Los aplausos, los vítores y una que otra lágrima se convirtieron en la señal de que el uso obligatorio de mascarillas en los vuelos en Estados Unidos había llegado a su fin. Luego de dos años de pandemia, finalmente las personas pueden prescindir de esa “tarjeta de embarque” en la que se había convertido el tapabocas. La escena se repite en otros países en mayor o menor medida para dar por terminada la emergencia sanitaria, dejando atrás el uso obligatorio de mascarillas para espacios públicos, restricciones de horarios, entre otras. Pero del otro lado del mundo, en China, donde se originó el coronavirus, padecen una auténtica distopía. Allá la pandemia pareciera que apenas estuviera comenzando.
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Los niños son separados de sus padres si se detecta un caso en la familia, las mascotas son masacradas, los ciudadanos enclaustrados gritan desde sus balcones y los funcionarios del régimen vigilan las calles. Escasea la comida y la actividad está paralizada en Shanghái, la ciudad que funciona como motor económico. El contraste es evidente y quienes lo observan lo califican como “demencial” e “indignante”. El totalitarismo de Xi Jinping está en su peor momento.
Children going to school in Shanghai, China. Zero Covid strategy. Welcome to a dystopian nightmare.pic.twitter.com/QNBVnpq8CL
— James Melville (@JamesMelville) April 20, 2022
Una pesadilla distópica
China está atravesando lo que se conoce como una “distopia”, que vendría siendo lo opuesto a una utopía. Es, en resumen, una sociedad sumida en el totalitarismo y, en esencia, despreciable. El régimen se venía jactando de su plan “Cero Covid” creado en el año 2020, así como de las bajas tasas de contagios.
De esa política se desprende que los más de 26 millones de habitantes en Shanghái estén encerrados por 4655 muertes registradas por la Comisión Nacional de Sanidad en todo el país desde que comenzó la pandemia. Actualmente, el número total de contagiados activos con coronavirus en China continental asciende a 30773, de ese número 116 están en estado grave, indicó el organismo según reseña EFE. De acuerdo con las cuentas, desde el inicio de la pandemia se han infectado 191.112 personas en el país con más de 1400 millones de habitantes.
Los números son muy bajos si se comparan con otras naciones cuando la pandemia arreciaba, pero no dejan de significar un repunte de casos a pesar de las draconianas medidas. Recientemente el régimen comunista comenzó a relajar prohibiciones en Shanghái, pero aún sigue estando muy lejos de lo que ocurre en Occidente.
Por ejemplo, el Gobierno español aprobó eliminar el uso de mascarillas en espacios cerrados. Países Bajos, Francia, Bélgica, Reino Unido y Alemania anunciaron la misma decisión. Brasil dejó en el olvido la emergencia de salud pública luego de 662.011 muertes desde febrero de 2020. El presidente Jair Bolsonaro dijo que la medida significa “el fin del COVID-19”. En EE. UU. la aerolínea Delta Air Lines dijo sentir alivio al ver que se levantaba el mandato de mascarillas para facilitar los viajes hacia diferentes destinos.
Nada de esto se parece al escenario que se observa en China.
Read the guidance @Delta shared with employees regarding the White House announcement on the federal mask mandate: https://t.co/vWNjlT2Vgs
— Delta News Hub (@DeltaNewsHub) April 18, 2022
Ideología y vacunas “made in China”
El Partido Comunista no va a correr ningún riesgo, esa es la opinión de expertos que ven cómo el régimen mantiene en pie su política “Cero Covid”. El motivo es que Xi Jinping espera ser reelegido en el próximo 20º Congreso del Partido Comunista de China y necesita mantener al país bajo control. En pocas palabras, todo lo que ocurre está manchado con el tinte ideológico.
“El COVID cero se acaba cuando Xi dice que se acaba”, dijo recientemente Steve Tsang, director del instituto chino de la universidad SOAS en Londres.
Otra consideración es que al implementar restricciones tan radicales el régimen comunista no permitió alcanzar la “inmunidad colectiva” definida por la OMS como “la protección indirecta que se consigue, ya sea como resultado de la vacunación o de haber presentado la infección con anterioridad”. Sí, más de 88 % de la población está totalmente vacunada, pero aún así hay deficiencias. Es una auténtica pesadilla que se consolida con el autoritarismo del régimen que llega a niveles cada vez más perturbadores.
Lo curioso de todo esto es que fue China el país fabricante de varias vacunas contra el coronavirus como Sinopharm, Sinovac y CanSino. Para mediados del año pasado se aplicaban en más de 100 naciones en América del Sur, Asia y África. Por eso toma fuerza el argumento de que la política es el verdadero enfoque de lo que hoy ocurre en dicho país.