El restablecimiento de relaciones comerciales entre el Gobierno estadounidense y la dictadura venezolana podría estar cada vez más cerca, ya que una nueva visita de diplomáticos norteamericanos se suma hoy a la que ocurrió en marzo pasado cuando la Administración de Joe Biden buscaba desesperadamente acuerdos en materia petrolera ante las sanciones impuestas a Rusia por la guerra en Ucrania.
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Una de las versiones que se dio a conocer en aquel primer encuentro era que EE. UU. buscaba reemplazar el petróleo que le compraba a Moscú con el venezolano. Además, la Casa Blanca logró la liberación de dos estadounidenses presos en el país caribeño.
Pero las negociaciones son mucho más complejas, ya que incluso se consideró la posibilidad de que el régimen de Nicolás Maduro se sentara de nuevo con la oposición en la mesa de conversación en México luego de haberla pateado. Esto no ha ocurrido, pero varias señales dan cuenta de que ambas partes están avanzando para retomar los interminables diálogos.
Tomando ese contexto, ocurre este nuevo viaje de diplomáticos estadounidenses, que no hace más que demostrar la voluntad de Biden de relajar restricciones a la dictadura chavista meses después de que hiciera el primer guiño eliminando restricciones para operaciones de puertos. Según la información revelada la noche de este lunes por Associated Press, el objetivo es que Maduro libere a otros ciudadanos estadounidenses presos y la reconstrucción “de las relaciones con el gigante petrolero sudamericano mientras se prolonga la guerra en Ucrania”.
Omisión por conveniencia
En consecuencia, Washington se muestra dispuesto a bajar la cabeza ante Caracas debido a que el conflicto en Europa del este está encareciendo los precios de los hidrocarburos. Esto también contribuyó a que la popularidad de Biden se desplomara en los últimos meses, por lo que Venezuela luce como la solución más cercana para la Administración demócrata, que poco a poco ha levantado las sanciones impuestas durante el gobierno de Donald Trump. En la Casa Blanca la prioridad ahora es aliviar la situación interna y estabilizar el mercado petrolero, no defender las libertades y la democracia.
De acuerdo con la agencia de noticias, la delegación incluye a James Story, embajador y director de la Unidad de Asuntos Venezolanos del gobierno de EE. UU. desde Colombia, y Roger Carstens, enviado especial de la Presidencia para asuntos de rehenes. Fue el dictador venezolano quien confirmó en un acto televisado la visita de la comisión diplomática estadounidense, la cual se reunió con Jorge Rodríguez, presidente de la Asamblea Nacional chavista.
Pero lejos de ser gestos aislados, desde la Casa Blanca se están esmerando por caer en gracia con el chavismo. A las dos visitas, más el levantamiento de algunas restricciones, también se suma el hecho de que a Carlos Malpica Flores —sobrino de Cilia Flores, esposa de Nicolás Maduro— EE. UU. decidió sacarlo de la lista de sancionados del Departamento del Tesoro. Eso sin contar con el anuncio de que la compañía estadounidense Chevron retomará sus vínculos con Petróleos de Venezuela (PDVSA).
Al espaldarazo que está dando EE. UU. al régimen venezolano, se suman las declaraciones de un funcionario francés citado por Reuters que insiste en la necesidad de abrir el mercado petrolero a Irán y Venezuela. Y es que no esconden las intenciones de explorar mercados alternativos ante las restricciones que mantienen aislada a Rusia, sin importar que ese nuevo aliado tenga abierta una investigación en la Corte Penal Internacional por crímenes de lesa humanidad y que sobre la cúpula que gobierna el país, incluyendo el propio Nicolás Maduro, pesen acusaciones por narcotráfico con millonarias recompensas por su captura.