Corea del Norte y Estados Unidos no se han enfrentado desde la década de los año 50, cuando estalló la guerra de Corea, tras el final de la Segunda Guerra Mundial. La Unión Americana respaldó entonces al gobierno de Corea del Sur, junto a otras potencias occidentales, para enfrentar la influencia soviética que controlaba el norte.
Pasados 70 años, llegó el momento de que ambos países se midan en un duelo decisivo, aunque esta vez no será en el campo de batalla, sino en el Estadio Nemesio Camacho “El Campín”, en Bogotá, Colombia. La selección de Estados Unidos se enfrentará este 18 de septiembre a la de Corea del Norte en las semifinales del Mundial Femenino Sub 20. Desde ya lo ojos están puestos en un partido que arrastra una compleja historia de tensiones geopolíticas.
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Tampoco es la primera vez que se enfrentan en el terreno deportivo. En 1999, durante la Copa Mundial Femenina de la FIFA, Estados Unidos venció a Corea del Norte 3-0 en la fase de grupos. En la Copa Mundial Sub-20 masculina de la FIFA en 2007, empataron 1-1 en un partido de fase de grupos. También se han enfrentado en Juegos Olímpicos. Pero los riesgos actuales de un conflicto nuclear y las amenazas del dictador Kim Jong-un hacen que este próximo partido de fútbol signifique más que 90 minutos (más el agregado) de dos selecciones pateando la pelota.
Un partido cargado de simbolismo
Si alguien duda de la presión más allá de lo deportivo que hay sobre el partido de fútbol entre Estados Unidos y Corea del Norte solo tiene que mirar a Pionyang, la capital del país que gobierna Kim Jong-un. En los últimos días, desde esta ciudad hay esfuerzos para que tanto Donald Trump, el candidato republicano a la Presidencia, como Kamala Harris, la abanderada por los demócratas, le dediquen tiempo en sus discursos a la amenaza norcoreana.
El tirano comunista siempre ha hecho lo mismo: busca llamar la atención con su programa nuclear. Es posible que incluso active –cerca de las elecciones presidenciales de EE. UU.– pruebas con armas de destrucción masiva para lograrlo. Según la agencia de noticias EFE, “podría tratarse del lanzamiento de un misil balístico intercontinental (ICBM), posiblemente equipado con un vehículo de reentrada múltiple e independiente (como el testado en junio), para mostrar una vez más que Corea del Norte puede alcanzar teóricamente EE. UU.”.
A eso hay que sumarle el pedido de Kim Jong-un de reformar la Constitución porque quiere catalogar a Corea del Sur como “país hostil número uno”. Dice que no caben “reconciliación ni reunificación” con el Sur, además de afirmar que en caso de guerra “es importante tener en cuenta la cuestión de ocupar, reprimir y reclamar por completo la República de Corea (nombre oficial del Sur)”. El lado que Kim Jong-un aborrece sigue siendo aliado de Estados Unidos, y el único intento de reconciliación reciente entre los dos bandos fue cuando Donald Trump, durante su mandato, cruzó a suelo norcoreano para dar la mano al dictador.
¿Torturarán a las jugadoras?
¿Qué pasa si pierden las jugadoras norcoreanas frente a las estadounidenses (en teoría sus acérrimas enemigas)? Por el hermetismo del país hay varias versiones. Una es que los deportistas que fracasan en competencias internacionales son reprendidos por el Partido del Trabajo de Corea, en otros casos se habla de condenas a trabajo forzado, pero no pasan de ser hipótesis.
En general, la “diplomacia deportiva” es política nacional desde la década de los 80 en Corea del Norte, y una de las pocas áreas no politizadas, reseñaba en el pasado la BBC. Por eso existen fotos de las representantes de esa nación con deportistas de Corea del Sur o con la famosa gimnasta estadounidense Simone Biles.