Cuando se habla de las consecuencias de la guerra para Rusia es común mencionar las sanciones, especialmente contra los multimillonarios amigos de Vladímir Putin, o de cómo marcas occidentales anuncian la suspensión de sus ventas indefinidamente. Pero cuando las naciones atraviesan crisis de este calibre también se generan éxodos masivos. Rusia no es la excepción. En particular los jóvenes están tomando la decisión de emigrar, ya que el país que habitan no es viable para sus proyectos.
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Los jóvenes profesionales rusos saben que existe una guerra —a pesar de la censura en los medios estatales— porque les está pegando en sus ideales, sus bolsillos y en sus aspiraciones. Es así como unas 300.000 personas en el momento más productivo de su vida han abandonado Rusia desde que comenzó la invasión a Ucrania, según un informe de la organización OK Russians, dedicada a ayudar a quienes quieren irse del país. Es una auténtica fuga de cerebros.
El promedio de edad de quienes se han ido gira en torno a los 32 años, y al menos el 80 % cuenta con educación superior. Comparar la cifra del éxodo ruso con los más de 5,2 millones de refugiados ucranianos resulta odioso. Sin embargo, el trasfondo que traerá es otro fuerte golpe para una economía que Putin trata de salvar en medio de las sanciones. Hay otra diferencia notoria: los rusos no huyen de la masacre por la guerra, sino de su propio presidente.
Fuga de cerebros para sobrevivir
Igor Melchuk es un profesor de lingüística nacido en 1932. Fue despedido del instituto donde daba clases y de la Unión Soviética por estar en contra del comunismo. Años más tarde, aseguró que solo había dos maneras de evitar apoyar al régimen soviético: ir a prisión o emigrar. No estaba equivocado.
Según un reporte de CNN, las búsquedas en Google de la frase “¿Cómo salir de Rusia?” alcanzaron un pico luego de 10 años una semana después de la invasión a Ucrania que se inició el 24 de febrero. Las búsquedas en torno a “visado de viaje” casi se duplicaron, y la solicitud de información relacionada con “asilo político” se multiplicó por más de cinco.
Verónica, una mercadóloga digital de 26 años contó a la cadena estadounidense que los primeros días salió a protestar contra la decisión de Putin. Pero luego lo pensó mejor al ver que muchos ciudadanos comenzaron a creer en la propaganda estatal, otros iban a la cárcel por manifestarse y el Kremlin emitió una ley para castigar a quienes difundieran información “errónea”. Sus libertades fueron coartadas.
En cuanto a los lugares que están recibiendo el éxodo ruso destacan Georgia, que exime de visado a los ciudadanos de este país, seguido por otras naciones exsoviéticos como Azerbaiyán, Kazajstán y Armenia. Para ese primer destino emigró Katya Shabalina, una programadora web de 28 años, junto a su esposo, quien dijo a La Tercera que ella conoce a otros de su misma profesión que decidieron irse. Es una ventaja, considerando que en estos tiempos el trabajo a distancia se hizo posible.
Cuando la opción es emigrar
La tendencia de movimientos migratorios en jóvenes profesionales es una de las señales más claras del fracaso de los gobiernos, sobre todo de los autoritarios. Aquellos países receptores comienzan a reportarlo no con recelo, sino con curiosidad. Como viene pasando desde inicios de este año con los profesionales argentinos que decidieron irse por las pocas posibilidades de desarrollo.
En Suiza, la cadena Radio Télévision Suisse (RTS) dijo que la llegada de argentinos era “una fuga de cerebros sin precedentes” similar a la de jóvenes profesionales “diplomados” en 2001. Con Venezuela ha ocurrido la misma historia. Del millón y medio de venezolanos que había en el extranjero en 2014, 90 % eran profesionales con maestrías o doctorados, indicaron estudios de la Universidad Central de Venezuela.
Pero emigrar es el punto de partido y es el precio que pagan ciudadanos que —en el caso de Rusia— no eligieron comenzar una guerra. Ellos, especializados en tecnología, banca, medicina o ciencia, tienen suerte, pero hay otros que ni siquiera pudieron salir a tiempo, bien sea por su familia o porque “los servicios de migración están muy saturados” para conseguir el pasaporte, según un testimonio recogido por The New York Times.
El gobierno ruso ahora se enfrenta a la urgencia de sacar debajo de las piedras a todos los profesionales que necesitará para salir del agujero.