Estos últimos meses hemos visto como una plaga, parecida a un cáncer, ha hecho metástasis en la civilización. Una epidemia se ha ido esparciendo en las sociedades europeas que solo lograría traer de vuelta el infierno a la Tierra: el nacionalismo.
Mesías que parecen impuestos por alguna fuerza mayor, para nuestro bienestar y por el bien colectivo: “El paraíso de los trabajadores”, prometía Lenin; La perfecta Alemania, anhelaba Hitler. Como ellos, los ejemplos en la historia son varios. Personajes que han tratado y siguen tratando de administrar la felicidad del colectivo pero que solo han logrado evidenciar la crueldad que se esconde tras estos proyectos.
Lo bonito de la Historia es que nos permite aprender; solo basta tener la intención y echar una mirada hacia el pasado para evitar cometer los grandes errores que han sumergido a la civilización en el caos. No lo hemos hecho. Parece que la voluntad se dirige más bien a seguir cometiendo los mismos errores una y otra vez.
Si hubiésemos aprendido, hoy los proyectos que se van perfilando en Europa no fuesen más que propuestas condenadas al fracaso y al rechazo de las sociedades; sin embargo, ocurre lo contrario. Pareciese que los hechos de la historia no fuesen sino producto de la mente de Arthur Clarke, de Huxley o de Orwell; simple ficción o distopías.
Hace un par de meses, el partido español Podemos pudo celebrar un año de su fundación y legalización, y hoy, las encuestas lo perfilan como el primero con mayor intención de voto en varias Comunidades españolas. Hecho alarmante.
El crecimiento abrupto de un partido que en la práctica funcionaría como máquina demoledora de individuos, suprimiendo al ciudadano y transformándolo en hombre-masa; que cree garantizar la igualdad pero a costa, claro, de la libertad, es un peligro.
Un partido cuyo líder, Pablo Iglesias, ha afirmado que “lo que ataca a la libertad de expresión es que existan medios de comunicación privados”; personaje que ha citado al asesino Mao Tse Tung, diciendo que “el poder nace de la boca de los fusiles”.
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Podemos es una amenaza a la democracia y a las libertades del hombre. Partido que encuentra sus raíces en el marxismo, en el leninismo —y que, en la práctica, me permito especular, no escaparía del stalinismo—, llega a adular, sin escrúpulos algunos, al populismo recalcitrante que hoy corroe a Latinoamérica.
Y es que llegar a estas afirmaciones no es por simple suposición, no han tenido prudencia al catalogarse, al esconder sus admiraciones —sus peligrosas admiraciones.
Estos proyectos solo han logrado exhibir el nacionalismo más tribal, retrógrado y amenazante de la sociedad. Aquel que se deja fácilmente coquetear por un discurso intolerante y chauvinista.
Por otro lado tenemos a Putin, exespía de la terrible KGB, y actual presidente de la Federación Rusa, quien no ha desperdiciado oportunidades para mostrar su poderío militar.
Todos recordamos como en febrero del año pasado, aprovechando el “Euromaidán” las fuerzas militares rusas invadieron ilegalmente la península de Crimea. En un arrebato de nacionalismo, Putin ordenó anexar por la fuerza a Crimea a la Federación Rusa, siendo esto, por supuesto, apoyado por los peligrosos grupos nacionalistas/separatistas de la zona.
Más tarde, en octubre, Putin ofreció a Varsovia dividirse de Ucrania para después amenazar, diciendo que sus tropas podrían tomar “en dos días, no solo a Kiev, sino a Varsovia, Riga o Bucarest”.
Putin continuó “esgrimiendo” su poderío, y recientemente, el ejército ruso, junto a separatistas y mercenarios, llevaron a cabo la masacre de soldados ucranianos en los alrededores de la ciudad Debalstseve, hecho conocido como “la toma de Debaltseve”.
Además, este mes, Rusia amenazó con disparar misiles nucleares a Dinamarca, si esta se atrevía a integrar al sistema de defensa de la OTAN.
Putin es un tirano, un chekista oligarca que rige hoy una Rusia carente de libertades. Las excusas dadas en la búsqueda de aumentar su poderío no distan de las justificaciones usadas por Adolf Hitler para expandir el dominio del Tercer Reich por Europa. Las mismas justificaciones para llevar a cabo la adhesión de Austria, de los Sudetes y más tarde de Polonia, causando así la II Guerra Mundial.
No es exagerado temer al peligro que representa esta epidemia de nacionalismo y extremismo que comienza a infestar Europa: Tsipras en Grecia; Le Pen en Francia.
El importante escritor Mario Vargas Llosa, premio Nobel de Literatura, describe al nacionalismo como “la negación de la cultura da la libertad”, considerando que es una “doctrina que hace de la pertenencia a un lugar, un valor” y la culpa de las “peores guerras”. Ciertamente, el nacionalismo es un peligro.
Quedarse de brazos cruzados o jugar al apaciguamiento, al estilo Chamberlain, nos dejará indefensos frente al hambre de estos mesías insurgentes o líderes establecidos. No podemos ser incapaz de reaccionar frente a estas grandes amenazas decididas a imponer el infierno nacionalista en Europa.