Unos 5000 millones de dólares perderá este año OpenAI después de pagar los costos relacionados con el funcionamiento de sus servicios “y otros gastos como los salarios de los empleados y el alquiler de las oficinas”. La cifra podría pasar por debajo de la mesa para una empresa de esa magnitud dedicada a la inteligencia artificial si no fuera porque las ganancias serán mucho menores, 3500 millones de dólares en 2024 para ser exactos. A eso hay que sumarle el éxodo de directivos que supuestamente se debe a una “restructuración”.
Lo cierto es que la compañía creadora de ChatGPT está pasando por cambios importantes. Tiene el objetivo de recaudar 7000 millones de dólares para que su valoración pase a ser de 150.000 millones de dólares, “una de las cifras más altas de la historia para una empresa tecnológica privada”, según documentos a los que accedió el New York Times y que la dejaría a la par de gigantes como Disney.
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Pero en el medio hay otras señales del ambiente complicado dentro de las oficinas de OpenAI. La jefa tecnológica, Mira Murati; el jefe de investigación, Bob McGrew, y Barret Zoph, otro alto cargo, renunciaron. Hace cuatro meses, se supo que la empresa compraba el silencio de exempleados amenazándolos con firmar un acuerdo de confidencialidad para toda su vida o perder las acciones que adquirieron cuando formaban parte de la nómina. De cara al público, su CEO, Sam Altman, afirma que “son naturales” los cambios de liderazgo en empresas “que crecen tan rápido y son tan exigentes”.
Sam Altman, “el Zuckerberg de la IA”
Mientras usuarios de todo el mundo siguen usando ChatGPT, la compañía matriz lucha por inversiones mientras quema el dinero más rápido de lo que le cuesta ganarlo. ¿Es esto el adelanto de su debacle? Hasta ahora, hay quienes observan el tema y analizan la situación. Es que además OpenAI pasaría de ser una “organización sin fines de lucro” a convertirse en una empresa tradicional.
Por ahora, de Sam Altman dicen que quiere convertirse en el próximo “Mark Zuckerberg de la inteligencia artificial”. Cada vez concentra más poder por tantas renuncias. Todo ello lleva pensar un par de cosas, según el portal Xakata. La primera, “que algo no funciona en OpenAI –al menos, a juzgar por las dimisiones–”, y la segunda, que “eso que no funciona podría ser precisamente Sam Altman”.
Así que mientras la inteligencia artificial avanza aceleradamente, sus precursores parecen ni siquiera seguirle el paso a todo lo que implica en temas operativos. Pero eso estará por verse. Microsoft ha invertido más de 13000 millones de dólares en la empresa de San Francisco, pero OpenAI “gasta gran parte de ese dinero en los sistemas de computación en la nube de Microsoft, que alojan los productos de OpenAI”, indica por su parte el NYT.
Por eso también buscan otras opciones, como recaudar billones de dólares en la construcción de nuevas fábricas de chips de silicio y centros de datos informáticos. Eso porque hasta ahora la empresa es dependiente de Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC) y Samsung. El primero es el mayor productor de microchips en el mundo. De manera que se habla de varios asuntos: demasiadas renuncias, mucho gasto y dependencia operacional. Pero hay expectativas positivas, después de todo, la inteligencia artificial es “inevitable”, como dijo Elon Musk.