La pelea entre el experimentado Mike Tyson y el youtuber Jake Paul dejó un sinsabor en la boca de los espectadores que estaban en el AT&T Stadium, ubicado en Arlington, Texas, y entre quienes la miraron a través de Netflix. Simplemente, no fue lo que esperaban. Además, siento justos, tampoco es que el boxeador de 58 años pudiera aportar demasiado tras más de dos décadas sin pelear. Sin embargo, sus fanáticos mantenían la esperanza de verlo lucirse al igual que lo hizo tiempo atrás.
La recaudación total del evento rondó los 80 millones de dólares, según estimaciones de los medios DraftKings Network y CMS News. Mientras que Paul, de 27 años, habría ganado unos 40 millones de dólares por subirse al ring al igual que Tyson. El show fue monstruoso en términos publicitarios, de eso no hay duda. No obstante, ni siquiera la movida logró revivir este deporte, sumido en el desinterés, mientras que las artes marciales mixtas (MMA, por sus siglas en inglés), representadas por la popular liga UFC, captan cada vez más público por una serie de cualidades que al boxeo le faltan.
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Algunos comparan al boxeo con el hipismo por la popularidad que perdió con el paso de los años. Los vínculos de varios peleadores con bandas criminales —como el caso de John Gotti III, cuya familia lidera la mafia neoyorquina— y la falta de una propuesta visualmente atractiva, fueron golpes certeros para ese deporte. Podría decirse que la pelea entre la puertorriqueña Amanda Serrano y la irlandesa Katie Taylor salvó la noche del 15 de noviembre.
Los principios que guían a los luchadores de la UFC
Las artes marciales mixtas se volvieron populares por muchas razones. Primero, combinan distintos estilos de peleas haciendo cada round más entretenido; segundo, Dana White apareció para fundar la Ultimate Fighting Championship (UFC), el torneo más famoso de la disciplina. Tercero, la propuesta comercial y visual del empresario le ha dado a los espectadores espectáculo, el patrocinio de grandes marcas y mucha interacción en redes sociales. Por último, a los peleadores —al menos a la mayoría— los unen principios como la libertad individual o el respeto a la familia, por citar algunos ejemplos.
En otras palabras, se creó una comunidad que termina de consolidarse en el terreno político por los nexos de White con el presidente electo, Donald Trump. ¿Es necesario que el espectador se identifique con una ideología política para ver UFC? No, pero se dará cuenta que los fanáticos y los peleadores van en consonancia con ciertas ideas.
No es de gratis que Renato “Money” Moicano, luchador de la UFC, provocara que el libro “Seis lecciones de la Escuela Austriaca de Economía”, escrito por Ludwig von Mises, se agotara luego de recomendarlo mientras aún estaba sobre el ring. Allí dijo amar a Estados Unidos, a la Constitución, la Primera Enmienda y la propiedad privada. Dos días después, hubo 50000 descargas del libro en el portal del Instituto Mises.
Es ese espíritu el que no tiene el boxeo, así como tampoco tuvo a un Conor McGregor, cuya personalidad y gancho hicieron populares a las artes marciales mixtas desde su debut en el año 2013. También incursionó en el boxeo al pelear contra Floyd Mayweather Jr, en el año 2017 haciendo que ambos mundos se cruzaran ante los ojos del mundo.
La conclusión es que el boxeo parece un deporte anclado en el pasado, el cual tampoco parece tomar impulso a pesar de la incursión de un famoso Youtuber o el regreso de una leyenda.