre, este miércoles sí se logró algo: hubo tres victorias importantes.
Primero, y más significativo, el liderazgo opositor oficial tuvo un encuentro tajante con la ciudadanía y, por lo tanto, con la realidad y el desespero que domina a los venezolanos. Al estar ahí, y al leer la antología de reportes sobre el día, uno se puede dar cuenta de qué era lo que esperaba y percibía la sociedad civil. Me atrevo a decir que, por primera vez en los últimos años, el liderazgo opositor padeció un momento realmente incómodo en tarima. Y esto es algo importante.
En esta ocasión los ciudadanos tuvieron la oportunidad de exigir. Obligaron al liderazgo a acatar sus exigencias y a esbozar acciones y a plantear una estrategia plegada a la demanda y al desespero de la ciudadanía, cuyas libertades se ven disminuidas con el pasar de los días.
Es posible que, por primera vez, la Mesa de la Unidad Democrática haya experimentado, de manera contundente, el rechazo de una perceptible mayoría que siente que su liderazgo no está cumpliendo como debe y no está enfrentando una lucha de la manera adecuada.
La gente acudió a la Toma de Venezuela esperando lograr algo más. La gente quería que se tomaran acciones. Pero esto no ocurrió. El desespero latente en los ciudadanos, que no era percibido ni abrazado por el liderazgo, impulsó a los manifestantes a exigir y a pedir que se acataran las demandas en la cara de un liderazgo que a muchos ha decepcionado.
En segundo lugar, en la Toma de Venezuela se logró recuperar parte importante del espacio público. En Caracas, y en el interior del país, los manifestantes opositores se empoderaron y acudieron masivamente a las calles a ejercer la verdadera política. Prueba de esto es la violencia provocada por la dictadura.
En Caracas los manifestantes opositores acudieron, masivamente, a la autopista Francisco Fajardo y se mantuvieron al lado del aeropuerto de La Carlota. Esto no se había dado en un buen tiempo y es un avance con respecto a la Gran Toma de Caracas. El chavismo, en varias ocasiones, ha dejado claro que eso no está permitido. Sin embargo, este 26 de octubre los ciudadanos lograron inundar la principal autopista de la capital venezolana.
- Lea más: PanAm Post decide llamar las cosas por su nombre: Nicolás Maduro es un dictador
- Lea más: El Gobierno de Nicolás Maduro no es ineficiente, es criminal
Con respecto al interior, la situación fue similar, pero más audaz. Las manifestaciones también fueron masivas. La gente acudió a protestar con un carácter de rebeldía innegable y con ansias de libertad admirable. Esto derivó en que el régimen comenzara a perder el poder en varios estados del país (Arendt dixit). La violencia tomó las calles y los heridos comenzaron a aparecer. En el desespero por mantener el poder, la dictadura acude a una herramienta que solo sucede en su condena.
Por último, en tercer lugar, la Mesa de la Unidad ofreció una ruta a seguir para lograr el alcance de un verdadero objetivo político. Solo esperemos que el liderazgo cumpla.
Estamos en contexto. El próximo 3 de noviembre se llevará a cabo una “histórica” marcha que irá al Palacio de Miraflores —terreno sagrado e intocable del chavismo— que, según el gobernador Henrique Capriles, será “la más grande movilización de la historia”.
La marcha a Miraflores es importante porque, de todos estos años, podría significar la protesta más coherente hasta ahora. Resulta que las manifestaciones deben ser irreverentes e incómodas. La protesta no es un acto que funciona para expresar algo, sino que es un medio para lograr un fin político real. Es por esto que la protesta se debe realizar en el lugar adecuado y de la forma adecuada, hasta que ocurra un acontecimiento —como explica Michel Foucault.
El costo humanitario de no manifestar cómo y dónde se debe ha sido mayor hasta ahora. No se puede permitir el chantaje del que no se debe ir a protestar porque será un riesgo muy grande. Las cosas se exigen en el lugar en donde se deban exigir. De lo contrario, es inútil. Es una exposición de fortaleza innecesaria, un desgaste. Es cierto, el riesgo es grande, pero la ciudadanía está dispuesta a tomarlo para rescatar la libertad. El liderazgo también debe estar dispuesto.
En fin, estamos en una coyuntura decisiva. Este es quizá el momento histórico más importante de Venezuela. Es la oportunidad final de rescatar nuestra libertad o de someternos a una dictadura hasta que termine de abolir al último de los ciudadanos. Por esta razón es que se debe plantear, con sinceridad, el panorama en el que nos encontramos, y es por ello que hay que aceptar que debemos negociar.
No obstante, no es una negociación como la planteada este lunes por la Unidad Democrática y el Vaticano —que luego fue cancelada. No es una negociación de la cual saldrá victoriosa la impunidad y lanzará un salvavidas a los opresores. De hecho, no es una negociación que se debe llevar a cabo con la dictadura.
Sería ingenuo e infantil pretender que existe una salida posible a la tiranía sin la participación de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB). Aunque algunos no queramos, o sí, “sin los militares no habrá salida en Venezuela”, como muy bien señala el expresidente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, Diego Arria.
Por esto es correcto hablarle a la FANB. Estas deben entender que es muy distinto estar vinculado a una dictadura criminal y que esto tiene implicaciones serias para ellos; a asumir su responsabilidad. Las consecuencias de estar asociado con el sostenimiento de un régimen autoritario que viola sistemáticamente los Derechos Humanos de los venezolanos es grande, y esto lo saben. Además de que hay un descontento evidente dentro de la academia.
Han sido el hilo del que pende la dictadura y, por esta razón, su influencia es decisiva. Por eso las negociaciones no se deben dar ni en Margarita, ni en cualquier lugar de Caracas. La verdadera negociación, en todo caso, se debería dar en Fuerte Tiuna y debe ser para lograr la transición hasta la libertad. No se habla de un golpe de Estado, ni de algo que no esté expuesto en la Constitución o sea una alternativa antidemocrática. Se trata de la defensa de la ciudadanía y el rescate de la libertad en Venezuela.
Asimismo, se debe entender el panorama al que está, lamentablemente, sometido el país. En estos momentos hay un equilibrio criminal (guerrillas, bandas armadas, narcotráfico) muy peligroso que debe ser encarado con una fuerza, un brío y un temple inimitable.
Ahora bien, esto lo debe entender el liderazgo opositor y es por ello que imagino que, actualmente, existen solo dos escenarios posibles.
Es muy probable que la Mesa de la Unidad esté impulsando un escenario en el que se imponga una disyuntiva crucial a la Fuerza Armada. Esto podría ocurrir en cualquier momento. Es esa oportunidad en la que, o la FANB continúa cometiendo crímenes de lesa humanidad que algún día serán condenados por la Corte Penal Internacional, o decide —por salvaguardar sus intereses— asumir su responsabilidad y auxiliar a la lucha por la libertad que actualmente se disputa en el país.
A raíz de esto surge el otro escenario. En el que se entiende, de una vez, que en Venezuela debe haber negociación, pero no con la dictadura, y solo con el fin de lograr la libertad de todos los venezolanos y la instauración de la democracia lo antes posible.