Los bombardeos rusos en varias ciudades de Ucrania, los miles de desplazados, los asesinatos y las tristes escenas de ucranianos escondidos en sótanos y búnkeres tendrán un precio para Vladimir Putin, uno alto. No solo por el escrutinio público, sino porque sus abusos en derechos humanos llegarán a instancias internacionales.
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Ucrania interpuso ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) una demanda contra Rusia por la “operación militar especial” que comenzó el pasado 24 de febrero. Aquel calificativo de “tropas de paz” se quedó en palabras y el mundo lo sabía. Las aspiraciones del mandatario ruso por frenar la expansión de la OTAN e imponer su poderío sobre Ucrania no iban a traer nada bueno. El anuncio sobre la demanda la dio a conocer el presidente Volodimir Zelenski.
“Ucrania ha presentado su demanda contra Rusia ante el CIJ. Rusia debe responder por manipular la noción de genocidio para justificar la agresión. Demandamos una decisión urgente ordenando a Rusia que cese su actividad militar ahora y esperamos que los juicios empiecen la próxima semana”.
Ukraine has submitted its application against Russia to the ICJ. Russia must be held accountable for manipulating the notion of genocide to justify aggression. We request an urgent decision ordering Russia to cease military activity now and expect trials to start next week.
— Володимир Зеленський (@ZelenskyyUa) February 27, 2022
La apuesta es a la efectividad de organismo en vista de que los abusos y el uso excesivo de la fuerza son más que evidentes y circulan incluso en redes sociales. Sin embargo, La Haya también ha sido señalada por procesos respecto a otros países marcados por la lentitud y la conveniencia.
“Lo que hacen los invasores en Jarkov, Okhtyrka, Kyiv, Odesa y otra ciudades y pueblos merece ser juzgado por un tribunal internacional”, dijo Zelenski.
Ni genocidio, ni “desnazificación”
Ambos términos los mencionó Putin cuando anunció el inicio de la invasión. Según el mandatario, el objetivo de su “operación especial” sería “proteger a la gente que, desde hace ocho años, es objeto de maltrato y genocidio”. Una falsedad por donde se le mire.
No hay pruebas de asesinatos masivos de civiles cometidos por Ucrania, aun cuando hay un monitoreo constante de víctimas del conflicto armados en las provincias separatistas desde la crisis de 2014 con la anexión de Crimea. Tampoco es cierto que Rusia debía hacer esfuerzos para la “la desmilitarización y desnazificación”. Un verificador de hechos de DW explica que “corresponde a una narrativa de propaganda, carente de toda base”, sobre todo porque Zelenski además de ucraniano, es judío que también habla ruso.
Tras sus órdenes ya se contabilizan más de 368.000 refugiados según la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR). Del número total, 150.000 han huido a Polonia. Otros 43000 cruzaron la frontera hasta Rumanía, y también se han registrado movimientos hacia Eslovaquia y Moldavia. Adicionalmente hay 160.000 desplazados internos por la guerra.
La agencia ya prepara planes de contingencia para la salida de tres millones de personas hacia Polonia y un total de cinco millones teniendo en cuenta países vecinos.
Si algo ha quedado claro es que los ucranianos no están solos. Así como varios países están abriendo sus fronteras, también aparecieron los “ángeles conductores”. Migrantes que parten de los rincones de países vecinos como Polonia para transportarlos desde la frontera. A veces llegan a ofrecer sus propios hogares, según testimonios recogidos por la agencia EFE.
“Los padres de Olga se enfrentaron a un doloroso dilema: quedarse en Mariupol los tres, escondidos en algún refugio, o intentar subir a su hija a un tren para que huyera por Polonia”
He hablado con Olga. Aún no ha podido llegar a Polonia https://t.co/6wA0rndXQQ
— Margaryta Yakovenko (@margayakovenko) February 27, 2022