En febrero de 2013 la revista Time puso en su portada al senador Marco Rubio, y tituló la edición: “El Salvador Republicano: Cómo Marco Rubio se convirtió en la nueva voz del Grand Old Party”. El 13 de febrero del año pasado, el joven descendiente de inmigrantes cubanos anunció su precandidatura para las elecciones presidenciales de este año en Estados Unidos. Desde entonces, el joven Marco intentó liderar una campaña que hizo pensar a muchos americanos que quizá la Oficina Oval acogería a un hispano.
Nunca pensó que terminaría así. “Estamos en el lado correcto, pero tras esta noche está claro que no estamos en el lado ganador”, dijo un sorprendido Rubio tras ser aplastado por el imparable multimillonario de Nueva York en el lugar que el senador menos se lo esperaba: Florida.
Rubio renunció a su candidatura este martes por la noche tras ser derrotado en las primarias republicanas en el estado que le dio el puesto en el Senado hace 6 años.
La derrota de Marco Rubio en su estado natal se puede prestar a un sinnúmero de interpretaciones. Un joven y primerizo senador de 40 años, talentoso orador, que de alguna manera representa el sueño americano. Desde que comenzó en la política se ha ganado el apoyo y la aclamación de muchos republicanos. Rubio parecía tener un muy buen futuro hace ya varios años. Con él, miles de hispanos se veían representados por un robusto pensamiento capaz de alzar la voz por una clase trabajadora que no se ha visto representada aún en la Casa Blanca.
De alguna manera, su candidatura era similar a Barack Obama en 2008: Rubio se presentaba a sí mismo como miembro de una nueva generación que llegaba para acabar con el establishment de los políticos tradicionales.
A pesar de todo esto, Rubio perdió. Y no fue cualquier derrota, su candidatura fue destruida por la aterradora e imparable campaña de Donald Trump en el estado que Rubio necesitaba para seguir en la contienda.
Pero ¿por qué realmente fracasó la promesa republicana de salvar al Gran Partido?
La campaña de Rubio giró alrededor de su personalidad, de lo que representa, de lo que es. Rubio se vanagloriaba de ser un hijo de inmigrantes cubanos, constantemente sus argumentos solo giraban alrededor de esto.
No manifestaba políticas claras. Sus propuestas se basaban en llevar al joven-víctima hijo de cubanos a la Casa Blanca. Ted Cruz dijo, tras conocer la renuncia de Rubio: “La historia de Rubio me apasiona”. Y ciertamente puede apasionar; pero no cuando está Trump enfrente.
El fuerte del neoyorquino es sin duda alguna su personalidad, y en este caso opacó a Rubio completamente. Para el senador de Florida, hacer girar la campaña alrededor de su personalidad no fue suficiente para contrarrestar la creciente popularidad de Trump.
La política exterior agresiva, el Gobierno pequeño, la disminución de impuestos y el conservadurismo social que promueve Marco Rubio pudo haber sido muy efectivo —pero en el año 2002.
Actualmente existe una mayoría republicana que está realmente molesta con la forma en que se han dirigido las políticas, internas y externas, de Estados Unidos en los últimos años. No haber podido distanciarse de lo que los estadounidenses hoy rechazan fue parte del fracaso de Rubio. Los republicanos están cansados de más guerras como la de Irak; el libre comercio con el mundo ya no produce la misma confianza. La campaña del senador falló ahí.
A pesar de que Rubio trató de venderse como un outsider que se oponía al statu quo republicano, poca gente realmente compró esta idea. En realidad, Marco Rubio es un político de carrera, desde hace 16 años el joven hijo de inmigrantes ha formado parte del Tea Party y jamás ha trabajado en el sector privado; de hecho, los ataques de Trump criticando a Rubio por “jamás haber creado un empleo en su vida”, le hicieron mucho daño.
La estrategia del senador no fue constante, su intención de representar una nueva generación, fuera de la política tradicional del partido republicano no fue efectiva. Trump e incluso Cruz lograron ocupar esta posición teniendo mucho más éxito entre los estadounidenses. En cambio, Rubio terminó convirtiéndose precisamente en el candidato del establishment en contra de los outsiders, lógicamente esto terminó en fracaso. No hubo coherencia entre lo que quería ser Rubio y lo que realmente estaba representando.
A principios de la campaña Rubio trató de verse como el candidato sereno que no cedía a los ataques de sus rivales. Cuando Trump lo atacaba constantemente, el senador se resistía a responderle y a contraatacarlo; de repente, al ver que los ataques del magnate tenían más efectos que su serenidad, Rubio cambió drásticamente para someter al magnate a ataques ad hominem, para terminar en una situación bastante bochornosa para el partido republicano: Trump y Rubio discutiendo sobre el tamaño de los genitales del primero.
Rubio tenía éxito apareciendo en programas de televisión y en entrevistas, por ello su campaña prefirió que el candidato explotara su habilidad telegénica en vez de llevar a cabo campañas en estados fundamentales como Ohio y New Hampshire. Según el National Review, mientras Ted Cruz iba a cinco reuniones con votantes al día, Rubio solo iba a dos. La campaña del senador no comprendió que mantenerlo detrás de cámara en vez de estrechando manos no era muy productivo.
Por último, Rubio tuvo un momento bastante crítico —y viral— durante su campaña, al ser ridiculizado por Chris Christie, quien en ningún momento fue un fuerte candidato, en el debate de CNN en New Hampshire.
Que Rubio permitiese que el gobernador de Nueva Jersey lo atacara por “repetir un discurso memorizado de 25 segundos”, y además, respondiera repitiendo el mismo “discurso memorizado de 25 segundos” una y otra vez, resultó en un claro mensaje a los republicanos de que Rubio tal vez no era de ninguna manera un candidato fuerte.
Rubio es aún joven, tiene buenas ideas, y aunque tal vez no sea The Republican Savior, como muy fácilmente lo catalogó Time, puede tener un futuro muy brillante en la política.
Al perder, Marco Rubio dijo: “no está en el plan de Dios que yo sea presidente en el 2016, o tal vez nunca”. Quién sabe. Capaz si el senador de Florida entiende las razones de su fracaso y comprende que nada sustituye el contacto del candidato con los votantes, llegará mucho más lejos que a un puesto en el Senado.